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A mi lo que me interesa es tener un hijo; aunque éste no
tenga padre ya me basto y me valgo yo, de sobras, para llegar
hasta todo y poder criarlo y que sea mío, sólo mío y de nadie
más, sin tener por qué soportar el machismo, chulo,
desagradable, dominante y tirano del que sea padre de mi hijo.
Y aquélla mujer, por cierto muy guapa, hacia alarde de su
maternidad monógama en una exhibición de superioridad, en la que
tan mal parado resultaba el posible padre de su hijo.
Pero, como decía aquél, esto es cosa de DOS.
Sí, señora, de DOS y todo lo que sea propagar y chulear con lo
contrario es un fracaso en el que va a pagar los platos rotos,
precisamente, quien menos culpa tiene que en este caso es el
hijo.
Y es que yo añadiría que no es cosa de dos sino de tres: la
madre, el padre y el hijo. Que son lo que forman la familia y
ésta exige que todos se necesiten en todo, complementándose y
llegando al punto de que todos se necesiten en todo y por todo.
Claro que, el hijo, el hijo de mañana, reclamará la presencia
del padre y madre para poder llegar a esa meta final que son el
hombre y la mujer adultos... Ese ser necesita la paternidad y
pensamos que la madre no es quien para negársela aunque sea la
madre, y precisamente por esto.
Era Nietzsche el que decía aquello de: «mucho tienen que hacer
los padres para compensar el hecho de tener hijos».
Y este hecho está en atenderlo al máximo, cosa que cada día
brilla más por su ausencia PORQUE LA ATENCIÓN QUE ESE HIJO
NECESITA ES UNA ATENCIÓN DIRECTA MADRE-PADRE, desde luego y por
siempre. Y estamos, por desgracia, en una sociedad de consumo en
lo que todo, casi todo se consigue con el dinero. Poco habrá que
el hombre quiera que no se pueda alcanzar con el dinero, hasta
lo más inverosímil, sobre todo desde la electrónica.
¿Qué es el dialogo de consumo? Es el de los padres que se
sacuden los hijos del alrededor, de «encima», precisamente
gracias al poder echar mano del consumo.
Es preciso gastar, comprar, tener algo distinto y casi siempre
muy superior a lo más superior posible, a lo que tengan los
demás... Más caro y de precio, superior que el poder de cada
cual y sus méritos está en el contenido de su bolsillo...
-Cómprame una cosa- exigía a un familiar suyo aquélla niña de 4
años delante mía.
-¿Qué cosa? -le preguntaba el familiar, exasperado, sin saber
qué hacer y con la mejor voluntad de darle el gusto solicitado.
-Pues, una cosa -continuaba gritando desaforada la criaturita
porque ni siquiera sabia lo que quería... y no sabia qué
nombrar.
Al seguir escuchando el problema de la niña, me di cuenta de que
era que necesitaba que le comprasen algo o algos... lo que
fuera. El hecho principal era comprar. Comprar lo que fuera y
como fuera y sobre todo lo que no tenían los demás.
Y así es el dialogo de consumo tan nefasto y negativo para la
afectividad. Porque el niño, además, necesita estar con su padre
y no sólo con su madre. Necesita sentirlo como algo suyo, carne
de su carne, ser de su ser ejemplo de su vida y norte de su
existencia, ejemplo de su vida... sobre todo.
Entonces, el padre de hoy, el entregado a la necesidad de
cumplir ganando al máximo, trabajando 26 de las 24 horas que
tiene el día... contestará comprando al hijo lo que sea, la moto
escandalosa, el balón de fútbol último modelo con una mancha de
otro color, distinto en fin y más CARO, el equipo de gimnasia e
incluso la inscripción en el club, para que se vaya a distraerse
y lo deje tranquilo por fin...
-Papá ¿saldremos hoy juntos?
-Mira, hijo, mi tiempo es siempre justo. Toma estas mil pesetas
y cómprate lo que quieras, y anda, ¡déjame en paz!, que estoy
muy ocupado y tengo que terminar esto que estoy haciendo
ahora... LO ANTES POSIBLE.
He aquí un ejemplo claro de todo lo que puede ser un DIALOGO DE
CONSUMO.
No hay duda de que la educación de los menores es una tarea
compleja, lo bastante dura para que ambos progenitores tengan
que trabajar conjuntamente, casi imposible para ser llevada
únicamente por la madre...
Los pediatras si que saben de esto, de la serie de problemas que
acarrean y lleva consigo el que una madre quiera llevar la
exclusiva de criar a su hijo ella sola, por sí misma. Porque el
niño necesita el apoyo de tener un padre que le sirva de
ejemplo, de modelo, para que su vida pueda tener resueltos
muchos de los problemas afectivos que lleva consigo el
desarrollo, el convertirse en un hombre y tener que alternar con
todos los demás amigotes del colegio y formar parte de sus
juegos y hasta de sus burlas y de sus castigos. El modelo del
padre puede servirle de fondo, de apoyo, de fuerza, de columna
donde aposentar sus dudas y procurar resolver su difícil
solución. Los niños son crueles en sus manifestaciones y
solamente con que sepan que aquél niño no tiene padre vivido,
conocido, apoyo en su vida, es suficiente para que lo persigan y
se mofen de él, dejándole una impronta de fracasos y resabios
dolorosos que mucho van a perjudicarle el día de mañana, cuando
esa lucha cruenta que es la vida le vaya poniendo pegas en su
existir y en su seguir viviendo y buscando el triunfo en la
profesión que quiera elegir. Lo que va a ser el problema más
importante de su vida entera, hasta que llegue el final de la
misma. La vida es una lucha constante que no termina más que con
la vida y esa lucha está respaldada y apoyada al máximo por esa
seguridad que le da al hijo el haber vivido con su padre, que le
ha servido de modelo y de fe en el dificultoso y duro caminar
que lleva consigo la existencia.
Y, ¿qué ejemplo puede dejarle la madre sola a ese hijo que se
crió sin padre?
Porque se hace necesario y preciso que: «El hombre ha nacido
para luchar y es como se le define mejor diciendo que es un
guerrero nato, y que la vida, desde el principio al fin, no es
sino una batalla.
Así lo afirmaba Carlyle, que no es que nosotros hayamos
recordado este hecho para apoyamos en el mismo y que se den
cuenta las madres hasta que punto se hace preciso, necesario,
importante y hasta imprescindible el que su hijo necesita y va a
necesitar un modelo de luchador, de ser superior y ejemplo de
una vida laboriosa y combativa para llegar al final habiendo
conseguido el éxito.
La madre que priva a su hijo de su padre lo deja cojo de una
columna y sin su apoyo imprescindible y preciso para seguir
adelante hasta el final, contento de su triunfo y de la victoria
que va a conseguir con mejor y mayor felicidad, gracias a Dios,
que fue el creador de la primera familia; además SAGRADA, nada
menos...
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