![]() |
Portada gral. | Staff | Números anteriores | Índice total 1999 | ¿Qué es Arena y Cal? | Suscripción | Enlaces |
La gente habla de política. No sólo es sensato que así sea:
es necesario. Nuestro futuro depende de la buena gestión de los
recursos públicos, de la buena planificación de la actividad
municipal y de la inteligencia de los gobernantes. Si yo fuese
inteligente me vería obligado a meterme en política porque es la
más útil de las actividades a las que puede dedicarse un
espíritu despierto.
No me vale ese tópico que hace las veces de excusa: que todo
político es un ladrón y un charlatán. Resulta que, aunque así
fuera (que no lo es), son ellos quienes dirigen nuestra
sociedad. Ciegos estamos. Mejor dicho: carajotes. Metámonos en
política porque están en juego nuestros intereses.
¿A dónde van las palabras de los que charlan de política? A
ninguna parte. ¿A dónde van las palabras de la clase política? A
la ley. Y de ahí a la calle. Y de ahí a nuestras vidas. Y luego
te quejas que si la situación económica va mal, que si la
delincuencia, el paro... ¿has hecho tú algo para evitarlo?,
¿piensas que la perorata en un bar es un remedio eficaz para los
males de tu ciudad? ¡Despierta!
Conozco a un montón de gente inteligente. Pero la sensatez
brilla por su ausencia. Oigo decir que no van a votar, que la
política es para mentirosos, que todo seguirá igual de mal...
como si ellos no fueran directamente responsables de que las
cosas sean así, por pasotas.
La culpa de cómo nos va es nuestra. Preferimos ser vergonzosos,
interesados y malpensantes antes que ciudadanos que se preocupan
por sus asuntos. La democracia no es un derecho que todos
podamos exigir, sino un deber de participación en la gestión de
nuestra sociedad. Un deber que todos deberíamos cumplir.
Pienso que todos deberíamos hacer una especie de «mili
política», pues más importante que hacer la instrucción es
manejar con sapiencia el erario público. Después de todo, ¿de
qué sirve jurar bandera si no es para defender tu patria? ¿Y no
es su peor enemigo nuestra propia insensatez y pasividad?
Meterse en política es contribuir a que todo progrese. Es el
mejor modo como puedes ayudar a tu país y a tu ciudad. Es el
verdadero patriotismo. Jurar una bandera o animar a la selección
de futbol es, en comparación, una nimiedad.
Que nadie me critique a los políticos porque ellos, aún cuando
algunos caigan en las tentaciones del poder, se preocupan por su
tierra y trabajan para ella. Su trabajo es nuestro bienestar y
sus planes nuestro futuro. Todo alcalde se merece un monumento y
una calle. Todo concejal nuestra admiración. Todo afiliado
nuestra simpatía.
Yo soy andalucista. Casi no me importaría ser popular o
socialista o lo que sea. Casi me da más o menos lo mismo. No soy
demasiado inteligente y prefiero aprender que enseñar. Me metí
en política porque me gusta la buena vida: disfrutar de una
ciudad hermosa con gente alegre y con trabajo para todos. Yo no
sé mucho de nada pero creo que puedo ayudar con mis ideas y mi
crítica a que nuestra ciudad sea cada día un poco mejor. Nunca
he pensado robar a nadie porque no me hace falta y porque,
además, me gusta dormir con la conciencia tranquila. Mi vida es
muy importante para mí y resulta que ésta tiene lugar en un
barrio, por unas calles y con una gente que se organiza a través
de leyes que nacen de propuestas de partidos que lo hacen lo
mejor que pueden. No hice la mili ni juré bandera, pero ahora
sirvo a mi patria mejor que antes de afiliarme.
Así pensamos algunos, no demasiados, de los ciudadanos de esta
ciudad. Pero incluso nosotros pensamos alguna vez que quizás
nuestro compromiso sea un error.
Hay un cierto pudor a decir «¡Viva España!» fuera del terreno
deportivo y hay un cierto pudor a decir «pertenezco a tal
partido» fuera, claro está, de este partido. La gente te mira
con gesto de rareza, pensando que algo no huele bien, que tú
buscas chupar de la teta pública, que eres un aspirante a
aprovechado. Se sospecha de nosotros como si hubiéramos hecho
algo malo cuando en realidad son los otros los disidentes de su
deber de participación en los asuntos de la comunidad.
Yo te hablo a ti, lector. No me gustan los monólogos. Te quiero
pedir tu apoyo a mi afiliación y tu admiración para la clase
política. Quiero que me veas como a un ciudadano con ganas de
ayudar, no como a un aprovechado. Quiero que veas a los
políticos como lo que son: gente que trabaja para tu bienestar.
Me insulta la actitud de la mayoría de mis conciudadanos. Muchas
veces me siento solo. ¿Por qué las sedes no están abarrotadas?
Puede que el problema sea de educación: ¿por qué es más
importante la Revolución Francesa que las elecciones
municipales? ¿Por qué los niños y niñas van de excursión a la
Sierra en vez de al Ayuntamiento? Seguramente un marketing
adecuado ayudaría bastante. Y también que los padres de los
jóvenes recuperasen la ilusión por la política, a pesar de los
muchos escándalos que todavía queden por destapar.
Sea como fuere, todas estas consideraciones son secundarias. Me
da igual que el afiliado político tenga mala prensa, que los
padres estén desilusionados por los escándalos de la última
década, que yo no tenga suficiente labia o astucia. Mi ciudad
tiene problemas y necesita de nuestra imaginación y nuestras
ideas urgentemente.
Yo quiero a mi ciudad y quiero que salga adelante. Tú también.
Todos buscamos lo mismo. Amigo lector, no somos amigos pero
vivimos en la misma ciudad. ¿No ves que nos necesitan? Mira por
tus intereses y métete en política.
Pulse la tecla F11 para ver a pantalla completa