Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

TEMPLOHerodoto decía que los egipcios eran los más religiosos de los hombres. En efecto, todos los monumentos que nos han legado son templos dedicados al culto de los dioses o sepulcros para el culto de los muertos. Estas dos ideas, la divinidad y el Más Allá, dominaron su vida, informaron su literatura y penetraron en todas sus instituciones. Estatuas de dioses, sarcófagos y momias, muebles funerarios y amuletos, todo nos presentan al hombre adorando y sacrificando.

De las viviendas privadas y palacios de los reyes no resta casi nada, porque los consideraban como lugares de tránsito, posadas donde se descansa unos días. La piedra se reservaba para los templos y ciertas tumbas.

Los textos hallados en las pirámides constituyen uno de los primeros productos religiosos del espíritu humano. Fueron grabados en espléndidos jeroglíficos y contienen fórmulas litúrgicas y plegarias aplicables a distintas personas con sólo cambiar el nombre propio.

Un caudillo poderoso, Menes, consiguió extender su hegemonía sobre todo el delta del Nilo, fundó una nueva capital, Menfis, y unificó al país en un solo reino. Aunque cada pueblo conserve sus dioses y sus cultos locales, desde Heliópolis, Menfis, Hermópolis y Abydos, las doctrinas unificadoras se extendieron por todo Egipto y al lado del dios local, se comenzó a venerar también al faraón. Entonces los sacerdotes se esforzaron por refundir en un cuerpo de doctrina los diversos elementos preexistentes, asociando las divinidades entre sí y estableciendo una jerarquía de poder y dignidad. Re era el dios de Heliópolis; Phtah, de Menfis; Thot, de Hermópolis; Amán, de Tebas, etc. La religión egipcia, pues, no se presentó como un cuerpo doctrinal, firme e invariable, sino como una mezcla de creencias y de cultos yuxtapuestos.

Las representaciones de la divinidad estaban tomadas del escenario maravilloso en que se desenvolvía su vida. Para ellos, el Sol, tan poderoso como necesario, era la manifestación más espléndida del Creador. Habituados a viajar sobre las aguas del Nilo, representaban al Sol en una barca. Con ella atravesaba durante el día el océano celeste y durante la noche navegaba en sentido inverso por un río subterráneo visitando el reino de los muertos. Al amanecer la barca regresaba por Oriente. 

El Sol era también un halcón que cruzaba el espacio (Horus), un escarabajo y el ojo derecho de algún dios, mientras la Luna era el ojo izquierdo, etc.

Ra (el Sol) fue el dios principal durante el Imperio Antiguo y se le rindió culto en Heliópolis. Su fama se extendió pronto por todo el valle y los reyes de la V dinastía le construyeron un templo espléndido. Shou era el dios de la atmósfera, que sostiene el firmamento. Thot, dios lunar, recibía culto en el Egipto Medio y era representado con cabeza de ibis. Se le hizo escriba o secretario de los dioses, inventor de palabras divinas (los jeroglificos) y, por tanto, el maestro de toda sabiduría. Nut, la soberana del cielo, madre de las estrellas, era esposa del dios terrestre Queb. Hathor, con cuerpo de vaca, simbolizaba la paz, y era la soberana de todos los dioses. Bastit, con cabeza de gata, presidía el baile, los juegos y la música, Sekmet, con cabeza de leona, rematada por un disco, se complacía en los combates y en las guerras. Isis, la más célebre de las diosas egipcias, por la extensión de su culto en el Imperio Romano, fue la esposa de Osiris, el señor de las cosechas y reina de la magia.

Cuando el Nilo ha regado las tierras y ha crecido el trigo, es la vida de Osiris que se manifiesta; cuando amarillean las mieses y las aguas se agostan y todo se seca, es Osiris que muere.

También era el rey del mundo inferior, de la mansión de los muertos, y ante su tribunal debía comparecer todo hombre para oír su sentencia.

Sobak, con cabeza de cocodrilo, era el señor de las cataratas. El miedo que causaba aquel temible saurio fue, seguramente, lo que indujo a los habitantes de este país a representarlo con emblemas divinos.

Amán era el gran dios de Tebas, desconocido en la época de las pirámides. Seth, uno de los dioses más antiguos del Egipto, con cabeza de chacal, hocico largo y orejas tiesas, era hermano de Horus, el dios solar, y de Osiris. Con uno y con otro estaba en lucha desde el principio porque Seth era el perverso, el enemigo de la luz.

(Continúa en el próximo número)




 

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