Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Sabido es que en el lactante la cuna es el espacio infinito. Así lo decía SCHILLER.

Vemos como cuando el niño Jesús yace fuera de los brazos maternos en el pesebre la posición es prona, boca arriba, de «memoria», como también se le denomina.

Efectivamente, es una posición pensante, como imaginativa, del que busca el cielo desde su reposo intentando tener contacto más directo con lo que le rodea.

LEISANG nos lo confirma diciéndonos textualmente: «es el niño de la mañana», de OTTO RUNGE, con ojos y manos abiertas a la luz «de la mañana», que ¡solo puede mirarse al cielo en posición supina!

Desde que SPITZY, en 1930, empezó a preocuparse de la postura más propicia para el niño en la cuna, es cuando se comenzó a discutir las ventajas del decúbito abdominal sobre la posición clásica de occidente.

En 1969, GLEISEL empezó a hablar de las ventajas estático-motoras, sensoriales y hasta de comportamiento del niño criado en esta postura decúbito abdominal, boca abajo.

Para REISERBAUER, filogenéticamente el lactante hereda de su madre una tendencia a la posición a cuestas. La misma de los primates, que es la misma de los niños transportados en la espalda, sobre todo por los países orientales. Si los padres viven más en el suelo que en los árboles no estorba el niño en los brazos, no haciéndose preciso llevarlo en la espalda.

Pero ¿es que no favorece el decúbito supino la conformación distinta plana de la espalda del ser humano?

El niño en decúbito ventral percibe un mundo distinto más limitado, menos amplio y más comprensible, seguramente, para él. En cambio el niño en posición supina no necesita ningún esfuerzo motor para percibir su entorno, todo viene hacia él, sin más pasa de las paredes de la cuna al techo de la habitación, incluida toda la afectividad, profunda para él, del rostro de su madre que se asoma a sonreírle, a hablarle, a cuidarlo en fin...

La posición de sentado es más prolongada, en el sentir de RETSBAUER, en el niño acostumbrado a la posición supina, boca arriba.

Pero hay dos órganos importantísimos, las manos, que tienen una misión singular en los niños según la postura en que se desarrollaron.

Efectivamente, los niños criados en posición ventral apenas si emplean las manos para algo más que para apoyarse. Muy distinto es el uso de las manos supino: que juega y mira una y otra vez sus manos formando éstas parte importantísima de su mundo de relación. Cuando llegan a los tres meses intentan tocar el rostro materno. Desde los 5 meses pretenden coger los objetos y a los 6 meses nos sorprenden llevándose los pies a la boca, cogidos por las manos hasta chupárselos con esa elasticidad ligamentosa propia de su edad, y extraordinaria para nosotros.

Claro que el decúbito supino favorece la asimetría craneal y hasta facial. Hasta el punto de que nos digan LEISANG y ASPERGER que no existe ninguna razón para pensar que esta asimetría sea patológica.

Pensando en todo esto tendríamos que recordar la maravillosa asimetría facial de la Virgen Macarena, que tanto nos recalcan los guías cuando contemplamos su imagen.

La tétrica afirmación de MULLER nos aclara bastante de esto «completamente simétrico el hombre no lo es sino en el ataúd, solamente».

Con el decúbito prono esta asimetría es mínima, naturalmente, ya que nada comprime posturalmente el cráneo en reposo al apoyarse. Por esto también los procesos de piel son mínimos en esta última posición. Llegamos a la conclusión sensata de que es preciso que el niño se beneficie de ambas posiciones. Ambas son aprovechables.

Desperdiciar sus ventajas es absurdo. Saber aplicarlas es lo sensato si queremos conseguir el beneficio máximo de todo lo que se refiere al niño. Seguramente porque comparar dos cosas que aún no se habían comparado, produce la mayoría de las veces, nuevas y afortunadas ideas.




 

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