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Rincón de la Poesía

Rosa Mari Carmen Rubio
Madrid



  


 


REQUIÉREME DE DÍA

Una muerte pequeña,
una pequeña muerte como un rastro de hormigas,
ronda por la llamita del quinqué, la sofoca.
Trae en las cuencas miles
de rostros calcinados y cuerpos de serrín.
Llega como invitada hasta mi carne
con todas las raíces usurpando blandura
y el acta de su herencia con tachones
y muchos alacranes.
Y yo, ya desvestida
sobre esta fosa-tierra que no sabe
de este derrumbamiento
en una dimensión cada vez más penumbra.
Me confunde con alguno que teje
su leyenda en el luto,
con cualquier intromiso en algún sueño
que no le pertenece.
Poda otoño; se empeña en llenar la clepsidra
invirtiendo el horario impar de mis insomnios.
Ya ves, mandragorera,
que aún intacta se te muestra mi carne
aunque oprima impotente los ojos que se rinden;
aunque me arriesgue
por la inseguridad de la vía láctea.
Si me quieres pintar
tu tiza entre la sangre,
sobre la comisura de los párpados,
es inútil que arrastres
tu renca extremidad cuando la luna,
que me busques la curva del labio si estoy sola.
Requiéreme de día cuando las estaciones
se llenan de saludos y sombrillas,
cuando los árboles no tengan
argumentos de sombra para persuadirme
ni un salmo sucesivo de gusanos
barrido por la lluvia.
Requiéreme a la luz, entre los nunca escritos,
entre los parias rimadores, por la orilla
que marca el desaliento,
donde todos los Jobs, con los enmudecidos,
con los crucificados; me es igual:
El océano canta eternamente.








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