Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Como un tapiz de recuerdos, Inmaculada Moreno, ganadora del Premio de Poesía «Ciudad de San Fernando» 1998, ha tejido con Son los ríos, como una memoria de recuerdos donde las impresiones diversas reconstruyen en el poema instantes inolvidables de su vida.
Si, como decía Antonio Machado, se canta lo que se pierde, la autora ha tenido muchos alicientes para entretejer esta trama, entre sentimental y reflexiva. La riqueza de sus sentimientos urge un repaso de lo vivido. Y es esto no le ha de extrañar al lector, ya que la poesía lírica se nutre de sí misma, no como una metapoética, sino, tal vez necesariamente, como una autoconfesión, en el sentido que tiene esta idea en la literatura contemporánea, sobre todo a partir del concepto de catarsis.

Ahora bien, la destreza del (o de la) poeta hace que esos contenidos, románticamente vulgares, quizás, sean expresivamente aceptables en mayor o menor grado. Sabemos que el lenguaje tiene hoy día un papel decisivo en el quehacer de la creación poética. El poeta actual, sea joven o maduro, sabe que se juega sus intenciones literarias cuando las lleva al papel. El uso del lenguaje en la creación literaria, sobre todo en la poesía -a la que se considera abanderada, desde el surrealismo, en innovaciones estilísticas-, determina la estima de una obra por parte de los lectores cualificados.

Pero en el caso de Inmaculada Moreno, no solamente quedamos tranquilos por esa dificultad, sino que en muchos de sus poemas el lenguaje se autodisciplina para no caer en tópicos. La poeta ha tenido muy en cuenta ese peligro y lo esquiva a la hora de comunicar elementos biográficos que toman vida en la responsable arquitectura de la palabra: «Hemos nacido ayer / y ya nos encontramos / el mundo traducido; / la versión original no está a la venta».

Estos versos podrían servir de autopresentación. De hecho, la autora nos los presenta como una advertencia, que va seguida de tres partes con títulos de invocaciones manriqueñas y acaba con un post scriptum; todo el libro, además, en verso blanco: endecasílabos, heptasílabos, alejandrinos... Y dos sonetos entremetidos como una nostalgia clásica, que en una profesora de Literatura era de esperar semejante delicadeza, aunada al verso de urgencia de las experiencias cotidianas. ¿Poesía de la experiencia? Sí, pero filtrada por el neoformalismo de los ochenta y una preocupación personal por hacer de la lengua una potencialidad sorprendente.

Estamos frente a un libro que desgrana con dignidad ante los ojos del lector su poemario con un fresco lirismo entreverado de frecuentes análisis de sentimientos y evocaciones. «Cercado por la noche y el silencio, / un hombre -o una mujer- / escribe un poema: / Son los días de todos / son palabras de todos / y es de todos / el intimo dolor que lo ocasiona». Con un lenguaje no exento en ocasiones de un atenuado surrealismo, y una introspección colorista y detallista, Inmaculada Moreno, poeta portuense, consigue que este Premio de Poesía «Ciudad de San Fernando» 1998, titulado Son los ríos -los ríos y sus afluentes que vienen de la memoria- tenga una feliz y rica desembocadura en la atención de los lectores de poesía.






 

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