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El desarrollo comercial y cultural de la Europa del siglo XV
incidió de manera determinante en el aumento de la demanda de
enseñanzas y libros. Resultaba imposible obtener suficientes
pieles para tanto libro, lo cual se solucionó, como vimos el
capitulo pasado, cuando se recurrió al papel como materia
escritoria, y aún más imposible encontrar mano de obra que
abasteciera el fuerte mercado que se presentaba. Ante tal
situación debieron ser muchas las personas que andaban
preocupadas por encontrar un sistema que permitiera la rápida
reproducción de obras escritas, hasta que, a mediados del XV,
Johann Gutenberg en la ciudad de Maguncia encuentra la solución.
Los primeros precedentes de la imprenta son los sellos, usados
desde el IV milenio a.C. Del II milenio hemos encontrado el
disco de la ciudad cretense de Pestes, con signos desconocidos
impresos con unos moldes. El precedente más cercano es la
xilografía, capaz de producir múltiples ejemplares de un libro
por medio de la impresión mediante una plancha de madera en la
que se labraban, en relieve, las imágenes o el texto. Al igual
que el papel, fue en China donde se descubrió.
También se han conocido métodos análogos en Europa sin que se
sepa que haya existido conexión entre la impresión en madera
china y la europea. En China se mantuvo el uso de la impresión
en páginas de madera, sin embargo ya en el siglo XI comenzó el
uso de tipos sueltos de barro cocido y, más tarde, en metal, con
los que podían componer nuevas páginas una vez usados; el gran
numero de signos empleados por los chinos, no letras sino
ideogramas que representan palabras, unos 5.000 diferentes,
evitó el éxito de esta técnica. La impresión xilográfica europea
tuvo mucho éxito en el XV. Al principio daba más importancia a
la imagen que al texto, abundando los impresos con imágenes
piadosas. La xilografía impedía el empleo de las dos caras del
papel, pues calaba tan hondo que no podía utilizarse el reverso.
Se han conservado muy pocos libros xilográficos, sin duda debido
al intenso uso a que fueron sometidos.
Hacia 1400 nace en Maguncia Johann Gutenberg. Se conocen pocos
datos sobre su vida pero se cree que pudo recibir aprendizaje
como grabador o como orfebre, rama a la que pertenecía su
familia, y viviendo en Estrasburgo trabajó mucho en su invento
de la impresión. Muchos le atribuyen el descubrimiento al
holandés Lauren Jatiazcon Coster o a otros, pero fue realmente
Gutenberg el padre de la imprenta al idear la construcción de un
instrumento de fundición práctico para la producción de los
tipos.
La vida de Gutenberg estuvo llena de dificultades económicas y,
para llevar adelante su invento, hubo de buscarse socios
capitalistas; Johann Pust fue uno de ellos y más tarde le
demandó y le llevó a los tribunales y él tuvo que entregarle su
taller y parte de su material. Habían terminado de imprimir la
Biblia de las 42 líneas, considerada generalmente el primer
libro impreso y el más bello. Luego Fust inició una imprenta con
el copista alemán Peter Schóffer que había trabajado con
Gutenberg.
El saqueo de Maguncia en 1462 por el conde Adolfo de Nassau
provocó el destierro de gran número de ciudadanos y los que
habían trabajado con Gutenberg difundieron el arte de la
imprenta a lo largo del Rhin. Estrasburgo, Colonia, Augsburgo,
Ula y Nuremberg eran grandes centros comerciales en la época y
tuvieron en seguida imprenta.
Gutenberg murió en 1468 y otros se aprovecharon de las grandes
ventajas económicas de su descubrimiento que era precisamente lo
que este perseguía. La imprenta no nació con fines proselitistas
ni afán de servicio, sino que Gutenberg explotó una idea que
podía proporcionarle dinero.
Los primeros libros que produce la imprenta son llamados
incunables, del latín cunabulum, cuna, infancia del arte de la
imprenta. Hay polémicas al determinar la fecha en la que se
consideran incunables, pues aunque se acepta 1450-1500 también
hay ejemplares con casi las mismas características a principios
del XVI. Se realizaron tomando como modelo los manuscritos
medievales, pues el invento no buscaba originalidad sino
rapidez. Pronto se experimentaron cambios debidos a la
conveniencia en su fabricación y al variar los gustos del
público. Se seguía utilizando la letra gótica, que seria
sustituida por la romana que habían puesto en circulación en
Italia los humanistas. La mancha del texto también tomó el
aspecto compacto de los manuscritos, con grandes márgenes, a dos
columnas, sin blancos ni puntos y aparte, y en tamaño folio;
pronto las hojas se plegaron buscando formatos más manejables y
se facilitó la lectura. Se dejaban espacios para que luego
trabajaran iniciales e ilustraciones que fueron sustituidas por
las ilustraciones grabadas en madera, iguales que la de los
libros xilográficos.
La más famosa de las Biblias ilustradas en la historia del arte
del libro es la Biblia de Colonia de 1478, con 125 ilustraciones
de las que se desconoce el nombre del grabador que realizó sus
dibujos en la madera y del artista que luego las iluminó. En los
incunables los datos identificativos del libro seguían
apareciendo en el colofón, al final del libro, pero quizás la
aportación más revolucionaria que trajo el libro impreso fue la
portada, con las señas de identidad del libro al principio y que
no aparecería hasta 1500.
Al crecer el número de libros con la imprenta y abaratarse sus
costes, se inicia un nuevo capitulo en la historia de la
encuadernación. A finales del XV se inician en Holanda las
grabaciones en una plancha de metal, que se van imprimiendo con
una prensa sobre la tapa del libro de una sola vez; son las
encuadernaciones conocidas como gofrada. En Italia, por su
comercio con Oriente, se practica la decoración oriental
islámica y aprendieron principalmente la técnica del dorado.
También podemos citar como ejemplo la encuadernación árabe hecha
en España en la que destacaban las figuras geométricas
entrelazadas en forma de cuerdas en lazos o nudos.
El primer país que atrajo el arte de la imprenta fue Italia, que
gozaba de una rica vida literaria. En 1465 dos discípulos de
Schóffer, Conrad Schwenheim y Arnold Pannartz, establecieron una
imprenta en un convento de Subiaco, cerca de Roma. Dos años más
tarde marcharían a Roma donde estuvieron publicando siete años,
especialmente obras de clásicos latinos. Aquí emplearon el nuevo
tipo de letra que desplazaría a la gótica, el romano, de formas
redondeadas, sin aristas y por tanto más fácil de grabar y leer.
En el gran centro comercial de Venecia se establecieron
numerosos impresores y esta ciudad adquirió la preeminencia
durante el primer período de la imprenta italiana. Erhardt
Ratdolt, en 1476, se estableció en Venecia y sus libros
inauguran el arte veneciano del grabado en madera. Ostenta el
mérito de haber sido el primer impresor que intentó la impresión
policroma.
El impresor comenzó siendo su propio librero, pero pronto
aparecieron los vendedores ambulantes y comisionistas en las
grandes ciudades comerciales.
La imprenta también llegó en sus comienzos a Holanda, Bélgica,
Inglaterra, Francia, a donde tardó en llegar, pero cuando lo
hizo se expandió rápidamente y hacia 1500 había unas 70
imprentas en París.
El arte de imprimir llegó a España de manos alemanas. Parece ser
que Juan Párix, de Heidelberg, imprimió en Segovia en 1472 el
llamado Sinodal de Aguilafuente.
Otros maestros impresores, Enrique Bótel, Juan Plannk y Pablo
Horus, trabajaron en Zaragoza, Barcelona, Valencia, Burgos,
Toledo y Granada. A finales del XV más de veintiséis ciudades
españolas tenían imprenta.
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