Centro es igual a sosiego. Centro es igual a equilibrio.
Centro equivale a serenidad; un estado de catatonía social:
Parques cuidados, impecable servicio de limpieza urbana, madres
paseando los carritos de sus bebés a la luz azul del mediodía,
bajo un sol tibio, primaveral, calmo.
Centro equivale a tranquilidad, pragmatismo, familias armónicas,
barrios cuidando la estética de sus fachadas, adolescentes sanos
y consensuados, buenos estudiantes, amantes del deporte y las
costumbres lavadas. Centro es equidistancia, camisas bien
planchadas, aroma de mañana de domingo en las plazas publicas,
todo el mundo de blanco, una Navidad familiarista antes de un
fin de año de confeti y televisión. Centro es una ciudad de
orden y concierto, con mucha policía y mucha sanidad, con
servicios de urgencia tronando sirenas y niños uniformados
camino del colegio. Las flores no faltan en el Centro de una
mesa de comedor recién colocada.
Centro, en fin, es un socioconcepto que los políticos, otrora
desviados y reaccionarios, usan con donaire abusivo, con
verborrea manifiesta, con urdimbre electoralista y demagogia
descarada.
Centro es una abstracción, un lugar al que se llega con la
calculadora, con el nivel, con la escuadra y el cartabón. Lo
cual es igual a reconocer la imposibilidad de llegar por pies o
por palabras. Centro es una idea abstracta, imposible, un lugar
de rebote que se quiere tomar al abordaje político, ahora que
está tan de moda negar las ideologías, hacerlas un artificio
intelectual, un conglomerado inexistente o una mentira.
Pero, por Naturaleza, Centro es imposible. Por Naturaleza y por
Historia.