Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

De tal amo, tal perro. La cuestión es simple, meridiana, tópica y explicable. El perro se considera un animal doméstico. Tal acepción sólo cuadra cuando la domesticación -ese embrollo- es correcta, funciona, no se desmadra, lleva buen camino, es ortodoxa y políticamente correcta. El gran problema es que los excrementos caninos -cara visible de la tenencia canina- no son ni políticos ni correctos ni aceptables ni domésticos.

Mucho menos, aún, son los ladridos, los- aullidos en la soledad de la gran noche, las dentelladas al atardecer, la furia de esos perros guardianes que se estrellan contra las puertas del chalet cuando «osamos» pasear en paz y concordia por sus cercanías; o esa ferocidad de presa de los perros todo músculo, todo mandíbulas, que están para abrir y cerrar las fauces sin mesura contra quien haga falta, para defender una propiedad, un nombre, un escudo heráldico, un territorio o una firma al precio que sea necesario.

Ya lo dijo aquel «Principito», tan leído; ya lo sentenció en sus labios Saint-Exupéry, el malogrado escritor: «Eres responsable de lo que has domesticado». El perro, los perros, ni son domésticos ni tienen amos responsables. Defecan a su antojo, ladran a la madrugada, campan a sus anchas por barrios y calles, siguen/persiguen las consignas de sus dueños. Son juguetones, seniles, agresivos o cascarrabias. Se domestican a pelo, con rutina torpe. Se les da un uso y abuso como guardaespaldas o cazadores. Se les mancilla la genética, el código deontológico y la estirpe. Se les hace un caos el árbol genealógico. Se les convierte en híbridos, en engendro ladradores, en surtidores de compañía animal, en protectores de la honra, en amigos de vermut y vigilia. Se les da como sustento una pitanza omnívora que los engorda. Se les castra para que no molesten con sus celos noctívagos. Se les impone una convivencia urbana y estrecha. Se les corta la libertad animal en una imposible monotonía, Se les deprime.

A veces, enloquecidos, cosen a dentelladas la mano que les da de comer.

Ingratos.




 

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