Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Una vez más, la Humanidad se ha decidido por representar la obra que mejor sabe poner en escena. Otra vez no ha podido, no hemos podido, abstraernos al embrujo de recurrir a los clásicos para llenar el escenario y abarrotar las butacas del Gran Teatro.

Como siempre, el guión se actualiza con una naturalidad dramáticamente innatural. Sin embargo, los actores son inconscientes a estos matices sublimes, capaces de transmutar la rutina en clamoroso estreno, foco de todas las atenciones.

Así se ha vuelto a estrenar la Gran Obra de LA GUERRA -en los Balcanes-. El despliegue de medios no deja lugar a dudas que realmente todo el Mundo está incluido en ella. Los actores principales saben sacar de esta oportunidad su mejor interpretación para lanzarse al estrellato, sin importarle lo más mínimo el precio de la «gloria», aunque ésta tenga su código de caducidad grabada, sin poner el más mínimo reparo en cuantos actores secundarios en este estreno tendrán el principio y el fin de su carrera «artística».

También esta ocasión tiene el suficiente encanto como para atraer a esos segundones de eternos repartos, que se interpretan a sí mismos de forma suicida para hacer la actuación de su «vida» -a costas de otras vidas-, con el fin de conseguir, de forma definitiva, la sin razón de un pasado oscuro, deseoso de estrellarse frontalmente en el presente.

Y como no podía ser de otra manera, el relleno de esta gran compañía teatral la forman miles y miles de actores reclutados a la carrera, en las esquinas de una ignorancia que llega a todos los lugares, entre las raíces de una Historia que se alimenta del aire (ideas) más que de la Tierra (realidades).

Estos actores improvisados a punta de pistola no han podido elegir mejor ocasión para salir al escenario. Saltan, se mueven de forma convulsiva, corren y sufren en medio de un fuego cruzado entre los primeros y segundos actores que no tienen limite en su afán de gloria y triunfo. No pueden pensar, no pueden hablar, no pueden poder, sólo existen para cubrir el cien por cien del sufrimiento y dramatismo que exige el guión.

Pero esta obra tan occidental, tan cercana, tiene un aliciente cosmopolita. Incorpora las más refinadas y sutiles sombras chinescas, una pincelada oriental, que aumente si cabe lo atractivo de la representación. En medio de esas sombras, se mueven con una soltura sin igual personajes aparentemente conocidos, con perfiles que se identifican con actores famosos, consagrados en otras obras de primerísimo «cartel» -Medellín, Moscú, Washington, etc.

A la obra no le falta el más mínimo detalle, todo, absolutamente todo, está medido, controlado. Tanto es así que hasta el público forma parte de la misma. Cada espectador se convierte en otro personaje, aportando ese factor de realidad necesario para plasmar de manera evidente la universalidad del montaje.

Está claro que la guerra no sabe de fronteras, por ser ésta su alimento preferido, no conoce los visados, por que no los necesita. La Guerra está en todas partes, está entre las butacas, y se representa entre las tablas, delante de nuestras narices y pagamos gustosamente por verla.

Se estrena a sí misma y el éxito se lo damos todos nosotros. Es por eso que ahora los actores, tramoyistas, «iluminados» y espectadores, se lanzan frenéticamente en busca de ese Director Magistral para mostrarles la felicitación más entusiasta. También, como loco, está ese Director buscando al guionista de la obra, que antes de su representación se consideraba maldita, fuera de contexto.

En medio de este frenesí apocalíptico, todos se encuentran y todos se miran en un segundo de silencio, que puede engendrar a la Humanidad, en sus entrañas atemporales, infinitas.

Ese silencio, ese espacio en blanco, ese parar absolutamente todo, pudiera ser el único camino que tendremos para bajar el telón y reconocer desde la conciencia interior que este espectáculo formó parte de nuestro camino, pero que ya no caminamos por él, que sabemos que no es el verdadero camino.

Un solo hombre no puede hacer el trabajo de bajar a los mundos infiernos y salir con un ejército de soldados incondicionales. Aunque no sabemos como ha sucedido, nosotros somos parte de ese ejército. Ha llegado la hora de desbaratar, desmontar, comprender que hasta aquí ha llegado la Historia de la Guerra y que en el libro de la VIDA, de nuestras VIDAS, no existe ni una hoja más para seguir escribiendo sus atrocidades.

Ha llegado la hora de SER HUMANO, nos ha llegado nuestra hora. Tú decides, yo ya he decidido.




 

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