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El origen de este puente no está lo suficientemente claro;
existen muchas hipótesis sobre su construcción, a pesar de lo
cual la fecha debe ser muy antigua. Durante los siglos XIII al
XV se realizaron obras para su reparación, con lo que se
desprende que su construcción debió de ser muchísimo antes.
Sabido es que en esos años no era como ahora, que antes de
terminar una obra estatal ya se está librando el presupuesto
para su reparación. La historia de La Isla cita que en el siglo
XV Juan II, Rey de Castilla, le concedió a D. Juan Sánchez de
Zuazo el «Señorío del Castillo y Logar de la Puente».
En este siglo, recogido en un documento de los Zuazo, se dice
que la principal renta de la familia era la de «una barca que
podría utilizar los pilares del puente como amarres».
En el siglo XVI se realizan reformas de carácter arquitectónico
sobre los restos que existían y que pertenecían a épocas
anteriores.
La reconstrucción de este puente fue objeto de muchos proyectos;
el primer arquitecto al que se le encargó fue Alonso Rodríguez,
Maestro Mayor de fábrica de la Catedral de Sevilla.
Posteriormente se le encargó a Benedicto de Rávena y,
finalmente, a los hermanos Guillisasti, quienes trabajaron en la
obra durante la segunda mitad del siglo XVI.
Este puente tuvo una gran importancia topográfica, puesto que
era paso único y seguro entre la Isla y el Continente; debido a
esa importancia se vio favorecido por la aplicación de un
impuesto especial sobre las mercancías que se cargaban con rumbo
a América en el puerto gaditano. La aplicación de este impuesto
estaba destinada a sufragar los gastos originados por su
reconstrucción, que fueron elevados, ya que se termino por
ejecutar un puente nuevo de dimensiones poco usuales para el
momento de su edificación.
Esto viene a demostrar que la importancia que el puerto marítimo
de Cádiz tuvo en el siglo XVI se debió, en gran parte, a la
existencia del puente Zuazo, por ser lugar obligado de paso de
las mercancías que procedente del Continente se embarcaban rumbo
a las Américas.
A finales del siglo XVI, Luis Bravo de Laguna hace un detallado
informe sobre Cádiz y sus fortificaciones, haciendo mención
especial al Puente de Zuazo como nexo de unión de La Isla con
tierra firme, analizando la propuesta de levantar una torre no
muy alta, capaz de resistir a las baterías de las galeras
enemigas que pudieran venir por el río San Pedro.
Hacia el 1580 otro Ingeniero, Fratín, se ocupó del reparto y
fortificación de este puente, haciendo la traza de un fuerte
para su defensa, ordenándole a Diego de Benavides que hiciera
este fuerte con el dinero procedente del l% sobre las
mercancías. O sea, que un porcentaje del dinero que entraba en
la ciudad era empleado en obras que beneficiaban a la misma. Hay
que ver cómo cambian los tiempos. Todo lo contrario de lo que
ocurre ahora.
En 1592 se encontraban realizadas casi en su totalidad las obras
de reparación proyectadas, tal como era deseo de Felipe II que
lo había ordenado al Duque de Medina Sidonia. Y es en este año
cuando se emprende la construcción del arco principal de dicho
puente.
Tras el asalto anglo-holandés de 1596, se pudo comprobar cómo el
puente de Zuazo sirvió para poder paliar, en cierta medida, el
grave daño efectuado a la ciudad de Cádiz. Por esta razón, Pedro
de Velasco consideraba perentorio levantar dos fuertes, uno
mirando a la parte de Cádiz y otro mirando a tierra firme. Uno
estaba destinado a impedir que el enemigo pudiera tomar el
puente. El otro serviría para facilitar la entrada de los
socorros provenientes de las localidades vecinas.
En el siglo XVII, y mas concretamente en 1605, el puente de
Zuazo estaba totalmente fortificado, con una cortina y dos
caballeros, y un foso de mas de 200 pies de ancho. Existían dos
baterías en la cabecera del puente, la de la parte del
continente poseía un puente levadizo que después se transformó
en rastrillo. La fortificación del lado del Continente tenia
planta rectangular y la del lado de la Isla la tenia estrellada,
completados con un revellín y barbacana muy bajas de cañones.
La fortificación más separada del puente era la denominada del
Portazgo, a orillas del caño Zurraque, en cuyas inmediaciones se
levanta el Arrecife (Ventorrillo del Corral), que contaba con un
pequeño foso y puente levadizo.
Defendiendo los flancos de las baterías del puente, existían dos
baluartes, el de San Pedro y el de San Pablo que estaban dotados
de cuerpos de guardias y almacenes para la munición.
A la derecha e izquierda de la actual carretera, y situados más
próximos al puente, se encontraban los baluartes de Daoiz y
Velarde, de similares características a los anteriores,
enclavados en las salinas de Santa Teresa y Santa Ana.
En estas marismas y sus alrededores fueron detenidas las tropas
francesas que quisieron invadir la zona, en el siglo XIX. En
este histórico puente las Brigadas de Artillería e Infantería
Real de Marina y Fuerzas Navales y del Ejercito, sin olvidar a
un sin fin de voluntarios civiles lugareños, al mando de Don
Diego de Alvear y Ponce de León, rechazaron los ataques del
Ejercito Francés durante más de 30 meses, concretamente desde el
10 de febrero de 1810 al 25 de agosto de 1812, siendo el último
baluarte de la Independencia Española. Por esta sobrada razón,
este punto histórico se considera de gran trascendencia en toda
la Bahía. A nadie se le ha ocurrido pensar ¿qué hubiera sido de
España si hubieran pasado las tropas de Napoleón? Mucho nos debe
la Historia a los isleños como para que ahora los políticos en
el poder nos nieguen lo que pedimos.
Junto al Puente todavía existen unas baterías que se han
conservado, en su mayoría, intactas.
Nota aclaratoria.-
Los datos ofrecidos no proceden de estudios históricos, ni mucho
menos. Han sido recopilaciones obtenidas como consecuencia de
ser, actualmente, copropietario de esos terrenos, situados
concretamente a la espalda del Restaurante «El Inesperado».
Al comunicarnos la Dirección General de Bienes Culturales,
dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía, que nuestros terrenos estaban incluidos en el
Catalogo General del Patrimonio Histórico Andaluz con la
categoría de Sitio Histórico, me he visto obligado, cuando
menos, a comprobar si era cierto lo que la Administración nos
dice, y, aunque económicamente me hayan dado un palo, como
cañaílla me encuentro muy orgulloso de ser uno de los
propietarios de esos terrenos donde quedó claro que «De la Isla
de León no pasó Napoleón» Y que se le vaya quitando de la cabeza
a los Ayuntamientos de San Fernando y de Puerto Real la idea
conjunta que tienen de hacer un Parque Temático en esos
históricos terrenos. Por seguro que, entonces, los actuales
propietarios emularemos a nuestros antepasados y haremos lo
mismo que ellos hicieron con las tropas napoleónicas, el sitio,
no cabe duda, conserva la solera de la lucha entre David y
Goliat. Aunque, lógicamente, en estos tiempos, no será a
bayoneta calada. Tendrá que ser en el T.S.J.A., donde,
precisamente, uno de los municipios citados, últimamente, no
tiene mucha credibilidad que digamos y ya ha recibido más de un
fallo en contra de ese alto Organismo Judicial.
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