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Gran Teatro La noche del 12 de Enero de 1910, Cádiz inauguraba, con todo esplendor, un nuevo teatro, el «Gran Teatro» (hoy «Gran Teatro Falla»), largo tiempo esperado desde aquella trágica madrugada del sábado 6 de Agosto de 1881, cuando un devastador incendio convertía en cenizas el teatro de la Plaza de Alfonso XII -propiedad del banquero y comerciante gaditano don Juan Pablo Lasanta y Larios- que había hecho las delicias de una numerosa y distinguida afición, cuyo origen se remontaba, nada menos, que a los años finales del s. XVI, cuando el corral de comedias de don Pedro Antonio Iserne proporcionaba a la ciudad, casi destruida por el saqueo e incendio realizados sobre ella en 1596 por la soldadesca del conde de Essex, unos ratos de entretenimiento que aliviaran la amargura del desastre.

Desde aquellas fechas luctuosas para el Cádiz de finales del siglo XVI y triste colofón para el largo reinado de Felipe II, la historia del teatro en la antigua ciudad sería una interesante sucesión de aperturas, cierres y representaciones teatrales y operísticas, cuyo primer hecho datado se sitúa en 1608 con la inauguración del teatro de la calle Novena del médico don Gaspar Toquero.

Le seguirían el «Coliseo de ópera italiana», que inició sus representaciones en 1739, y el «Teatro Principal» de 1781, regentado por los Hermanos de San Juan de Dios, un proyecto del arquitecto Torcuato Cayón, que dirigía las obras de la nueva catedral desde 1759. En él estrenó, en 1908, Eduardo de Ory su obra teatral «El Conquistador».

El lujoso «Teatro francés» de la calle Hércules, inició sus óperas y comedias -pues para representar ambas estaba autorizado- en la década de los «70» del siglo de las «luces», aunque no llegó a sobrevivir al 1796.

Tal vez el mayor numero de representaciones teatrales se dio en el Cádiz de las Cortes, cuando la ciudad estaba asediada y bombardeada desde el trocadero por las tropas napoleónicas del general Víctor. Ramón Solís ha contabilizado, desde el 20 de Noviembre de 1811 hasta el 29 de Diciembre de 1812, nada menos que la representación de 117 comedias y 90 sainetes, algunos en el Teatro «San Fernando», vulgo del «Balón» (inaugurado el 26/8/1812) por estar situado en la zona de este nombre, la más alejada del alcance de las baterías enemigas. El edificio, según Antonio Alcalá Galiano en «Recuerdos de un anciano», era «mezquino y de mal gusto, sólo propio para aquellos días...». En él estrenó Fermín Salvochea su obra en un solo acto «Cada mochuelo a su olivo» y el chiclanero Antonio García Gutiérrez, el 10 de Noviembre de 1872, «Doña Urraca de Castilla». Hay que decir, que en aquel tiempo, los moralistas (entre ellos fray Diego José de Cádiz) ejercieron una fortísima oposición a las representaciones teatrales, afirmando «ser el teatro conjunto de todos los males...». Es curioso que este fraile gaditano, que logró la supresión del teatro en Andalucía, no tuvo el mismo éxito en Cádiz, pues como observa Antonio Domínguez Ortiz en «Sociedad y Estado en el s. XVIII español», se quería preservar los espectáculos en las ciudades de comerciantes. Durante el asedio, el teatro sería motivo para la evasión ante el drama vivido, día a día, bajo las granadas enemigas; era, también sin lugar a dudas, plasmación de los anhelos patrióticos de un pueblo que luchaba por su libertad política, al propio tiempo que por su integridad física.

Por último, hacer mención del «Teatro Cómico» de la calle San Miguel -inaugurado el 20 de Marzo de 1886- cuya vida se extinguiría entrada la segunda mitad del siglo. Será en este teatro donde Manuel de Falla ofrezca a su ciudad natal, el domingo 10 de Septiembre de 1899, su concierto para violín, flauta, violonchelo y piano, inspirado, como es sabido, en el canto quinto del poema «Mireya» del poeta provenzal Federico Mistral.

Dejamos para otro momento la también interesante historia de los circos-teatro de Cádiz, como fueron, entre otros, el «Olimpia» de 1846, situado en el patio del Hospital de Nuestra Señora del Carmen; el «Teatro-Circo Romea», de 1872, en la Plaza de Topete; el de la Plaza de Candelaria, de 1881, llamado «Circo de Ambos Mundos» o el de la Plaza Jesús Nazareno, el «Circo-Teatro Gaditano».

Aquella misma noche trágica del cálido Agosto en la que el gran teatro desapareció calcinado, dos gaditanos, don José de la Viesca y don Enrique Mac-Pherson, a quienes pocos días después se uniría un grupo de comerciantes y empresarios diversos, concebían la idea de erigir un nuevo teatro de piedra para que el amor que Cádiz sentía por las representaciones teatrales quedara satisfecho con la mayor prontitud posible.

Para llevarlo a cabo, se constituyó la que se llamó «Sociedad Constructora del Teatro de Cádiz», con una emisión inicial de 4.000 acciones de a 250 pesetas cada una (sólo pudieron colocarse 2.000) y se formalizó por el Ayuntamiento la concesión del terreno sin canon alguno hasta el día en que el nuevo teatro desapareciera por cualquier decisión o avatar. Sin embargo, en 1887, la «Sociedad» había agotado sus recurso, viéndose obligada a trasladar, en favor del municipio todo lo construido para beneficio del Asilo Gaditano. Sólo se habían hecho los cimientos y comenzado los muros exteriores. Al morir en Cádiz el gran actor Rafael Calvo, víctima de viruelas malignas, un numeroso grupo de vecinos pidió para el nuevo teatro su nombre inmortal en el sentir de muchos de ellos.

Entre paralizaciones de las obras y reinició de las mismas, la construcción del teatro se fue demorando hasta que en 1908 el alcalde de la ciudad, don Sebastián Martínez de Pinillos, le dio el impulso final que estaba requiriendo para su terminación. La magnífica decoración del techo de la gran sala le fue encomendada al pintor gaditano Felipe Abárzuza, discípulo de Sorolla, que entonces contaba sólo veintiocho años de edad. En ella representó -como puede todavía contemplarse- una alegoría del Olimpo en una bóveda de nubes, en donde, desnudos, flotan mitológicos dioses.

Para la magna inauguración del Teatro se eligió, como iniciación del espectáculo, una sinfonía del maestro Barbieri, entonces el compositor más popular de España, participando en ella la propia orquesta del Teatro y la exquisita banda de música del Regimiento de Álava. Seguidamente, el teatro, repleto de autoridades y de la sociedad pudiente de la ciudad, vibraría con las notas y voces de la famosa obra de Puccini, «La Bohemia» (La Boheme) que llegaba a Cádiz con una aureola justamente alcanzada desde su estreno en Turín en 1897. Ambas piezas estuvieron a cargo de la «Gran Compañía Española de Zarzuela y Ópera» dirigida por el maestro Cosme Bouza. En los días siguientes la misma Compañía representó «La Tempestad» y «Jugar con fuego».

Dos años después, en Marzo de 1912, el Gran Teatro gaditano fue el marco elegido para la grandiosa función conmemorativa del primer centenario de las Cortes; en Mayo de 1927, don Alfonso XIII y Dª María Victoria Eugenia, presidieron la apertura del Congreso de la «Asociación Española para el progreso de las Ciencias».

Aquel 1881, tan importante para la historia del teatro en Cádiz, estuvo enmarcado en un período espectacular para la ciudad: en 1877, Alfonso XII había visitado Cádiz por primera vez y, en 1879, la Exposición de Comercio regional, había sido un auténtico éxito. Un año antes de la inauguración del Gran Teatro se habían realizado las primeras pruebas del teléfono; un año después se iban a realizar los ensayos del alumbrado eléctrico. 

Pero pocos años faltaban, también, para el «desastre del 98».





 

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