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LA VOZ INGENIOSA DE UN
ROMÁNTICO COSTUMBRISTA |
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Cuando decimos El Solitario, se despierta en nosotros, como
un eco, todo un viejo mundo de melancólica evocación romántica.
Curiosa figura la de este malagueño que nace a caballo entre los
siglos XVIII y XIX, que gustaba firmarse El Solitario y que es
un hombre y un escritor profundamente andaluz, de gran salero,
incansable narrador de anécdotas e historias divertidas y buen
conocedor del baile y el cante flamenco.
Su libro Escenas andaluzas (1847) es un clásico de nuestra
literatura del ochocientos. Sus cuadros están llenos de ingenio
y de viveza. Los más notables son: Pulpete y Balbeja, Los
filósofos en el figón, El «Roque» y el «Bronquis» y Manolito
Gázquez el «Sevillano», por los tipos y caracteres; Un baile en
Triana, La rifa andaluza, La feria de Mairena y otros, por el
pintoresquismo y colorido. Esta es precisamente la obra
fundamental del escritor malagueño: una serie de escenas
andaluzas, en las que entran tanto leyendas, como dichos y
hechos a cargo de personajes más o menos famosos de la tierra
andaluza, romances, ferias, fiestas, enredos, picardías, todo
ello contado con el gracejo, la habilidad y el lenguaje culto a
veces, regionalista otras, pero siempre eficaz, siempre a tono
con las situaciones y con quienes las representan.
Serafín Estébanez Calderón nació en Málaga el 27 de diciembre de
1799. Estudió la carrera de Leyes y Humanidades en Granada, con
tal éxito que a los veinte años obtenía la cátedra de Griego de
aquella Universidad y en 1882 la de Retórica en el Seminario de
Málaga. Aquí alternó el ejercicio de la abogacía con los versos.
Hombre liberal, sus primeros versos claman contra los tiranos y
opresores. Por cuestiones políticas pasó a Gibraltar en 1824, y
más tarde en 1830, con el seudónimo de El Solitario en acecho,
comienza en Madrid su colaboración en el Correo Literario y
Mercantil. En julio de 1831, y junto con Mesonero Romanos, fundó
la revista literaria Cartas Españolas, en la que publicó
numerosos artículos.
En el año 1834, el general Zarco del Valle le nombró auditor
general del Ejército del Norte, y pese a que por su cargo no
tenía necesidad de demostrar sus méritos militares, tomó parte
en varios combates, y tanto fue su arrojo y valentía que se le
concedió la Cruz de San Fernando. En 1837, año del suicidio de
Larra, es nombrado profesor de árabe en el Ateneo de Madrid. Un
año más tarde funda en Sevilla el Museo de Pintura y Escultura,
y una Biblioteca Provincial. En 1839 se casa con una malagueña,
Matilde Livermoore y Salas. Fue diputado de las Cortes en
diversas legislaturas. Llega a ser académico de la Historia,
ministro, consejero de Estado, senador y auditor. Serafín
Estébanez Calderón murió el 15 de febrero de 1867.
El costumbrismo de Estébanez sigue una línea intermedia entre el
tono burlón de Mesonero Romanos y la amarga sátira de Larra. Los
personajes de las Escenas andaluzas son hampones alegres, mozas
descocadas y traviesas, etc. Todo ello con una simpatía no
exenta de ternura y compasión. Sus personajes y tipos pertenecen
-salvadas las posibles distancias- a la misma familia que
Rinconete y Cortadillo.
Es Estébanez un escritor romántico. Es Estébanez un escritor
costumbrista. Costumbrismo romántico. Otros dos escritores,
Larra y Mesonero Romanos, forman con Estébanez la trinidad
costumbrista del romanticismo español.
El Solitario, El Pobrecito hablador, El Curioso parlante, son
tres escritores peregrinos. Son espectadores del paisaje, de la
vida popular, de las ciudades y de las cosas acostumbradas; en
suma, de toda clase de costumbres. Tratan de reflejarlas en sus
escritos. Su ambición es la del espejo. Andalucía reflejada en
el espejo del costumbrismo de Estébanez se nos aparece como si
fuera de verdad.
Estos artículos de El Solitario son harto conocidos y leídos
para que tratemos ahora de descubrirlos. Son claros, evidentes,
transparentes; y hasta diríamos que mediterráneos, pues andamos
en época de tener que hacer tales descubrimientos todavía.
Los críticos de Estébanez han debatido suficientemente sobre la
originalidad de su ingenio. No insistamos en ello, El Solitario,
como todo escritor verdadero, no es original por aquello en que
se parece a otros, sino por aquello en que se diferencia de
todos. La originalidad de El Solitario, es en este sentido,
indiscutible; y una de las más poderosas, de las más agudas y
resaltadas del costumbrismo español.
Han pasado dos siglos del nacimiento de El Solitario. ¿Dónde
está buena o mala la Andalucía vista en el espejo del
costumbrismo romántico de El Solitario? ¿Dónde está bueno, bueno
o malo, el pensamiento, tan andaluz, del costumbrista romántico
malagueño? Al cabo de tantos años , el bien y el mal de
Andalucía, ¿dura todavía? ¿O estamos más allá de aquel bien y de
aquel mal, que El Solitario subrayara irónicamente con la sombra
de su palabra?
No en vano nos dejó dicho:
«En tanto, errante vaga / mi mente embebecida / tras la imagen
incierta / de mi esperada dicha: / ¡Dicha infiel e inconstante,
/ cual del abril los días, / engañosa cual sombra, / cual viento
fugitiva!»
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