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El siglo XVII fue muy malo en productos bibliográficos ante
la brillantez del siglo precedente y de los incunables. Las
causas hay que buscarlas en la grave crisis económica acarreada
por las guerras de religión. Decaen las ediciones de los
clásicos, de los Padres de la Iglesia, de las Summas y hasta de
las Biblias, por estar prohibida en los países católicos su
lectura en las lenguas vernáculas.
Se produce un descenso de los libros en latín y un auge de los
de lenguas vernáculas. Aparece con ello un nuevo tipo de libro
restringido a sus áreas nacionales y con ello la piratería
editorial. No se compensó este fenómeno con el esplendor de las
literaturas de algunos países que dieron nombres como Cervantes,
Lope, Calderón y Quevedo en España, Shakespeare en Inglaterra y
Corneille, Racine y Molière en Francia, por ejemplo.
También hizo su aparición un mercado para folletos y panfletos
informativos como las primeras publicaciones periódicas, o las
primeras revistas científicas, pues se produjo la gran
revolución científica europea con figuras como Kepler, Galileo,
Bacon o Harvey.
Los libros presentan un aspecto descuidado, pues se persigue la
economía para el nuevo público. Predominan el mal papel, las
malas tintas, la mala impresión y los tipos corrientes. El
estilo barroco domina en la ornamentación del libro. Los
formatos lujosos venían de manos de mecenas reales y nobles a
cambio de adulatorias dedicatorias al comienzo de la obra.
Se impuso una rígida censura y se gravó el papel, que alcanzó
altos precios, y la importación de libros.
Nos vamos a fijar en los principales países productores.
PAÍSES BAJOS
Los Países Bajos ostentan la hegemonía de la industria
del libro durante este siglo.
Al independizarse de España, Holanda se convierte en la primera
república burguesa de la historia que vivió un fuerte desarrollo
económico, político y cultural.
Se inició una nueva forma de comercio de libros, ofrecidos en
subasta al mejor postor. Apareció la nueva dinastía de editores
de los Elzeviros, iniciada por Luis Elzeviro que fue maquinista
de Plantino y luego librero, y sus nueve hijos crearían las
famosas imprentas que llevaron su nombre. No eran intelectuales
ni bibliófilos, sino más bien gente de comercio que consiguieron
abaratar los precios poniendo de moda los actuales libros de
bolsillo de mala calidad. Su escudo era un águila con siete
flechas de las siete provincias holandesas. Sus libros tuvieron
fama hasta el XIX y los coleccionistas de la historia de la
bibliofilia hablan de una manía de Elzeviros, por los que se han
llegado a pagar cantidades astronómicas.
Otra familia de editores holandeses que compitió con los
Elzeviros es la iniciada por Jan van Vaesberghe.
Holanda, país de marinos, alcanzó un gran desarrollo de la
cartografía destacando la casa Blaeu con sus maravillosas cartas
de navegar.
FRANCIA
Las luchas religiosas, la guerra civil y la ascensión
del absolutismo real al poder limitaron la producción y
circulación del libro. La universidad de la Sorbona deja de dar
la autorización para la impresión y venta de libros, pasando
este deber al Gobierno que asfixia el mundo del libro y reduce a
39 el número de impresores en toda Francia.
Destacó el editor Sebastián Cramoisy, editor de los jesuitas,
impresor y librero del rey y protegido de Richelieu que le
nombró primer director de la Imprimerie Royale cuando fue creada
en 1840 para dar propaganda política y religiosa, y que más
tarde llamarían Imprenta Nacional. Su actividad se inició con
una buena edición de la Imitatio Christi, de Tomás Kempis, a la
que siguieron las obras de San Bernardo, una serie de escritores
bizantinos y la curiosa creación Ad usum Delphine, textos
clásicos expurgados con comentarios y vocabulario para facilitar
el conocimiento al Delfín o heredero de la corona.
La Imprimerie Royale también desarrolló el arte del grabado en
cobre. La ilustración del libro alcanza gran categoría.
INGLATERRA
Tampoco fue brillante el mundo del libro en este país,
debido al temor por las disputas religiosas y al poder real.
Isaac Jacggard publica en 1623 una edición de las obras
dramáticas de Shakespeare llamada First Folio por su formato.
El nivel técnico de la tipografía fue tan malo que se han hecho
célebres erratas como aquella que confundía en una Biblia a
Jesús con Judas o la que alteraba el sexto mandamiento
postulando «cometerás adulterio».
En la segunda mitad del siglo hubo una ligera mejoría y a
finales el gobierno empieza a dar medidas favorecedoras que
empezaran a dar sus frutos el próximo siglo.
ALEMANIA
Este país quedó arrasado, estancado y arruinado con la
Guerra de los Treinta Años. Las bibliotecas de los conventos
fueron víctimas especiales en los enfrentamientos.
La tipografía e ilustración de esta época pertenecen a lo mas
pobre de la imprenta alemana. El comercio del libro se mantuvo
esencialmente de impresiones fraudulentas que no pagaban ni los
derechos de autor.
ESPAÑA
En España también se agudizan las medidas represivas
que dominaban en el resto de Europa. La vigilancia de la
Inquisición se ejercía tanto en la impresión, importación,
circulación y tenencia de libros prohibidos, apareciendo índices
o catálogos de libros prohibidos.
Madrid se convirtió en capital de los Austrias y adquiere gran
importancia en la impresión junto a las capitales de la Corona
de Aragón, Barcelona, Valencia y Zaragoza.
Las publicaciones periódicas.
Con algunos antecedentes, como ciertos avisos o noticias
manuscritas durante la Edad Media o listas de informaciones
periódicas impresas durante el XVI y XVII, es en este siglo
cuando se generalizan las publicaciones periódicas con carácter
semanal por el ritmo de las diligencias en servicio de postas.
En nuestro próximo capitulo veremos el siglo XVIII de la
Historia del Libro.
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