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La Edad Media nace tras la caída del Imperio Romano y se
divide en Alta Edad Media, del siglo V al XII, y Baja Edad
Media, del XIII al XV.
Alta
Edad Media.
A la muerte de Teodosio, 395 d.C., el Imperio había
quedado dividido en dos grandes estados, el occidental, dirigido
desde Roma, y el oriental, con capital en Constantinopla.
Consecuencia de las invasiones y asentamientos de pueblos
bárbaros en su territorio, el occidental desapareció a lo largo
del siglo V y dio comienzo a la Alta Edad Media, el oriental
perduró, en luchas con el mundo católico y musulmán, durante
toda la Edad Media hasta que cayó en poder de los turcos
otomanos en 1453.
Tras la caída del Imperio de occidente la decadencia, el
empobrecimiento y el analfabetismo asolaron el territorio. La
escritura sólo interesa a las clases superiores responsables de
la administración civil y religiosa. El libro queda relegado a
los monasterios en manos de monjes que trabajaban para mayor
gloria de Dios y, gracias a ellos, se han conservado los grandes
conocimientos. Los primeros monasterios surgieron en el oriente,
de monjes que huían de la corrupción del Imperio, luego se
trasladaron a zonas apartadas inglesas, irlandesas y zonas
montañosas. Buena parte del tiempo lo dedicaban a la lectura y
al estudio de la palabra de Dios, porque debían huir de la
ociosidad. Como la Biblia estaba en latín y griego, estudiaban
estas lenguas clásicas.
Los monasterios importantes destinaron una habitación para la
confección de libros: el escritorio. Trabajaban a la luz del
día, no disponía de luz artificial (teas o velas) por el temor a
posibles incendios. Hasta los siglos XI-XII no aparecen las
mesillas, por lo que escribían sobre las rodillas. La vida de
los escribas era dura y sobre los 30 años tenían que dejar la
labor.
A partir de los siglos IV-V se imponen la pluma de ave y el
cálamo de caña con tinta negra y roja para rubricar, obtenidas a
base de vitriolo y ácido gálico. El pergamino se obtenía
principalmente de las pieles de corderos, cabras y terneros de
las granjas del monasterio sometidas a una gran manipulación.
Los escribas se preocupaban de guardar la proporción entre la
altura y anchura de su trabajo, también de respetar la mancha de
tinta o caja y de distribuir los márgenes. Terminada la copia
final del texto, el copista ponía la suscripción, que constaba
del explícito título, la datación, día, mes y año y el nombre
del soberano reinante, después unas palabras de satisfacción por
su duro trabajo, piden al lector su bendición, que no estropeen
la obra que tienen entre sus manos y la enviaban a la
encuadernación donde se cosían los cuadernos enumerados y se
cubrían con varias hojas de piel o con unas tapas de madera
forradas de cuero.
Eran siglos de pobreza y el material escritorio, reducido a
pergaminos, escaseaba. Se pusieron de moda los palimpsesto,
antiguos códices que se borraban raiendo la piel o disolviendo
lo escrito con leche, queso o cal viva. Hoy en día, por
procedimientos fotográficos, rayos infrarrojos o ultravioletas,
se han podido leer textos primitivos perdidos que fueron
borrados en algunos palimpsestos. De los principales estudiados
por Chatelain están De Republica de Cicerón o las instituciones
de Gayo.
Otro medio para conseguir aprovechar más superficie fue la
adopción de un nuevo tipo de letra, la minúscula, que ocupaba
menos espacio que la mayúscula utilizada. Parece ser que fueron
los monjes irlandeses los que inventaron la minúscula. También
se emplearon abundantes abreviaturas.
La figura de más interés de la España visigoda fue Isidoro de
Sevilla (570-636). Su obra, Etimologías, es una enciclopedia en
la que intentó recoger todos los conocimientos y explicarlos a
través de sus nombres. Durante muchos siglos se consideró fuente
primordial del saber.
A finales del siglo VIII, Carlomagno hereda la zona franca y
crea un gran imperio que ambiciona llegar a ser un nuevo Imperio
Romano. Para dominar un territorio tan grande necesitaba una
buena administración y una renovación cultural. Abrió la escuela
Palatina de Aquisgrán y se atrajo a los mejores sabios para que
pudieran estudiar con tranquilidad. Para unificar la gran
variedad de letras se creó la letra carolina.
España está ocupada desde el siglo VIII por los musulmanes. La
cultura perdura en mano de los mozárabes, cristianos que viven
bajo el nuevo dominio y que serán los encargados de transmitirla
a los pequeños reinos incultos del norte.
Baja Edad Media. (XIII-XV)
Se abre este período con tan buena situación económica
en el campo que provocó el resurgimiento de las ciudades. Se
generalizó el comercio y se constituyen sociedades para luchar
por sus intereses y contra los feudos. La urbanización hace que
los centros de estudio se desplacen de los monasterios a las
catedrales de la ciudad. Aumentó la población estudiantil y ya
en el XII apareció la figura del maestro, que ya no es un monje,
sino un miembro del clero secular. Se tocaban todas las
disciplinas, pero se estudian en profundidad la dialéctica y la
lógica para llegar a la verdad filosófica, la retórica para
expresarse por escrito y la medicina y el derecho.
El deseo de saber se vio colmado por la traducción de la ciencia
árabe llevada a cabo por la Escuela de Traductores de Toledo,
ciudad con gran tradición cultural donde coincidían miembros de
las tres religiones, musulmanes, judíos y cristianos.
Crecen los conocimientos y la metodología, y a su vez el número
de profesores y alumnos, dando lugar, ya en el XIII, a la
aparición de las universidades. Las primeras en Francia son la
de París, Montpellier y Toulouse; en Inglaterra, las de Oxford y
Cambridge, y en España la de Palencia, trasladada a Valladolid,
y la de Salamanca. El instrumento básico era el libro, claro
está en latín, que se leía y comentaba en clase. Los profesores
pertenecían a las nuevas órdenes mendicantes, franciscanos y
dominicos, y destacaremos la figura de Santo Tomás de Aquino.
Estos acontecimientos sumados al crecimiento de la actividad
comercial y contable y de la documentación administrativa
condujeron al aumento de la demanda de libros. En el intento de
aligerar la escritura la letra carolina evolucionó a la gótica.
Se hace necesario reinventar la industria y el comercio del
libro. Nacieron las estaciones o librerías, a cargo de un
estacionario o librero autorizado por el rector universitario
que también ponía precios a los libros. Era un objeto tan
valioso que se conservaba por el propietario durante toda su
vida y a su muerte era buscado por profesores, bibliófilos y
libreros. El alquiler y copia de libros se hacía por el sistema
de la pecia, «pieza» o «trozo», cuaderno en que se fragmentaba
un libro y permitía la copia a varias personas. También seguían
existiendo escribas o amanuenses.
El papel, invento chino, fue usado más que el pergamino en la
España musulmana cuando, a partir del X se establecieron
fábricas en los molinos cordobeses y en los toledanos. En el
resto de Europa el papel tardó en difundirse porque consideraban
que no era una materia noble. Su reconocimiento oficial como
materia escritoria figura en Las Partidas de Alfonso X el Sabio,
donde se indican los documentos importantes que deben ir en
pergamino. En el Levante español adquirió fama la alta calidad
del papel producido en Játiva, y aún en Marruecos se llama Satbí,
jativense, al papel antiguo y de calidad. En el XIV la gran
producción de papel pasó de España a Italia por el desarrollo
del humanismo.
En Italia, iniciado por Petrarca, surgió el humanismo,
movimiento que consideró el latín su lengua por estar en ella
las obras de los grandes clásicos romanos de la antigüedad.
En España, Alfonso X el Sabio quiso convertir el castellano en
instrumento de cultura superior frente al latín, redactó todos
los documentos en su lengua materna y tradujo al castellano
muchas obras científicas para que todos pudieran comprenderlas.
Los libros lujosos dejan de ser patrimonio de los monasterios o
iglesias y son apetecidos también por la alta nobleza como
pequeñas obras de arte. En el XII empieza a evolucionar la
ilustración con el uso de oro en láminas y ya no limitándose a
dibujos simbólicos sino relacionados con el texto. En el XIII
Francia destaca en la producción de libro de arte y, como en las
otras actividades artísticas, impera el estilo gótico. Los
libros más lujosos son los Libro de Horas, con las oraciones de
reyes y alta nobleza. Son, naturalmente, ilustrados y de pequeño
tamaño. En España desaparecen los elementos orientales y, con
Alfonso X, se impone el estilo gótico.
La encuadernación no sólo servía de resguardo y para unir los
cuadernos del libro, también podía darle valor de obra lujosa.
Solían ser de piel, leonada, roja oscura, morada o negra, pero
también de maderas talladas, metales preciosos, plata y ricas
telas que recubrían una encuadernación interior de piel.
Utilizaban la técnica del estezado, humedeciendo la piel antes
de la estampación, o la del gofrado, llamada en seco por hacerse
con el hierro caliente.
En nuestro próximo número veremos un descubrimiento
trascendental para la historia del libro, la imprenta.
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