Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

En claro contraste con el siglo anterior, nos encontramos en uno de los momentos más brillantes de la historia del libro. Se aportó poco en ideas literarias, pero las que hubo fueron publicadas con excelente calidad. Se utilizó el mejor papel, la mejor letra y cuidadas encuadernaciones.

Estamos en la época dorada del libro. El pesado estilo barroco cede su sitio al estilo rococó que se convirtió en el heredero brillante y ligero, alegre y elegante que congeniaba con las formas y el estilo de vida que caracterizaba a las clases superiores del XVIII frente a lo pesado y pomposo del siglo anterior. Las portadas eran más ligeras, el papel de los libros era más liso, blanco y de mejor calidad, y las letras más diáfanas y claras. La ornamentación se libera de la estricta simetría y sus motivos se disponen de modo asimétrico. En Europa los libros llevan ilustraciones pequeñas y sencillas, aunque en Francia hubo buenos ilustradores.

Los centros intelectuales en el XVIII ni eran monasterios ni universidades, sino salones de casas nobles, librerías, academias y cafés donde se formaban tertulias de amigos que leían, hablaban y discutían de temas literarios, históricos, científicos, sociológicos y políticos.

Deja de escribirse en latín, pero surgen entonces barreras para la intercomunicación de los hombres de ciencias. Como remedio, se puso de moda el francés.


FRANCIA

El incremento del número de lectores y de aficionados a la bibliofilia favoreció la difusión del libro a pesar del control de las autoridades y de las altas tasas legisladas.

Los temas que predominan son los científicos, morales y literarios en los que abundaba la literatura galante, erótica, porno, novela y poesía.

Se produce el apogeo francés de libros ilustrados, sobre todo de 1750 a 1775. Gracias a la afición al lujo de la corte se pudieron mantener, pues requerían un elevado coste. Había ilustraciones ornamentales y de la página entera de acuerdo al tema del libro. Entre las obras ilustradas más importantes podemos citar un Moliere de 1734, editado con ilustraciones de Boucher, o las Fábulas de La Fontaine, de 1759, con ilustraciones del pintor Oudry. Quizá el libro más bello se considera «Choik de Chansons», de 1773, de B. de Laborde y editado por Lormel.

Era una literatura bella y hedonista. Las grandes obras francesas del pensamiento, de Montesquieu, Rousseau, Voltaire, se publican fuera de Francia por su mordacidad.

También son importantes los nuevos tipos de imprenta y los nuevos punzones de Louis Luce, los de Fournier y los de la familia Didot en cuyos tipos se basa toda la tipología actual.

Francia también va a la cabeza de la encuadernación. Aparece el «encaje» o «dentell» en las portadas. También populariza el mosaico. A finales de siglo, con Napoleón como emperador, de las alegres y ondulantes líneas rococó se pasó a una imitación de la simplicidad lineal de la antigüedad con el estilo imperio. Las excavaciones de Herculano y Pompeya habían despertado el interés por la artesanía romana.

El gusto por la información de la floreciente sociedad urbana favoreció la difusión de las publicaciones periódicas que surgieron el siglo anterior, y de las de temas científicos que se creía que contribuían a aumentar la felicidad del hombre. Esto propició la boga de enciclopedias metódicas y diccionarios enciclopédicos, representados magistralmente por la Enciclopedia que empezaron a dirigir d’Alernbert y Diderot y que contó con 160 redactores representantes de la minoría culta de esos tiempos, que confían en la razón y pretenden analizar científicamente la naturaleza, la sociedad y el individuo. Su nueva visión de la vida aceleró el mundo de las ideas que contribuirían al final de la centuria al derribamiento del modelo de vida del llamado Antiguo Régimen y al triunfo, a través de la Revolución francesa y americana, de las ideas democráticas que imperarán en el XIX y XX.

A finales del XVIII, la Revolución significó la hora crítica para el arte francés, que reaccionó contra el refinamiento de las clases altas, imponiendo la austeridad del espíritu romano, y para la bibliofilia francesa, pues todas las bibliotecas de iglesias y monasterios fueron declaradas de propiedad nacional y, en 1792, confiscadas las de los emigrados. Fueron saqueadas con un fanatismo similar al de la Reforma del XVI. Así terminó la floreciente época dorada del libro francés.


INGLATERRA

Gracias a la Revolución Industrial se convierte en primera potencia del mundo. También es la pionera en el mundo del libro, fuertemente influenciada por las modas francesas y su afición a la bibliofilia.

El gusto por la lectura propició el desarrollo de la prensa diaria. El primer diario es THE DAILY COURANT, entre 1702-1735, normalmente hojillas de carácter político violento.

Por contraposición surgió una prensa más moral y educativa con TITLER y ESPECTATOR.

Los gobiernos ingleses desde fines del XVII dieron leyes que favorecían el alza del libro. Así la libertad para instalar imprentas o la Ley de Propiedad Intelectual de 1709.

Sus libros iban más al contenido, no al lujo, eran sobrios, pero magníficos en su construcción tipográfica, impresión, papel y texto.

Entre los impresores destaca Baskerville (1706-75) que inventó una tinta muy negra y un nuevo papel satinado. Publica Bucolica y Georgica, de Virgilio, y Paradise Lost de Milton.

En el 1508 llegó la imprenta a Escocia y en el XVIII adquirió brillantez.

En EE.UU. se empieza a desarrollar la imprenta tras la Guerra de la Independencia.

Destaca la figura de Benjamín Franklin, más editor que tipógrafo.


ITALIA

Sigue la tradición europea en el XVIII. Los centros son en este siglo Venecia, Roma, Bolonia, Padua, Florencia y Turin. La principal característica de la época es el abandono de la cursiva de Manucio, que pasa a los márgenes, y la adopción de la letra romana.

Destaca Giambattista Bodoni, impresor y grabador de nuevos tipos que sería nombrado por Carlos III impresor de su Majestad Católica. Es famoso su Telémaque.


ALEMANIA

Empieza a resurgir tímidamente del letargo del XVII a causa de la Guerra de los 30 Años. Se siente la influencia francesa, pero no destaca. Podemos citar al impresor Inmanuel Breitkopf, asentado en Leipzig, que inventó un nuevo método de anotación musical.


ESPAÑA

Se inicia el siglo con la Guerra de Sucesión, que acaba con los Austrias y trae a los Borbones. El anquilosado estado español empieza a racionalizarse. Las universidades decaen y aparecen nuevos centros de interés: Real Seminario de Vergara, Real Academia de Bellas Artes de San ·Fernando, la Biblioteca Real, que llegará a ser la Nacional, la Academia de la Historia, escuelas de medicina y cirugía de Cádiz, escuelas minerales, jardines botánicos y numerosas academias al servicio del estudio de la cultura española. Así, en 1714 se crea la Academia de la Lengua que, entre 1726-39, publica el Diccionario de Autoridades. También aparecen las sociedades de Amigos del País, que intentan implantar modos de vida más racionales y ser la levadura del país. Para llegar a un circulo mas amplio se crean periódicos.

Resulta esencial para el mundo del libro español el reinado de Carlos III, de quien se cuenta que tenía una imprenta en su residencia de Aranjuez en la cual trabajaba personalmente. Concedió exenciones y franquicias a impresores, fundidores de tipos, fabricantes de papel y encuadernadores, y protegió industrias estrechamente relacionadas con los libros, como las de papel y las pieles.

Entre las disposiciones más eficaces en pro de las artes gráficas hay que citar la supresión de la tasa de los libros, en 1762, y el acuerdo con la Compañía de Impresores y Libreros, en Madrid, en 1764, para la publicación de libros litúrgicos en España (todavía en manos de la imprenta de Plantino). En cambio, subsistieron durante el XVIII las disposiciones relativas a la censura.

La vigilancia se extremó en los libros venidos del extranjero, que a juicio de los consejeros de la Corona podían propagar ideas peligrosas para el altar y el trono.

Entre las figuras a destacar tenemos la del impresor Ibarra y la de A. Sancho, más editor que impresor. El aragonés Ibarra estudiaba y ayudaba a su hermano que era impresor en la universidad. En 1753 abre su taller en Madrid y se convierte en impresor del rey y de la Academia Española. Dada su cultura influyó hasta en la ortografía, pues distingue la s y la f, la u y la v y no parte al final de la línea las palabras bisílabas.

Nuestro próximo capitulo entrará en el siglo XIX del mundo del libro.





 

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