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En virtud de lo previsto en el Plan de Escuadra de 1887 una real
orden de 17 de septiembre de 1888 dispuso la construcción de
tres cruceros, tipos perfeccionados de los heroicos «María
Teresa», «Oquendo» y «Vizcaya» que se denominaron «Princesa de
Asturias», «Cardenal Cisneros» y «Cataluña». La del primero se
llevó a cabo en La Carraca, mientras que los otros dos,
«Cardenal Cisneros» y «Cataluña» lo fueron en Ferrol y
Cartagena, respectivamente. El «Cardenal Cisneros» tuvo una vida
efímera, pues el 28 de octubre de 1905 se perdió -sin víctimas-
al tocar los bajos rocosos de Meixidos, en la costa gallega.
En principio, estas unidades se clasificaron como acorazados de
segunda clase y después lo serían como cruceros protegidos de
primera clase. Su denominación más apropiada era la de cruceros
acorazados.
Lo que hizo más popular al «Princesa de Asturias» fue su
accidentada botadura. Desde hacía tiempo y por diversas
circunstancias, los técnicos que intervenían en su construcción
no se ponían de acuerdo sobre la fecha en que debía ser botado.
Unos estimaban que podía ser lanzado al agua en seguida, en
tanto que otros eran partidarios de un aplazamiento. En vista de
ello, fueron convocados por el capitán general del Departamento,
vicealmirante Carranza, el 3 de octubre de 1896 y tras un amplio
cambio de impresiones sobre el estado y colocación del buque,
condiciones de la grada, etc., se fijó la fecha del día 8 del
mismo mes para el lanzamiento, salvo que hubiese que aplazarlo
por algún motivo que lo justificase. Una copia del acta de la
reunión se envió al ministro de Marina, vicealmirante don José
María Berenguer.
Se iniciaron los preparativos y desde el amanecer del día 8 una
gran muchedumbre acudió a San Fernando, tanto por mar como por
tierra, deseosa de presenciar el solemne acto. A la hora
prevista las autoridades e invitados ocuparon los lugares
designados. La banda ejecutaba alegres piezas y las animadas
conversaciones del bullicio invadían el ambiente, que era por
demás festivo. A las doce de la mañana se dio la oportuna señal.
Al impulso inicial el casco empezó a deslizarse entre los
acordes de la música y los vivas coreados por la multitud; pero
el «Princesa» quedó parado en la grada cuando sólo había
avanzado dos metros por la rampa, dando dos sacudidas, ante el
estupor de los presentes y la preocupación de los jefes e
ingenieros del Arsenal.
Se realizaron ímprobos esfuerzos para poner al buque en
movimiento, pero no se logró variarlo de posición. Aún le
faltaban unos ochenta metros para llegar al agua.
La animación se extinguió rápidamente. Las autoridades e
invitados se retiraron consternados. Allí quedaron intactas
mesas bien servidas de apetitosos pasteles y variados vinos. La
noticia circuló por toda España y algunos periódicos la
comentaron en tono exagerado y pesimista, causando enorme
disgusto. Daban al buque casi por perdido y opinaban que debía
ser desguazado.
Al día siguiente, nueve, se reprodujo el intento de botadura. Se
colocaron ejes supletorios, trabajando los obreros intensamente.
Se lanzaron cabos a unos remolcadores para que ayudaran al barco
a deslizarse por la rampa. En esta ocasión recorrió cuatro
metros inicialmente y trece después, quedando la tercera parte
del casco dentro del agua y el resto gravitando sobre la
antegrada, con riesgo de quebrarse, lo que hizo temer sufriese
averías. Aparecieron algunas abolladuras en el casco, pero
posteriormente se comprobaría que los desperfectos sufridos eran
más aparatosos que graves.
El día 11, aprovechando la pleamar del amanecer, fueron situadas
próximas a la grada que ocupaba el crucero, las corbetas
blindadas Navarra y Aragón para intentar remolcar al buque y
colocarlo en posición que facilitase el deslizamiento. La
operación se efectuó con algunas dificultades, por lo complejo
de las maniobras necesarias para colocar las corbetas
adecuadamente.
El día 17, cuando se trabajaba en la colocación de flotadores a
popa y se realizaban todos los recursos posibles para un tercer
intento de botadura, una marea viva logró que el buque se
deslizara con gran ímpetu en el mar. Como la entrada en el canal
fue muy brusca, el casco quedó encallado en el lecho fangoso de
la orilla opuesta, de donde pudo ser sacado sin grandes
dificultades por unos remolcadores. Los obreros que se
encontraban en la grada, corrieron a dar la noticia que el
departamento y la nación entera acogieron con tanto júbilo como
contrariedad había ocasionado el fracaso anterior.
Las campanas de todas las iglesias de San Fernando repicaron
durante largo rato. El «Princesa» quedó rápidamente amarrado y
engalanado con banderas.
El alcalde de la ciudad, don Manuel Bustillo, dirigió al pueblo
la siguiente breve alocución: «El Princesa se ha lanzado al agua
demostrando a los enemigos del arsenal, que ni sus gradas ni sus
fangos son obstáculo para botaduras de mayor tonelaje que
nuestro buque. Viró en medio del agua, quedando a más de
cincuenta metros de distancia, a la orilla opuesta de la grada.
¡Viva el rey! ¡Viva la Marina! ¡Viva el Princesa! ¡Viva el
arsenal!»
Entre el vulgo corrió otra versión sobre la entrada del Princesa
en el mar. Se dijo que los operarios de la grada, con su maestro
al frente, acordaron facilitar la botadura por su cuenta. Creían
que la dificultad consistía en que la «cama» no tenía la
inclinación suficiente, por lo que trabajando clandestinamente
en varias jornadas, calzaron el casco hasta lograr la adecuada
inclinación. Aprovecharon la pleamar para facilitar el
lanzamiento; consiguiendo así que el barco fuese botado en
solitario. El maestro fue amonestado por el general del arsenal
y a continuación felicitado por el favorable resultado del
trabajo efectuado por el equipo.
No es extraño circulase versión tan original. La enorme
contrariedad sufrida por los técnicos y operarios que trabajaron
en preparar la botadura, contrariedad que compartía toda la
Marina y la población departamental, habría justificado la
tenacidad de los ingenieros y operarios en trabajar a tope para
conseguir un feliz lanzamiento. En tal ambiente fácilmente se
forman y extienden comentarios de todo tipo, en que se mezclan
hechos ciertos, medias verdades y leyendas que se propagan como
informaciones de «buena tinta». Los más audaces, olvidando o
desconociendo la existencia de una disciplina llamada Teoría del
buque, explicaban a quienes por interés o cortesía quisieran
oírles. cómo se debía colocar el barco, así como otros
pormenores referentes a la botadura.
El gracejo popular le puso al Princesa el mote de «el arrastrao».
El día 17, cuando apareció flotando en el mar, pasó a ser «el
espontáneo». Estos sucesos sirvieron de argumento a varias
coplas del carnaval gaditano de 1897. Por entonces, un
recrudecimiento de la insurrección cubana había enardecido los
sentimientos patrióticos del pueblo y un poeta muy popular
celebró el epílogo de la accidentada botadura con una copla que
decía:
«Mira tú si habrá coraje,
hasta el «Princesa de Asturias»
él solo se hizo a la mar
y tomó el rumbo de Cuba...»
Continuó el Princesa en La Carraca para puesta a punto e
instalación de armamento. En alguna otra ocasión volvió a ser
díscolo. Cuando se intentaba colocarle una caldera suspendida de
una machina y ayudada por un aparejo, rompióse la pluma de
aquella, desplomándose todo el artilugio y caldera con
ensordecedor estruendo, confusión de cadenas, cabos o hierros,
pero afortunadamente sólo se produjo la natural alarma.
Fue compañero de gradas de otro crucero al que se puso la quilla
en 23 de enero de 1898, el «General Liniers», ex «Puerto Rico»,
que cambió su denominación al producirse el armisticio. Había
sido costeado por la colonia española residente en Méjico.
Desplazaba dos mil toneladas y era gemelo del ex «Méjico»,
donado al igual que el anterior y botado en los astilleros
gaditanos de Vea Murguía el 29 de marzo de 1900.
Se entregó a la Marina el 31 de mayo de 1912, bautizándosele con
el nombre de «Extremadura». Al «Liniers» se le instaló la
artillería, pero en 5 dc julio de 1905 se ordenó su desguace,
aprovechándose los materiales para el segundo «Reina Regente»,
que se hallaba en gradas desde 1899. El primer comandante que
tuvo el «Princesa» fue el capitán de navío don Juan B. Lazaga y
Garay, que tomó posesión del mando el 12 de marzo de 1896. Poco
después, el 3 de julio de 1898, caería heroicamente como
comandante del crucero «Oquendo» en el combate naval de Santiago
de Cuba.
Inició sus servicios el «Princesa» en 1902. En junio de 1906
estuvo en Cherburgo y Plymouth con el yate real «Giralda». En
noviembre del mismo año entraba en Flessinga. Al año siguiente
escoltaba al «Giralda», que condujo a los reyes a Cowes en
agosto, zarpando luego para Tolón. En febrero de 1908 se hallaba
en Lisboa y a últimos de dicho año acudió a Messina en socorro
de los damnificados por los terremotos, y de regreso, en febrero
de 1909, hizo escala en Nápoles, siendo agasajada su
tripulación. En dicho puerto coincidió con la visita de un
crucero norteamericano, siendo la primera ocasión, después de la
guerra de 1898, en que coincidían dotaciones de ambas flotas
militares en un puerto extranjero. En octubre de 1910 se
encuentra en Lisboa, y en 1913 zarpó para Constantinopla en
relevo del «Reina Regente», para formar parte de la escuadra
internacional congregada en aquel puerto con motivo de las
revueltas ocurridas en la capital turca. A su regreso tocó en El
Pireo, pasando posteriormente a formar parte de las fuerzas
navales que operaban en Marruecos y cooperando activamente con
el ejército de operaciones. En Melilla colaboró con las fuerzas
del general Marina, transportando tropas y pertrechos y
contribuyendo con su artillería, en unión de otras unidades, al
cañoneo de posiciones enemigas.
Muchos años se estuvo hablando en tono irónico y de acerba
crítica de la botadura del «Princesa de Asturias». Sin embargo,
casos análogos han sucedido y suceden de cuando en cuando. Por
vía de ejemplo citaré sólo algunos. Al acorazado francés «Danton»
se intentó lanzarle al agua en el Arsenal de Brest el 22 de mayo
de 1909, pero quedó parado después de deslizarse 47 metros. Tras
realizar los oportunos trabajos, fue botado el 4 de julio
siguiente. El crucero rápido italiano «Trento», construido en
Cantiere Orlando (Liorna) el 4 de agosto de 1927, quedó detenido
tras recorrer unos 50 metros. Al ser la grada de nueva
construcción, parece que el terreno cedió en su tramo final,
quedando la popa del buque flotando y el resto sobre la grada
-caso muy similar al del «Princesa»-. Después de un mes de
trabajo, se consiguió ponerlo a flote. Caso distinto fue el del
crucero inglés «London», cuya botadura estaba anunciada para el
14 de agosto de 1927. Antes de iniciarse la clásica ceremonia,
sin dar lugar a que la madrina estrellase contra su casco la
consabida botella de champán, resbaló por la rampa, quedando
inesperadamente a flote ante el estupor de los presentes.
Los últimos tiempos del «Princesa de Asturias» transcurrieron
teniendo como base el puerto de Ceuta. Fue dado de baja por real
orden de 28 de diciembre de 1927. Le seguiría su gemelo el
«Cataluña», por otra real orden de 12 de noviembre de 1928. Sin
embargo, continuaron ambos figurando en el Estado General de la
Armada hasta el año 1930. En la ría de Bilbao fueron vendidos en
pública subasta aquellos dos cruceros que durante los seis
primeros lustros del actual siglo habían llenado brillantes
páginas de la historia de nuestra Marina.
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