Barrerán mis locos pensamientos
las amarillentas hojas arremolinadas
por el vendaval y el céfiro.
Alisaré dulcemente
la tierra removida
por el descarnado paso
de tu cabalgadura.
Y esperaré pacientemente
a que el abedul de anchas sombras
vuelva a crecer
bajo mi ventana.
HERIDA MORTAL
Se le quedó la noche entre los ojos,
y la dicha antigua
dormida en la conciencia.
Se le quedó el dolor de aulagas negras
de tus manos,
y un silencio repentino
en la sonrisa.
Y la mirada prendida, se le quedó,
en el turbio pozo de la nostalgia,
mientras sus afilados dedos
deshojaban margaritas
abatidas por el desencanto.
Se le quedó un espasmo dulce de paloma
y una extraña fuerza contenida,
y en su alcoba,
muros de penumbra en los rincones,
y una lluvia de fuego
hecha cenizas.
Va a morir de amor,
y no lo sabe:
es herida mortal la que le sangra.