Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Estoy escribiendo «el Quijote» -me dijo-. Sí, sí, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Me quede mirándolo estupefacto. Aquello era el disparate y la salida de pie de banco más grande que podría oírse jamás.

Pero, con toda la seriedad del mundo, el individuo volvió a afirmar, rotundamente y convencido, lo que había manifestado y repetía ahora de nuevo.

-¡Que le digo que estoy escribiendo «el Quijote». ¿Es que usted es tan ignorante que no ha oído nunca hablar de Don Quijote de la Mancha y de su escudero Sancho Panza? ¡Pues eso! ¡Estoy escribiendo «el Quijote»!

II
Entraron en ese momento dos hombres que me hicieron comprender todo. Llevaban una bata blanca hasta los pies y cada uno se tocaba con un gorro, también blanco, que recogía sus cabellos y les cubría la frente casi hasta las cejas.

-Dispense usted, caballero. Perdone las molestias que le haya podido causar este infeliz, porque el pobre no está en sus cabales. No sabemos cómo se ha escapado de la clínica a la hora del paseo y ha venido a parar aquí. Pero, de todas formas, como habrá observado, es completamente inofensivo y es incapaz de causar daño a nadie. Nuevamente, disculpe usted, señor. Y buenas tardes.

Y salieron de la solitaria cafetería como habían entrado: de modo instantáneo. Igual como hicieron desaparecer con ellos, mansa y dulcemente, al hombre que se llevaban y que habían entrado a buscar.

Con la prisa que parecían tener, dieron la impresión de querer huir precipitadamente y evitar más largas y enojosas explicaciones.

III
Pero sobre el mármol inmaculado de mi mesa, un veladorcito de historiadas patas de hierro colado que quería imitar el estilo de la belle epoque, había quedado un primoroso libro, con buena encuadernación en piel, lujosa y antigua a todas luces.
La curiosidad, pensando en devolverlo a su propietario, si me era posible, o llamar a la clínica donde, con toda seguridad, debía estar internado el paciente, me hizo leer el título de la portada, en letras doradas bien visibles: EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA.

Lo sorprendente era que, al abrirlo, vi debajo de cada línea impresa del texto, con una letra tan primorosa como diminuta, muy claramente legible y con tinta roja, había vuelto a ser escrito, palabra por palabra, el texto cervantino. Habían llegado ya al capítulo octavo de la Primera Parte, ese tan conocido de la aventura de los molinos de viento.

Aquel pobre loco, tenía razón por tanto, en lo que me dijo, cuando aseguró categóricamente que estaba escribiendo «el Quijote».





 

volver  arriba

Pulse la tecla F11 para ver a pantalla completa

contador

BIOGRAFÍAS | CULTURALIA | CITAS CÉLEBRES | plumas selectas

sep