Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Hace ya más de tres años que formo parte del grupo «Río Arillo». Mi afición a las letras me llevó a él. Era septiembre, lo recuerdo perfectamente. Una, me imagino, suele entrar en estas cosas al principio con recelo, con paso inseguro, al menos eso me ocurrió a mí. Pero ya han pasado más de tres años. Muchos compañeros de aquellos mis inicios no están, otros se han ido agregando, quizás con el mismo espíritu ilusionado con el que yo empecé. Pero a todos nos sigue uniendo el mismo fin: crear, en un espacio definido, un mundo mágico en el que recrear cuanto llevamos dentro gracias a la literatura.

Desde siempre quise escribir. Sacar a la luz, como si de un parto maravilloso se tratara, las inquietudes que en mi interior latían gracias a la palabra, es una sensación difícil de describir. Gozosa es la llamada salvaje del corazón para que se le abran las puertas de par en par. Y la mano, como una fiel servidora, acude a esta llamada como una madre amorosa que calma la sed del hijo. Porque mi corazón siempre tuvo sed de darse, de la manera que fuera, y hacerlo sobre un papel es una bella posibilidad. En mi grupo, en el grupo «Río Arillo», he visto igualmente a otros dispuestos a ofrecer de la misma manera cuanto en la sangre les nacía. Y ello es tan reconfortante, tan placentero y vivificador, que no puedo menos que darles las gracias a todos, por ser como son, y por permitirme a mí misma ser como soy.

Formamos, a qué negarlo, una gran familia a la que un rinconcito de nuestra calle «Real» da cobijo una vez a la semana, y así ser felices. No necesitamos mucho para ser felices. Quien hace caso al corazón no precisa de grandes cosas. Alfonso, Soledad, Miguel, Enrique, Jesús, Inma, Adelaida, Gelines, Armando, Manuela: gracias por todo.

Pero, sobre todo, gracias a ti, Alfonso, por conseguir con tenacidad y empeño, que este invento no se disolviera pronto, por mantener firme la llama de lo que ya hace cuatro años se inició.

Hoy mi palabra es homenaje, no a los grandes autores que sinceramente admiro, no a esos geniales movimientos literarios que nacieron del alma humana, no a las obras que constantes se mantienen en estantes y bibliotecas. Hoy mi voz se rinde ante lo que es la verdadera grandeza de la literatura: ser espejo de vida para los que de la manera más digna posible hacemos uso de ella. Y porque sé, estoy segura, que escribir es, para nosotros, los del «Río Arillo», lo más gratificante, porque nos mueve más el corazón que el reconocimiento, hoy, desde esta página, brindo por nuestra felicidad.






 

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