La Web de ALFONSO ESTUDILLO
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ARTÍCULOS DE OPINIÓN
Año 2002
CON RI MA
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De nuevo ETA. Y de nuevo las muertes de inocentes, entre ellas una criatura de seis años, nos conmueve, nos indigna, nos quema la sangre y nos hace sentir asco hasta la náusea por la existencia de esos tipos sin alma
que dicen luchar por el país vasco.
¿Qué decir de estos elementos que no esté ya dicho por las bocas y plumas de todo español, incluidos lógicamente sus propios paisanos? ¿De qué calificarlos que no conste en la mayor y más surtida de las listas
descalificatorias? Y, absurdo donde los haya, estos sangrientos personajes se llaman a sí mismo "soldados en lucha por la causa vasca". ¿Soldados...? ¿Causa vasca...?
Bien, vamos a ver, "soldado", como lo tuyo, por mucho que nos esforcemos en entenderlo, no aguanta la prueba del nueve, permíteme unas sencillísimas y elementales reflexiones. En primer lugar, ¿cuál es esa "causa"?
¿Pretendes hacernos creer que luchas por salvar a tu pueblo del yugo y la opresión a que son sometidos por un gobierno de república bananera? ¿Acaso tu pueblo -las provincias vascas- no goza de unos Fueros y unos
Estatutos de Autonomía que, ya desde los tiempos de Franco -de qué, si no, todas las grandes industrias del hierro y el acero-, le conceden mayores libertades y ventajas que al resto de los españoles? Sólo tienes que
mirar la renta media vasco-navarra y compararla con la de otras comunidades que luchan y trabajan calladas y solidarias con el bien común.
Permíteme decirte que "tu pueblo", el pueblo que tú dices representar, sólo sois tú y unos pocos más de tu misma calaña. De ninguna forma -y tú bien lo sabes- puedes decir que los vascos, esa inmensa mayoría de
personas de bien que componen el pueblo vasco, están contigo y aprueban tus infames actos. Tu "causa" sólo eres tú... y -acéptalo- la disculpa o argumento para tener un chollo con el que vivir del cuento.
Y vamos a por la segunda, a por lo de llamarte "soldado". Mira, un soldado, además de todas las sinrazones que comportan una guerra, tiene su campo de batalla -un lugar perfectamente conocido por ambos bandos- donde
se enfrenta a un enemigo en una -más o menos- igualdad de condiciones, donde dispara a matar y se expone a que la bala del otro le llegue por los mismos horizontes, donde arriesgará su vida de igual a igual y
encontrará gloria o muerte, victoria o tumba, medallas en el pecho en premio a su valor o crespones de luto y su nombre en el libro de los héroes. ¿Tú? No. Tú aprovechas que nadie -excepto tú- sabe donde está ese
campo de batalla, te aprovechas para sorprender cobardemente, no a soldados, ni a gente armada como tú, no a los que serían tus posibles enemigos, sino a personas inocentes sin ninguna posibilidad de defenderse. Tú
atacas los flancos más débiles, a los más débiles, con nocturnidad y alevosía, con un tiro por la espalda o poniéndole una trampa bomba que le rompa los tuétanos cuando tú ya estés lejos y bien a salvo.
¿Lo ves? ¿Ves como no eres un soldado? Piénsalo, mírate los adentros y verás como te faltan huevos para meterte una recortada con postas loberas en la cintura y colarte por las puertas del Congreso de los Diputados
-por poner un ejemplo-, o plantarte cara a cara ante una pareja de maderos, de ertzainas o del benemérito cuerpo de los hombres de verde -a los que tantos compañeros habéis asesinado por la espalda- y decirles que
eres un macho piara luchando por tus gente y vienes a batirte el cobre con ellos. No. Tú dispararás desde la sombra, desde la traición, desde la cobardía... Y te llevarás por delante a criaturitas como la niña de
seis años de hace unos días, como las vidas de tantos inocentes que nada tenían que ver con tus -dicho en cristiano- malditos y bastardos intereses particulares.
Y, no, no hay rimas ni poema. El poema lo llevamos nosotros dentro, en nuestros corazones, en nuestros pechos dolidos por tus infamias. Allí lo sentimos, allí vamos rimando dolor y llanto, pena y sufrimiento, las
angustias terribles de la inocente sangre derramada con los consonantes versos de la esperanza...
En el título sólo está tu nombre, CON-RI-MA, alteradas las sílabas y puestas de revés. Léelo al revés... ¿Lo ves? Sí. Como en un juego infantil. Es un homenaje -llanto en los ojos- a esa niñita de seis años de Santa
Pola.
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