Las estadísticas cantan y en este caso, por desgracia, su
canto es como un alarde de tragedia donde se hace preciso
recoger su mensaje.
Ellas demostraban cómo en los años pasados era raro que una
madre de más de 35 años pudiese pasar por la tragedia de tener
un hijo etiquetado como mongoloide; con una idiciocia como forma
de inmadurez mental, que hoy se llama ya síndrome de Down, es
decir que era difícil que una madre de menos de 35 años tuviese
un hijo con una trisomía 21, que es el síndrome de DOWN.
Posteriormente, a partir de 1978/79, el Doctor Arbelo eminente
Puericultor de la Clínica de la Paz de Madrid, estudiando a 83
recién nacidos mongoloides encontró, con sorpresa y
preocupación, que más de la mitad eran hijos de madres que ellos
llaman no añosas, es decir, de menos de 35 años. La cosa es
verdaderamente preocupante, por que todas nuestras ilusiones por
evitar al máximo el mongolismo controlando la edad de las madres
se vienen abajo.
Pensando sensatamente desembocamos en el único callejón posible
que nos lleve hasta la tragedia que se nos conduce de la nueva
forma agotadora de vivir de la mujer: de su agobio desde muy
joven hasta el agotamiento en la urbe superpoblada y no
precisamente purificada en su ambiente, de su facilidad cada vez
mayor para llegar hasta el drogadismo y el alcoholismo, con un
tabaquismo exagerado, etc...
Lo que el doctor Arbelo denomina la masculinización social...
que una mujer puede ser, ya lo creo, muy mujer sin necesidad de
ser hombre...
Inteligencia y fuerzas le sobran, sinceramente, porque esta
masculinización precoz, persistente, produce en todo su
organismo y, como ~ en su sistema la posibilidad que repercuta
en su función fecundante que desemboque en este desastre
congénito fecundante fatal...
Habrá que luchar contracorriente, estudiar las circunstancias de
la mujer cada día, que va a ser madre y procurar colocarla en la
situación más óptima para que cuando y como su forma de vida y
sus condiciones de reposo y de trabajo puedan garantizar una
normalidad en los hijos que Dios le pueda conceder...
Muchas veces, ya lo creo, se equivocó Napoleón hablando de las
mujeres (y de la música) pero nosotros insistimos que una de las
cosas que dijo verdaderamente ciertas fue que «EL PORVENIR DE
LOS HIJOS ES OBRA DE SU MADRE».
Aunque Bonaparte no lo dijera precisamente, como es natural,
conociendo este importantísimo problema que sacamos hoy a la luz
impresionados por su impronta actual ya que todas nuestras
ilusiones viejas, antiguas, de evitar el mongolismo controlando
la edad de la madre (forma demasiado sencilla) se vienen abajo
entonces, nada menos y nada más.