Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Bueno... ¿Qué ¿podríamos decir de nuestro invitado de hoy? Desde luego nunca llegaríamos a la descripción del personaje y su obra, como lo hace J. Ignacio Diez Fernández en su «introducciones y notas» sobre el libro «Poesía erótica», en la cual disecciona pormenorizadamente sus poemas, los estilos propios de la época renacentista, a los que enriquece y añade elementos propios, tal como hiciera su coetáneo Garcilaso de la Vega, posiblemente debido a las derivaciones del petrarquismo, y la moda imperante eran los sonetos, las octavas reales, las églogas, los tercetos encadenados y otras diversas formas del verso. Se remonta a las fuentes de Dolce y Ariosto, mezcla la poesía de los clásicos como Ovidio y las antologías griegas, y aún se retrotrae a las «jarchas» y los Siglos de Oro de la literatura, e incluso, a veces escribe como testigo o protagonista con apariencia de proximidad a lo biográfico, y un «yo» que varía dentro de la composición.

Pero, una vez leída una parte de su obra, mejor dicho, de su extensa obra, y ciñéndonos al libro ya citado, me quedaría, según sus poesías en el mismo, y como otros historiadores le catalogan, de que Hurtado fuera un platónico enamorado y un bullicioso putero.

Este granadino, nació el año 1503 y acabó sus días en Madrid en 1575; de noble cuna -primer marqués de Mondéjar- se educó en Granada, Salamanca e Italia, iniciando una brillante carrera diplomática, durante la cual desempeñó los cargos de embajador en Inglaterra y en Venecia. Con 39 años representó al Emperador Carlos V en el Concilio de Trento. Gobernador y Capitán General de Siena y la Toscana, y embajador en Roma, hubo de ser relevado por diferencias con el Papa Paulo III, pasando a ser miembro del consejo de estado y Caballero de la Orden de Alcántara.

Quizá debido a su talante versátil, como guerrero-poeta que tomaba «ora la espada, ora la pluma» -Garcilaso de nuevo-, con motivo de una disputa en palacio con Diego de Leyva, fue desterrado a Granada, donde luchó en la guerra de las Alpujarras y en la serranía de Ronda.

Y así, entre destinos, guerras y destierro, nuestro protagonista escribe sus poemas eróticos, satíricos y burlescos en su mayoría, descargando cintarazos a diestro y siniestro, bien en el sentido de un antifeminismo atroz, como un antimachismo feroz, como lo demuestra cuando atribuye a la mujer sus muchos defectos y apetitos sexuales, y al hombre cuando lo trata de cornudo, confiado y seducible.

Domina como pocos -seguramente a causa de su excelente cultura- la Mitología, nombrando dioses y diosas a destajo, especialmente en su «Epístola en alabanza de la cola», donde en tercetos habla desde los signos celestes todos, pasando por Júpiter, al que trata de «viejo lujurioso», Amaltea, Proserpina, Juno o las Arpías, en su afán de enaltecer la «cola» en su sentido de miembro viril, del que dice:

A los hombres, por ser tan principales,
se la puso delante, y puso en ella
más fuerza de virtudes naturales.
A la mujer, tan delicada y bella,
no quiso poner cola, mas que fuese
su ansia principal la guarda della.
Por esta causa quiso que tuviese,
según algunos dicen, un secreto
lugar do la guardase y escondiese.

Pero es Venus especialmente la diana de sus dardos, dedicándole varios sonetos en los que proliferan los insultos y los epítetos más soeces -lo que hace en otros muchos poemas-, como en el «Soneto 9». Y más adelante:

¡Oh, Venus, alcahueta y hechicera,
que nos traes embaucados tierra y cielo!
¡Cuántas veces por falta de una estera
has hecho monipodios en el suelo!

¡Cuántas veces te han visto andar en celo
tras los planetas machos, cachondera,
pegada y abrazada pelo a pelo
y pellejo a pellejo, dentro y fuera!

No me andes rodeando, puta vieja,
que no tengo tan dura la costilla;
guarda, que esta mi mano te apareja,

con un cuarto abrochado o candelilla,
un «memini» raudal de rabo a oreja
cual nunca dio a mujer hombre en Castilla.

No para ahí, pues, en el «Soneto 13», dice de ella:

Señora, la del arco y las saetas,
que anda siempre cazando en despoblado,
dígame, por su vida, ¿no ha topado
quien le meta las manos en las tetas?

Escribiendo sobre el «puterío» no se queda corto, como lo demuestra en su «Soneto a una de mala vida», o en la «Epístola a manera de matraca», diciendo de las putas: «A la más que perniciosa/ infame, vil, detestable,/ baja, sucia y asquerosa,/ horrenda y abominable,/ astuta/ sagaz, artera,/ fraudulenta, embustidora,/ desleal, engañadora,/ impía, celesta, hechicera,/ otra Circe encantadora,/ cruel, porfiada, adevina,/ vicaria de Celestina,/ exorcista, engañadora.../ Que aquí Tulio y su elocuencia,/ Demóstenes y Platón,/ se vieran en confusión/ quedando corta su ciencia.»

Asimismo, no quedan muy bien parados los hombres, pues trata el tema de los cuernos con profusión. Bien es verdad que este asunto también fue objeto de poemas en las plumas de Quevedo, José Iglesia de las Casas, Gutierre de Cetina o Baltasar de Alcázar, e incluso de nuestro más cercano Camilo José Cela en su «Diccionario del erotismo». De ahí que podríamos entresacar «Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con gusto lo que a él le sobra», en el que puntualiza:

Dícenme, Don Jerónimo, que dices,
que me pones los cuernos con Ginesa;
yo digo que me pones cama y mesa;
y en la mesa, capones y perdices.

Yo hallo que me pones los tapices
cuando el calor por el octubre cesa;
por ti mi bolsa, no mi testa, pesa,
aunque con molde de oro me la rices.

Este argumento es fuerte y es agudo;
tu imaginas ponerme cuernos; de obra
yo, porque, lo imaginas, te desnudo.

Mas cuerno es el que paga que el que cobra;
ergo, aquel que me paga, es el cornudo,
lo que de mi mujer a mi me sobra.

Una de las «Fábulas» de más renombre nacidas de la pluma de Hurtado de Mendoza es la «Fábula del cangrejo», en la que salen a relucir Neptuno, Glauca, Eneas, Dido, Apolo, Dafne, Galaón, Héctor, Vulcano, Venus, Proteo... relatando lo que le sucedió a Glauca cuando se estaba bañando:

Por huir del calor grave, importuno,
que en el ferviente Julio el cielo envía...
...Acá y allá un cangrejo discurría
buscando alguna presa que robase;
tal la halló cual yo hallar querría
cada y cuando que alguna yo buscase;
fuertemente de Glauca el malo asía,
tal que no hubo poder que le arrancase
de aquella honda sima a quien debemos
los hombres esta vida que tenemos.

Glauca llamó a su madre para que le ayudase a sacar el cangrejo de su «escondrijo». Pero el escurridizo y astuto animal no se dejaba:

Ellas a lo sacar, él a meterse,
ellas a desasirlo, y él a asirse.
La madre clama y la mozuela llora
y el cangrejuelo siempre se mejora.
Un mancebo aparece en la ribera,
ruéganle que le saque aquella fiera.
A lo que de buen grado se prestó
el fuerte joven, diestro cirujano
metió la mano suave y dulcemente
por aquel hondo y monstruoso llano...
...la que mete Vulcano, el gran herrero,
en la fragua de Venus.
La que sube y abaja a cada punto;
la que saca su vida de su muerte;
la que ahora tiene talla de difunto
y al poco rato está muy viva y fuerte.
Dióse tal maña al fin que el monstruo saca
con su príapo de la gruta obscura,
y a la señora todo el mal le aplaca
con esta tan suave y nueva cura.

Mas, Glauca, a quien tan satisfactoria «operación», que gustosamente hubiera hecho cualquier ginecólogo de no existir el carca juramento hipocrático, le pareció insuficiente; díjole a su madre:

No me dejéis morir de mal curada,
madre, pues no se excusa que yo muera,
qué no está del todo en mí agotada
la casta que dejó aquella fiera,
que otros mil cangrejuelos parió dentro
que es menester sacarlos de su centro...
«Mucho placer debió haber la señora,
cuando quiso gozarlo a toda hora».
La madre, como fuese algo taimada
y en aquel menester muy entendida,
entendióle la treta delicada
y a que fin también fuese dirigida
y da al mozo su hija bien dotada
para de todo punto ser guarida.
Y con su esposa el nuevo desposado,
para sacar cangrejos se ha quedado.

La obra de nuestro personaje insiste en la lujuria femenina, poniéndolo de manifiesto en otro de sus tercetos «A la pulga», a la que, después de anatemizarla por asaetear con sus picotazos a los humanos, y al esconderse en los mas recatados lugares de la mujer, le dice:

¡Qué libremente estás gozando y viendo
aquellos bellos miembros delicados!,
y, por do nadie fue, vas discurriendo.

El propio Samaniego escribió un poema similar, quizá más atrevido, en el que cuenta que:

Encontrándose la joven Isabela
en su lecho acostada,
del todo despojada,
una pulga va y se mete
en aquel lindo y vaginal ojete
que tan dulces placeres atesora...

Y no encontrándola ni aún buscándola a la luz de una vela en la superficie:

...también el albo dedo va metiendo
a ver si «allí» la encuentra;
y a medida que lo entra
y que hurga presurosa,
halla una sensación tan deliciosa,
que a continuar le excita,
el dedo a toda prisa meneando
hasta que, blanca espuma derramando,
queda la pobrecita,
la boca medio abierta y fatigada
y los ojos en blanco y desmayada.
Como a pesar de todo, no saliera
el bichillo infernal de su tronera,
desde entonces apenas pasa día
que no la busque con igual porfía.

Y así podríamos seguir, citando los elogios «A la zanahoria», O «A una señora que le envió una cana», y «A una dama entonada», o «En loor del cuerno», los «Consejos», la «Sátira contra las damas de palacio», y tantos sonetos escritos siempre en esa línea burlona, crítica y erótica de la que tanto hace gala.

De sus biografías, estudios, antologías, ediciones e incluso traducciones a diferentes idiomas, pueden encontrarse centenares, si bien muchas veces le han atribuido poemas quizá escritos por Gutierre de Cetina, Lope de Vega, Samaniego, Quevedo, Sebastián de Orozco, Mendoza y otros. En cuanto a las ediciones, parece ser que Knapp publicó la primera en 1877, cifrando sus escritos en 169 (?), habiéndose continuado hasta -que yo sepa- el año 1995.

Ha llegado el momento que, siguiendo mi costumbre en estas «Consideraciones», aporte algo propio. Pues no sería justo que no rindiera homenaje al maestro, y le contestara en su misma línea o parecida con poemas de mi particular cosecha. Vaya, pues, este, escrito con motivo de una comida que ofrecimos a varios amigos que se llaman Luis, los componentes de nuestra semanal reunión durante años -ahora falto mucho-, con personajes inolvidables de La Isla, tales como Don Celestino Rey, Don Antonio Zambonino, Don Miguel Gil Rábago, Don «Curro» Vázquez, Don Enrique Salas y otros ilustres jubilados. Yo estaba aún en «activo» (lo escribí en 1989) y era, entre estos entrañables personajes, el «chicuco» de la reunión. Decía así:

San Luis, de los «cien mil» hijos
el que, a pesar de ser Santo,
«fit l´amour» a pasto, tanto,
que todos salieron «pijos».
Pues, muy cerca de mi tierra
-de esto hace ya muchos años-,
les «dieron caña» en la guerra
los del General Castaños.
Así, vos sois descendiente
de los bravos cien por cien,
que les partieron los dientes
en el sitio de Bailén.
Y así salen de «pillines»
estos «machotes puretas»...
Pues bullen sus «cataplines»
cuando ven un par de tetas.
Se animan vuestras retinas,
saliendo de los cristales.
¡Al cuerno las medicinas
y al carajo vuestros males!
Sí, que yo me he dado cuenta,
que cuando pasa un guayabo,
vuestro ser se recalienta
y se os solivianta el «rabo».
Seguid así hasta la muerte,
sin espíritu senil,
bebiendo en esta reunión
y admirando chica mona.
Que Dios os dé mucha suerte
y la vida os sea feliz,
os desea de corazón
vuestro poeta, CARMONA


Habiendo hablado de los hombres, justo es que me refiera al elemento femenino siguiendo la tónica de nuestro soldado-poeta. Pero también, y continuando con la crítica que él utiliza, yo, en este caso, voy a referirme a algo que por doloroso y cercano, no se debería haber consentido por contemporizar demasiado, o por cobardía. Pero que, desgraciadamente, está ahí por haber llegado a que un incipiente tumor benigno -y por tanto, fácil de extirpar-, haya degenerado en una metástasis. De ahí que haga unas disquisiciones que hablan


DE PUTAS Y REPUBLICAS EUSKALDUNAS

Hoy se dice que son «trabajadoras
del amor», pero, antes, eran putas,
las que llevaban vidas disolutas,
porque se abrían de pierna a todas horas.

Si una puta «mujer pública» era,
y re-puta la que, por tanto, es doble,
se entiende que, según este desdoble,
la «Euskalduna Re-pública» tal fuera.

Ergo, si esa «República» es gran puta,
y ETA y otros partidos sin cojones
quieren, de España y Francia, unas regiones,
e «hijos de la Re-pública» es su ruta,

son ellos mismos quien se denominan:
Pues, que «Re-pública» cual madre quieren,
es porque «hijos de puta» ser prefieren,
los que extorsionan, roban y asesinan.

(Mírenlo así los vascos, despreciando
a quienes sólo sangre van sembrando).

Por descontado que mi entrañable afecto está con la mayoría de los vascos, máxime cuando de allí procede mi segundo apellido, del que me honro.

Y, por supuesto, nuestro agradecimiento a este granadino universal, que con su poesía erótica y burlesca sirve de contrapeso a otras más convencionales y de estilos más generalizados, sobre temas escritos por tantos y tantos maestros de la literatura, con lo que el fiel de la balanza se queda en el centro, y eso es bueno. Ya que, según se dice, la mujer sabia y prudente:

En fin ha de tener en todo el medio, pues lo mejor de todo es «lo del medio».






 

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