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En el año actual se cumplirán diez en que fue inaugurada la Residencia de ancianos de la Cruz Roja. Este centro asistencial se halla ubicado en terrenos de la antigua salina de "La Magdalena", cedidos por el Ayuntamiento isleño, y cuenta con cinco plantas: la baja, para servicios de todo orden, incluida una bonita capilla, y las cuatro restantes para alojamiento de unos 100 residentes.

Su impulso, como nadie ignora, se debe al Dr. Jesús Martín Almeida, presidente local de la benéfica Institución, con colaboraciones muy eficaces de miembros de la Junta, como María Teresa de Benito, el toledano Agripino Lozano, retirado de Infantería de Marina, y otros; como asimismo la ayuda del presidente provincial Mariano de Rétegui Bensusan, de tan grato recuerdo. Una placa instalada en la fachada del edificio recuerda a estas personas, a las que la Isla debe su eterna gratitud.

La primera piedra de la Residencia fue colocada el 14 de noviembre de 1981 por el inolvidable socio de más edad de la Cruz Roja, Tomás Gil Villar, entonces de 93 años, que tuvo el privilegio de sentar el primer cimiento de tan importante creación en San Fernando.

Los terrenos, con una superficie de 13.986 metros cuadrados, fueron bendecidos por el entonces párroco de San Pedro y San Pablo, P. Ildefonso Pérez Alcedo, en un día de verdadero relieve, porque representaba la mayor ilusión para numerosos ancianos, aspirantes a disfrutar de un reposo tranquilo en los años postreros de sus vidas. Al lado del histórico caño de Sancti Petri y Ronda de los Esteros se alza el benemérito edificio.

Algunos no han podido conseguir la gran ilusión de su vida de instalarse en esa gran plataforma. Es el caso de Julián, el popular "Palmitas", que se quedó viudo, solo e impedido, muriendo una noche en la pequeña habitación que ocupaba en una casa de vecinos de la calle Dolores. Julián ("Palmitas" en el mundo artístico) fue un gran animador de las fiestas flamencas de la Isla, asegurando cantaores y bailaores que nadie tocaba las palmas mejor que él.

Un día me encontré a Julián en la calle Real, desconsolado y con una especial amargura reflejada en su semblante, porque los que más habían solicitado su colaboración en los momentos de euforia en ventas y saraos, no estaban dispuestos a ayudarle cuando más necesitado estaba de protección. Así fue envejeciendo día a día, hasta que el Señor le llamó a su seno, ofreciéndole la "Residencia de ancianos de la Gloria", donde fue recibido por un coro de Ángeles, que movían sus palmas divinas con la maestría que Julián imprimía a su arte en las juergas flamencas.

Creemos que desde el cielo "Palmitas" impulsó la inauguración de la residencia, hace diez años, como homenaje a esos ancianos que esperaban con la misma ilusión que él tenía.






 

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