Creo que hoy podría
apresar esa nube
-esa imposible nube-
tal vez olvido de otras
que han partido
en una extraña busca de los signos.
Quizás también podría
estar entre el ramaje de algún árbol,
cobijado allí, en silencio,
inmóvil con mi aguardo
a la espera de una eternidad
o un beso.
Podría
acariciar arenas y polvos conformados
que sí conocen
del paso y de la huella,
teñirme yo en celeste,
ser una yedra nueva,
un eco hondo hecho de mil voces,
un ojo gigante derramado
sobre todas las pieles y la espuma.
Podría amanecer repetitivamente,
reconquistar nostalgias, desordenar presagios,
asaltar quejas y distancias,
dormir en los escombros de las rutas,
trenzar los pensamientos y las aguas...
Podría,
hoy creo que podría,
pero aún sigo aquí
-a mi destino unido-
desmenuzando la soledad y el tiempo.