Lo primero que piensa cualquier persona medio sensata es que
es esta Casa de Putas están todos locos. Los responsables y “responsablas”,
dueños absolutos y totales del cotarro, embolsillan dineros a
mantas a costa del pobrecito chingador y encima lo acosan y
marginan como si fuese un bicho raro.
Usted puede ver en las páginas de las mejores revistas, en los
periódicos, en los campos de fútbol, en la T.V. y hasta en los
autobuses urbanos los grandes anuncios voceando su mercancía:
“La Fortuna”, “La Duquesa”, “La Chester”, “La Cubanita”, “La
Farias”, etc., aunque, eso sí, cada una de ellas llevando
colgado al cuello el cartelito con la celebérrima advertencia:
“El joder perjudica seriamente la salud”.
Usted, que es persona normal, se dice: “Joder, con el cacho
negocio que tienen montado con la jodienda y le dicen a la gente
que no chinge porque es malo para la salud. Manda huevos tanto
anuncio incitando al personal a que le dé al triquitriqui y por
otro lado que te digan que vas a coger un sarnazo de no te
menees... Esta gente están locos o tienen la cara de hormigón
armado.”
Hombre, tampoco es así... Lo que ocurre es que hay que conformar
a todo el mundo; hay que darle sitio al que le gusta chingar,
que son la mayoría (de capitán a paje), y a los que le ponen
carita de ascos a todo (virtuosos, pura virtud sin el menor
vicio), que son los menos, pero, como estos no joden ni beben ni
fuman ni comen nada que no esté bendecido por su amigo el médico
y su tío el obispo, pues les fastidia que los demás no sepan
comportarse como es debido. Además, piense que los responsables
y “responsablas” de tan antiguo y próspero negocio (adivine
quienes se reparten acciones y pelas), consecuentes con sus
propios principios, no van a desmontar el tinglado con la
cantidad de duros que ingresan y la cantidad de gente -putas,
chichibobos, chulos, suripantas, palanganeros, correveidiles,
celestinos, palafreneros, menegildas, espoliques, postillones,
dueñas, madames, chupaculos, señoritos, patrones, barandas, el
de arriba, etc.- que comen de la cosa.
Lo que de verdad manda huevos es que, además, y dentro de la
misma Casa, te pongan cartelitos de “Prohibido chingar” por
todas partes. Se comprende que hay sitios y ocasiones donde es
lógico guardarse las ganas, pero, es que ya te ponen el dichoso
cartel hasta a los pies de la cama de la fulana mayor del reino.
Lo honesto sería que si se permite tanta publicidad y fomento
del chingar, que no asusten ni persigan más al pobrecito
cliente. O lo otro, que si, verdaderamente, el chingar produce
cáncer en el colodrillo, que corten radicalmente toda publicidad
y todo fomento de la cosa.
Las dos cosas a un tiempo es, precisamente, lo que hacía Pepita
“La Pendeja”...