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El hombre ha vivido desde el principio de los tiempos rodeado
de interrogantes e incógnitas. Pensando siempre en la existencia
de un «más allá» y buscando respuestas a los diferentes «por
qué» que plantea la propia existencia.
Los hombres primitivos, en el despertar de la razón, debieron
sentirse sobrecogidos ante la grandiosidad del mundo que les
rodeaba y experimentaron su impotencia ante el rayo, la lluvia,
el frio, la enfermedad y, sobre todo, la muerte. En un mundo
excesivamente hostil y difícil, debió comenzar a pensar en el
porqué de su existencia y la implacable evolución desde la
infancia a la senectud para acabar en la muerte. Entonces surgió
la idea de que existían fuerzas más poderosas a las cuales se
encontraba sometido, y así nació la veneración hacia el Sol,
hacia el trueno, el rayo, la lluvia, etc., lo que dio lugar a
una proliferación de dioses, cuyo poder debía propiciarse con
dádivas y sacrificios, únicos medios de que así hiciesen la vida
más llevadera a los indefensos mortales.
La Religión primitiva nace como una creencia en uno o múltiples
seres superiores, generalmente invisibles, pero reales,
implacables y crueles en muchos casos, bondadosos y sensibles a
las ofrendas de los fieles y rencorosos con los indiferentes. En
cada pueblo se perfiló una teoría religiosa distinta y se
adoraron dioses nacionales y locales que muchas veces se
parecían porque habían nacido de mitos comunes.
A través de los siglos, muchas religiones han desaparecido, se
han abolido las más crueles y se han afianzado otras en grandes
áreas geográficas. Pero en todas las regiones del Globo se ha
manifestado el fenómeno religioso, relación del hombre con
fuerzas superiores, con Dios. No se encuentra pueblo alguno que
no crea y no practique alguna forma de religión y alguna
creencia en el Más allá. Considerada ésta como fenómeno humano,
puede afirmarse que la Religión es universal. El hombre ha
buscado a Dios, al Creador de todas las cosas, a través de la
multiplicidad (politeísmo) o, en fases más perfectas, en una
concepción unitaria (monoteísmo).
La idea de Revelación, de manifestación directa de la Divinidad
al hombre, a través de la cual Dios da a conocer algunas
verdades que por la luz de la razón natural se ignorarían
siempre, nace en el pueblo judío y se mantiene en el
cristianismo, pero no es ajena a otras formas religiosas.
A veces el hombre cayó, como en muchos pueblos salvajes, en
aberraciones infrahumanas. Los crueles sacrificios expiatorios
se unieron a «tabúes», o prohibiciones insoportables, absurdas;
pero en otras ocasiones, esta búsqueda de dios ha dado a la
Humanidad las páginas más hermosas de comprensión y amor.
El hombre moderno, culto y consciente, busca una explicación
armónica y completa del orbe. Los científicos, en un orden
puramente material, intentan encontrar un «campo único» que
explique toda la ciencia hoy dividida en distintas parcelas.
Pero, más allá de la materia existe el mundo del espíritu y las
grandes incógnitas que exigen una respuesta; ¿qué sentido tiene
la vida?, ¿qué ocurre después de la muerte?, ¿qué es el
Universo?, etc.
Ni el agnosticismo ni el negativismo, y mucho menos el ateísmo,
resuelven el gran problema, Hombre y Dios, sino que se limitan a
descartarlo, a dejarlo a un lado por entender que no está ahí la
solución. La posición religiosa, la fe, en cambio, satisface y
proporciona un bienestar íntimo a quien la posee. El «yo confío
en Dios» ha dado fuerza a innumerables generaciones para
soportar dolores inmensos, realizar grandes trabajos y, lo que
es más importante, vencerse y sacrificarse a sí mismo en bien de
sus semejantes.
(Continúa en el próximo número)
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