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El
joven escultor y diseñador isleño José Luis Tellado fue uno de
los veinte creadores seleccionados a finales del pasado verano
por el prestigioso pintor Juan Lacomba para realizar en el
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, sito en la Isla de la
Cartuja de Sevilla, una obra plástica basada en los siete poemas
que con el título de “Los Inmortales” aparecen en el libro
“Sombras del Paraíso” del universal poeta sevillano, Premio
Nobel 1977, Vicente Aleixandre.
Una experiencia enriquecedora para los participantes del taller
-según nos confiesa Tellado-, al tiempo que un merecido homenaje
al insigne autor de libros tan celebrados como “Ámbito”,
“Espadas como labios”, “La destrucción o el amor”, “Nacimiento
último” o “Poemas de la consumación” al conmemorarse el
Centenario de su nacimiento.
José Luis Tellado, que a su vocación por la creación artística
une una notable inquietud por las letras, nos remite un artículo
suyo nacido de la experiencia habida en el citado encuentro y
que reproducimos a continuación:
LA REINVENCIÓN DE LA BELLEZA
(Proceso de creación de una obra plástica a partir de un poema
de Aleixandre) por José Luis Tellado.
Sin lugar a dudas, dentro de la prolífica y elegante obra de
Vicente Aleixandre, «Sombras del Paraíso», constituye uno de sus
más elevados y a la vez acertados intentos de aproximación sin
límite alguno posible al universo matérico del Cosmos. Pero es,
sin embargo, en su parte central, casi en los más profundo de su
núcleo argumental, donde esta manifestación se hace más patente
a través de la lectura de sus siete poemas: La Lluvia, El Sol,
La Palabra, La Tierra, El Fuego, El Aire y El Mar, como
expresiones filosóficas de los elementos que evocan la realidad
suprasensible.
En el peligroso vértigo del proceso creativo, las manías no
forman estilos, sólo nos envician y nos conforman porque, en
realidad, únicamente nos satisfacen.
Bajo esta premisa, el acto de la creación se convierte meramente
en un intento desesperado por lograr impregnar de aliento
poético a todo ese conjunto de materia inerte que permanece
muda, indiferente, silenciosa, ante la espera del comienzo
inminente del proceso engendrador.
Como ordenador inequívoco de los elementos del Universo,
Aleixandre, asumiendo su papel de artista-dios-creador, añade a
los cuatro elementos de Empédocles (agua, aire, tierra y fuego)
un quinto elemento primordial para el ser humano, para el poeta:
La Palabra...
La Palabra fue un día
calor: un labio humano...
Y el verbo
brotó. ¡Palabra sola y pura
por siempre -Amor- en el espacio bello!
Asistimos de nuevo a la revelación del Amor no como una, sino
como la única y poderosa fuerza capaz de ordenar el caos
terrenal. No obstante, en este proceso creativo paralelo a la
obra poética, la obra plástica aspira a reducir las imágenes a
una única idea engendrada, manifestada mediante expresión
simbólica de un lenguaje común, exaltador esencial de la belleza
intrínseca y desnuda.
De esta forma surgió «Hécate» como divinidad generadora de las
fuerzas lunares, cuando aún los Misterios Órficos estaban
vigentes. «Hécate», capaz de encarnar un triple papel: terrenal,
celestial y mortal.
Esta naturaleza creativa, no es más que el reflejo plástico de
un método metafórico que desea sencillamente reducir la
sonoridad y elocuencia de la palabra a un espacio concreto en un
conjunto de materia ordenada, dotada de vida desde ahora, y
dispuesta ya de forma que como la poesía pueda de nuevo
reinventar la belleza.
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