Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

El Real Decreto-Ley 1187, de 9 de mayo de 1978, dispone el traslado de los restos mortales del teniente general Escaño al Panteón de Marinos Ilustres. Dicho decreto dice que «D. Antonio de Escaño y García fue uno de los oficiales de Marina más preclaros de finales del siglo XVIII.

Su valía intelectual y profesional quedó inmortalizada en las sabias Ordenanzas de 1793, en cuya redacción contribuyó a requerimiento de Mazarredo, quien calificó el trabajo de Escaño como el más completo de toda la obra. Si grandes fueron sus méritos como escritor de temas profesionales, mayor fue su probado valor a bordo, en acción de guerra. Participó en el sitio de Tolón y en los combates navales de Espartel, Finisterre, San Vicente y Trafalgar. En esta última acción fue herido cuando desempeñaba el destino de mayor general de la Escuadra española. Su patriotismo y abnegación le indujeron a aceptar altos cargos de gran responsabilidad durante los difíciles días de la Independencia: el de ministro de Marina y el de miembro del Consejo de Regencia, organismo en que recayó la soberanía nacional y al que correspondió convocar las Cortes de Cádiz. Organizó la defensa de esta plaza frente a la invasión francesa. La historia es testigo del éxito de la defensa.

El real decreto, como vemos, condensa magistralmente la vida de este insigne marino, sobre cuyos brillantes servicios se ha escrito por autores competentes con gran minuciosidad.

A la referencia que hace el R. D. del trabajo de Escaño en las Ordenanzas de 1793, que sirvieron de modelo en otras Marinas y fueron llamadas de Carlos III, aunque se publicaron en tiempos de Carlos IV podemos agregar -no en balde era individuo honorario de la Real Academia de la Historia- su acierto en la redacción del tratado 3º, libro lº, «Las obligaciones del comandante de un navío de guerra», que poco después pone en ejecución del modo más brillante, mandando el Príncipe de Asturias durante el combate de 14 de febrero de 1797 en cabo San Vicente, en el que, maniobrando y combatiendo con gran pericia, obtiene los más favorables resultados que era posible conseguir, mereciendo las justas y sinceras alabanzas de nacionales y extranjeros.

Podemos sintetizar el alto concepto profesional que de Escaño tenían sus jefes, en el gesto de Gravina, al filo de la muerte, de ordenar que le fuera entregado su bastón de mando.

En este trabajo voy a exponer los motivos dc su estancia en Cádiz y los pormenores de su muerte y enterramiento en esta ciudad.

Nació Escaño en Cartagena, en el número 6 de la calle Antón de León, hoy Medieras. Su partida de nacimiento dice así: «Antonio Leonardo Fulgencio, que nació el 5 de noviembre de 1752, hijo de Martín de Escaño, capitán de Infantería del batallón que fue de las Galeras, natural de Córdoba, y de doña María Cristina Josefa García Garro de Cáceres, natural de esta ciudad de Cartagena. Lo firma el párroco de Santa María de Gracia, don Andrés Facio Rolandi».

La familia Escaño se componía de seis hermanos, cinco varones y una hembra, por este orden: José, que llegó a brigadier de Marina; Martín, que falleció joven; Mariana, que se casó con un militar; Antonio, del que tratamos; Joaquín, que se retiró de teniente de navío y Teodoro, capitán de navío. Como se ve, todos sirvieron en la Armada.

Después de estar a las órdenes de Gravina como mayor general de la Escuadra, el 9 de noviembre de 1805 es ascendido a teniente general, siendo destinado, en mayo del año siguiente, al Departamento de Cádiz, donde permaneció nueve meses y medio, pues el 3 de marzo de 1807 se traslada a Madrid, al ser designado uno de los tres miembros del Almirantazgo. No obstante, Escaño continúa con casa en Cádiz. En la ciudad era muy respetado y conocida su dedicación a la Marina. El Ayuntamiento, en sesión de 20 de noviembre de 1805, le había felicitado -así como a don Ignacio María de Álava, también residente en la villa gaditana- por su ascenso a teniente general con ocasión del combate de Trafalgar. (*)

El 31 de enero de 1810 se le nombraba para formar parte de un Consejo de Regencia de cinco miembros, que queda constituido a fines de febrero. El 24 de septiembre siguiente la regencia presentó su renuncia a las Cortes solicitando se nombrase un gobierno que pudiese convenir a la nación. La renuncia no fue admitida en aquella ocasión ni en otras dos posteriores, pero sí a la cuarta, designando las Cortes, el 29 de agosto de 1810, otra regencia de tres miembros, la cual decreta el 17 de diciembre siguiente que los componentes de la primera regencia abandonasen Cádiz y la Isla de León. Escaño fue desterrado a Murcia, pero la orden se aplazó indefinidamente.

Desde 1810 a 1823 hubo cinco regencias, compuestas en total de diecinueve miembros, de los que cinco pertenecían a Marina. De la primera, de cinco miembros, formó parte Escaño; de la segunda, de tres miembros, formaron parte el jefe de Escuadra don Gabriel Ciscar y el capitán de fragata don Pedro Agar. El teniente general don Juan María de Villavicencio fue uno de los cinco componentes de la tercera; Ciscar y Agar nuevamente forman parte de la cuarta, de tres miembros. La quinta y última fue de tres miembros. dos de los cuales eran marinos: los tenientes generales don Cayetano Valdés y, por tercera vez, don Gabriel Ciscar.

Mientras tanto, desde el 28 de octubre de dicho año de 1810, se hallaba Escaño en Cádiz, ocupándose en escribir las acciones en que había intervenido. En dicha ciudad permanecería algo más de tres años y medio, hasta el día en que le sorprendería la muerte.

En el último Estado General de la Armada en que figuró Escaño, el de 1814, se hace constar su calidad de comendador de Carrizosa de la Orden de Santiago y consejero de Estado jubilado.

El 11 de julio de 1814 -después veremos que posiblemente sería al día siguiente-, después de dedicarse, como solía, un rato a la lectura, salió a dar un corto paseo por las calles, acercándose luego a contemplar el animado movimiento del puerto. Poco después de las dos de la tarde regresa a su casa. Se sienta a la mesa y cuando su criado acude a servirle le encuentra sin señales aparentes de vida. Hacía algún tiempo sentía quebrantada su salud, por lo que en primero de mayo de 1814 había hecho testamento.

Antes de continuar hago un inciso para citar dos obras sobre la vida de Escaño, muy completas y de títulos muy parecidos. El «Elogio del Teniente General de Escaño», de Vargas Ponce, editado por la Real Academia de la Historia en 1814, y el «Elogio histórico del Excmo. señor don Antonio de Escaño», de don Francisco de Paula Quadrado y De-Róo, editado por la misma Corporación en 1852.

El primero, de Vargas Ponce, no cita el nombre del médico que acudió a ver a Escaño, pero una obra de don Julio Guillén, de la Editorial Naval, de 1962, que comenta la de aquél, afirma que fue el protomédico de la Armada retirado don Juan Manuel de Arejuela, uno de los más afamados de su tiempo. Las epidemias de fiebre amarilla de Cádiz en los años 1810 y 1813 fueron tratadas con los antecedentes estudiados en las de 1803 y 1804 por este doctor. El profesor Arejuela era amigo personal de Escaño, por lo que al verle sin sentido quedó muy afectado y sólo pudo decir: ¡qué desgracia!, cayendo desmayado sin poder socorrerle. Poco después se presentó el teniente general en reserva don Joaquín Cañaveral, de ochenta y siete años, que exclamó al ver a Escaño: «¿Es posible? ¿Ha de faltar un hombre tan grande y tan útil, y yo, decrépito, he de subsistir?»

El autor del segundo «Elogio» dice no haber podido saber el nombre del profesor que falleció pocos días después que Escaño -sin duda estaba equivocado, pues don Julio Guillén dice que el doctor Arejuela nació en 1757 y murió en 1830, o sea que aún vivió catorce años después de la muerte de Escaño-, pero le habían asegurado se buscó otro facultativo para asistir al general, siendo el primero que se encontró D. Juan Rivero, que se hallaba en la plaza de San Antonio. Este doctor, al ver a Escaño, diagnosticó que la muerte había sido repentina.

De la confrontación entre los dos «Elogios» se deduce que el primer médico no pudo asistirle, afectado por la gran amistad que le unía con Escaño, asistiéndole el segundo, que afirmó que la muerte había sido fulminante, de apoplejía.

Hemos visto que dejó de existir Escaño sobre las dos de la tarde del 11 de julio de 1814, sin embargo el funeral y entierro no se celebran hasta el día 13, lo que hace presumir que, de ser cierto que falleció el día 11, durante ese plazo el cadáver estaría expuesto en la casa que residía, calle Cuartel de la Marina y garita de la escalerilla numero 6, muy cercana a la plazuela de las Cuatro Torres. Esta calle se llama hoy Obispo Pérez Rodríguez. La casa fue demolida, construyéndose en su lugar una moderna de cinco plantas que lleva el número 18.

Para comprobar el extremo de las dos fechas entre el fallecimiento y el entierro, busqué en los registros parroquiales gaditanos la partida de defunción de Escaño, sin hallarla, acudiendo, por último, a la castrense; pero los libros y documentación de aquella época se hallaban en el Provicariato General Castrense del Cuartel General del Ejército, donde pude, al fin, encontrarla. Dice así: «Honras enteras. El Excmo. señor don Antonio Escaño. En la ciudad de Cádiz en el día doce del mes de julio del año mil ochocientos catorce, falleció el Excmo. Sr. don Antonio de Escaño, caballero comendador de Carrizosa en la Orden de Santiago, teniente general de la Real Armada y consejero del Estado jubilado, de estado soltero, edad sesenta y dos años, natural de la ciudad de Cartagena de Levante, hijo legítimo de don Martín de Escaño y de doña María Cristina Cáceres: fue sepultado su cadáver en la tarde del día trece del expresado mes en el cementerio general de San José de Extramuros de esta dicha ciudad, habiéndosele hecho las exequias en la mañana del día veinticuatro del citado mes, en esta iglesia parroquial castrense por la Cruz y clero de ella, y con el funeral de honras enteras recibió el Santísimo Sacramento de la Extrema-Unción, testó militarmente nombrando por sus albaceas a los señores don Tomás y don Ramón de Herrera, capitanes de navío de dicha Real Armada y lo firmé. Gregorio Guedes y Fravas» (esta partida está anotada en el libro 4º de difuntos de los años 1801 a 1814, folio 292, vuelto, y 293 del tomo 1958-58).

Parece deducirse que Escaño no murió el día 11, como dicen casi todos los que han tratado este tema, sino el día 12, lo que parece más racional, ya que no es corriente que los enterramientos se efectúen con dos fechas del fallecimiento. No debe descontarse, sin embargo, como imposible el retraso de un día al inscribir la defunción, en cuyo caso la fecha del 11 sería correcta, pero lo más probable es que la fecha del asiento en el registro parroquial sea la verdadera.

En el entierro iban en cabeza comunidades y clero, siguiendo en dos filas 25 marineros y 25 artilleros, portando todos faroles de barcos; la música de los batallones de Marina tocando con sordina compases fúnebres. En el centro del cortejo iba el ataúd, que era llevado a hombros de seis granaderos. Las cintas eran asidas por caballeros de Santiago, a cuya Orden pertenecía. Después iba la Plana Mayor del Departamento, gobernador militar, generales, jefes y oficiales de las distintas armas y cuerpos y numeroso público. Cerrando el cortejo iba la guardia de honor.

En Extramuros, en la capilla del cementerio, se celebró solemne oficio. Terminado éste, se efectuó el enterramiento en el nicho número 22, fila 1ª, patio 3º de la línea central. Se colocó una lápida con epitafio de Vargas Ponce que decía: «Aquí yace don Antonio de Escaño, teniente general de Marina. Fue regente del Reino. Por su valor y afabilidad, ciencia y rectitud, y por su perfecta hombría de bien, grato a todos y dignísimo modelo. Murió de sesenta y tres años, el de 1814. R. I. P. A.» (Es de notar que Vargas Ponce se equivocó en la edad, pues falleció con sesenta y un años.)

Años después -no he podido averiguar la fecha- sería trasladado al nicho número 19, fila 4ª, patio 4 de la línea Oeste. En 19 de diciembre de 1975 sería definitivamente trasladado al lugar donde se encuentra osario 7, fila 1ª, patio 7, línea Este, grupo 1º.

Con fecha 15 de julio firmó en Madrid el director general de la Armada -aún no se tenía noticia de su fallecimiento en Cádiz- el escrito siguiente: «El señor secretario de Estado y del Despacho de Marina me dice: El rey se ha servido conferir la Capitanía General de Ferrol y Cartagena a los tenientes generales don Francisco Melgarejo y don Antonio de Escaño, y de Real orden lo comunico a V. E. para su noticia y fines correspondientes. Lo que traslado a V. E. para su inteligencia, satisfacción y demás fines consiguientes. Dios guarde a V. E. muchos años. Félix Tejada. Al Excmo. señor teniente general don Antonio de Escaño.»

La Divina Providencia, en sus altos designios, había dispuesto que Escaño no llegase a ocupar la Capitanía General de la tierra que le vio nacer, lo que hubiera sido colofón de su brillante carrera militar.

Poseía Escaño una valiosa colección de instrumentos náuticos que fue distribuida entre los que le conocieron y pudieron utilizarlos. En cuanto a sus obras profesionales, muy apreciados en Marina por su importancia, es de notar el escrito que don Luis María de Salazar, ministro de Marina, dirigió en 10 de enero de 1815 al brigadier de la Armada don Ramón Herrera, albacea del teniente general, solicitándole el manuscrito original del Tratado de Táctica Naval escrito por Escaño con sus opúsculos y toda su obra inédita. Trece documentos fueron enviados por su albacea al Ministerio de Marina, donde se conservaron hasta que el sucesor de Salazar, don José Vázquez de Figueroa, ordenó fueran conservados en el Depósito Hidrográfico.

Cartagena y Cádiz, vinculadas de siempre a la Marina, poseen la honra de formar parte de la vida de Escaño. La primera, por su nacimiento, y la segunda, por su muerte y el reposo de sus restos en el Panteón de sus hombres ilustres.




(*) Álava vivía en la calle Jardinillo, núm. 109, que aún existe -actualmente, Cervantes, núm. 23-, aunque por razón de su carrera durante largos períodos de tiempo estaba ausente. En 1810 se encontraba Álava en La Habana como comandante general de aquel apostadero. Su residencia en Cádiz la había fijado en 1793, contrayendo matrimonio con la gaditana doña María Rodríguez de Alburquerque, veinte años más joven que él. Había sido nombrado capitán general del Departamento de Cádiz en 5 de febrero de 1812. En la fecha en que murió Escaño aún ostentaba el cargo.





 

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