Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Cada uno de nosotros, indudablemente, tiene su propia filosofía para andar por la vida. Ello, unido a otros rasgos que nos particularizan, nos llevan a ser distintos, a experimentar, por qué no, la dicha de recrearnos en el otro que no somos. Porque todos, a fin de cuentas, formamos el gran puzle de la humanidad. Pero hay algo que nos une irremediablemente: el deseo de usar el tiempo dispuesto para vivir en aquello que nos proporcione la tan ansiada felicidad.

Sobre el fenómeno del tiempo se ha escrito mucho, se ha cuestionado, tratando de dar certeras explicaciones o soluciones convenientes al respecto. Y a propósito de ello, creo que no ha habido fórmula más sugerente que la utilizada por el hombre del Renacimiento: CARPE DIEM.

Cuando en el siglo XVI, tras la extensa y teocéntrica etapa medieval, se destierra la idea de una existencia enfocada estrictamente al Más Allá, y se empieza a valorar la vida terrenal por sí misma, el ser humano comienza a ver las cosas de otra forma.

El tiempo, aquí y ahora, cobra un sentido trascendental, y aprovecharlo intensamente es el objetivo primordial. CARPE DIEM suena con fuerza en las bocas, en los oídos de quienes se preparan justamente a ello, a aprovechar el día, el minuto, el segundo, sabiendo que vivir merece la pena, y que el tiempo es la pieza fundamental que encadena el nacimiento con la muerte. Y así nos dice Garcilaso de la Vega en su famoso soneto:

...coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Efectivamente, no hay que desperdiciar las horas disponibles, exclama el poeta toledano, pues pronto se nos arrebatará cuanto gratuitamente se nos dio. Un siglo más tarde, el cordobés Góngora, afirmará lo mismo, aunque esta vez en un tono más oscuro y desolador:

...goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

El tiempo, como fenómeno indispensable del ser, nos agarra con una cadena tan consistente, que inevitablemente nos mueve a la reflexión. Y yo me pregunto, ¿en esta sociedad del siglo XX, nos empeñamos en sacar partido, de manera positiva, al misterio del vivir? Porque no creo que vivir sea simplemente hacerlo hacia fuera de nosotros mismos, sino descubrirnos también por dentro, averiguar lo que somos y llevamos en el interior para propiciarnos así lo que de verdad nos llena: la paz y serenidad que reconforta y nos hace sacar el mejor partido de cuanto somos. No sólo hay belleza sobre esta tierra que habitamos, pues lo mejor está por descubrir en nuestro propio mundo interno. Hacia este paraíso que cobijamos me interesa, particularmente, gritar mi carpe diem. Resucitándonos plenamente hallaremos el mejor modo de ser y estar en lo que nos rodea. Sólo de esta manera no exclamaremos, como Garcilaso:

¡Oh cuánto bien se acaba en un solo día!
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

Asegurando nuestra más verdadera felicidad, afianzaremos este limitado tránsito por el mundo, y haremos, sin lugar a dudas, que nuestro bien no se acabe en un solo día, y que las esperanzas no las destroce el viento.






 

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