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Sabido es que en el lactante la cuna es el espacio infinito.
Así lo decía SCHILLER.
Vemos como cuando el niño Jesús yace fuera de los brazos
maternos en el pesebre la posición es prona, boca arriba, de
«memoria», como también se le denomina.
Efectivamente, es una posición pensante, como imaginativa, del
que busca el cielo desde su reposo intentando tener contacto más
directo con lo que le rodea.
LEISANG nos lo confirma diciéndonos textualmente: «es el niño de
la mañana», de OTTO RUNGE, con ojos y manos abiertas a la luz
«de la mañana», que ¡solo puede mirarse al cielo en posición
supina!
Desde que SPITZY, en 1930, empezó a preocuparse de la postura
más propicia para el niño en la cuna, es cuando se comenzó a
discutir las ventajas del decúbito abdominal sobre la posición
clásica de occidente.
En 1969, GLEISEL empezó a hablar de las ventajas
estático-motoras, sensoriales y hasta de comportamiento del niño
criado en esta postura decúbito abdominal, boca abajo.
Para REISERBAUER, filogenéticamente el lactante hereda de su
madre una tendencia a la posición a cuestas. La misma de los
primates, que es la misma de los niños transportados en la
espalda, sobre todo por los países orientales. Si los padres
viven más en el suelo que en los árboles no estorba el niño en
los brazos, no haciéndose preciso llevarlo en la espalda.
Pero ¿es que no favorece el decúbito supino la conformación
distinta plana de la espalda del ser humano?
El niño en decúbito ventral percibe un mundo distinto más
limitado, menos amplio y más comprensible, seguramente, para él.
En cambio el niño en posición supina no necesita ningún esfuerzo
motor para percibir su entorno, todo viene hacia él, sin más
pasa de las paredes de la cuna al techo de la habitación,
incluida toda la afectividad, profunda para él, del rostro de su
madre que se asoma a sonreírle, a hablarle, a cuidarlo en fin...
La posición de sentado es más prolongada, en el sentir de
RETSBAUER, en el niño acostumbrado a la posición supina, boca
arriba.
Pero hay dos órganos importantísimos, las manos, que tienen una
misión singular en los niños según la postura en que se
desarrollaron.
Efectivamente, los niños criados en posición ventral apenas si
emplean las manos para algo más que para apoyarse. Muy distinto
es el uso de las manos supino: que juega y mira una y otra vez
sus manos formando éstas parte importantísima de su mundo de
relación. Cuando llegan a los tres meses intentan tocar el
rostro materno. Desde los 5 meses pretenden coger los objetos y
a los 6 meses nos sorprenden llevándose los pies a la boca,
cogidos por las manos hasta chupárselos con esa elasticidad
ligamentosa propia de su edad, y extraordinaria para nosotros.
Claro que el decúbito supino favorece la asimetría craneal y
hasta facial. Hasta el punto de que nos digan LEISANG y ASPERGER
que no existe ninguna razón para pensar que esta asimetría sea
patológica.
Pensando en todo esto tendríamos que recordar la maravillosa
asimetría facial de la Virgen Macarena, que tanto nos recalcan
los guías cuando contemplamos su imagen.
La tétrica afirmación de MULLER nos aclara bastante de esto
«completamente simétrico el hombre no lo es sino en el ataúd,
solamente».
Con el decúbito prono esta asimetría es mínima, naturalmente, ya
que nada comprime posturalmente el cráneo en reposo al apoyarse.
Por esto también los procesos de piel son mínimos en esta última
posición. Llegamos a la conclusión sensata de que es preciso que
el niño se beneficie de ambas posiciones. Ambas son
aprovechables.
Desperdiciar sus ventajas es absurdo. Saber aplicarlas es lo
sensato si queremos conseguir el beneficio máximo de todo lo que
se refiere al niño. Seguramente porque comparar dos cosas que
aún no se habían comparado, produce la mayoría de las veces,
nuevas y afortunadas ideas.
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