No estaba para nadie. Arrojó sus anillos, uno a uno,
y sus manos azules se desentumecieron
y los diez animales apresados vibraron
sin danza, sin control
de ritmo ni trabajo, sólo por estar libres
como perros que a veces se les deja en la noche
sueltos para ensuciar. 0 morder al que estorbe.
No estaba para nadie, y estiró su desgana,
sus pies amoratados sobre el «parquet» flamante,
flamígero, fluido como un mar, y estiró
su piel adormecida y no estuvo, y no estaba
para nadie. Y llamaron, y no estaba.
Y el mundo daba sus vueltas
fijas, trabajosas, pacientes
y la inhibida estaba en camisa y sin ganas
para nadie. Y allí, cercanas, las estrellas
que en «años luz» nos dan su fulgor, y no estaba
para nadie. Y dormía cansada sin cansancio.
Llamaban a la puerta las voces injuriosas,
las llamadas, los gritos del universo entero,
las mujeres de parto, el mar embravecido,
la soledad del solo, las voces de la tierra.
No estaba para nadie. No estaba para nadie.
Pero entró la visita que no adelanta nada,
ni tarjeta, ni fecha, ni cita, ni mensaje.
Alguien dijo pausadamente al verla
llegar despavorida: «Yo no estoy para ti».