Cuando vemos una señal luminosa en el Cielo, algo de
nosotros, ajeno a la «realidad» de ese Espacio-Tiempo presente,
se marcha en pos de una parte nuestra, encontrada en donde no
nos atrevíamos a buscar, en el sitio más esperado.
Una vez más, ante una página en blanco y a la espera de que un
manantial de Emociones encuentren el caudal de otros ríos, un
sin fin de imágenes de otros Espacios acuden al llamado
silencioso del Mundo Interior. De ese Interior que en ocasiones
nos cuesta tanto encontrar.
Pero es desde ese lugar sin fronteras y que no aparece en la
cartografía de ningún país, o entre los «colores» de alguna
bandera, desde el cual, justamente, quiero comenzar este viaje,
el doble viaje que surge del movimiento constante de la Tierra
bajo mis pies y del movimiento de mis inquietudes sobre sus
espaldas.
En este viaje apenas se necesita equipaje, pues sabes que
realmente lo importante no tiene cabida fuera de los campos
ilimitados de tu Alma inquieta. También sabes que si sucumbes al
embrujo de ese equipaje, tarde o temprano esa misma maleta será
tu casa, las cosas que ella encierra, las paredes que te aíslen
del mundo y tu mundo será extraño, extranjero en cualquier lugar
del Planeta.
Es por ello que la preparación para esta aventura pasa por ríos
turbulentos donde las aguas de la vanidad pueden hacer zozobrar
tu nave. Montañas escarpadas de roca quebradiza que harán
imposible un apoyo a esa personalidad asustadiza y acomodada.
Cañones inmensos de verde vegetación que no darán el más mínimo
respiro y cobijo al miedo «cultural», ni una gota de sus aguas a
un caminante sediento de servidumbre y regalos. Por eso la
verdadera preparación para la aventura de VIVIR comienza con la
aceptación de una Soledad incierta, cargada de Misterios que se
extenderá hasta el encuentro con ese Silencio clarificador,
único capaz de situarte a las puertas de la Magia, ante los
umbrales de tus reales señas de identidad.
Si se pasa esta prueba todo un Mundo de LUZ y COLOR comienza a
desplegarse ante tus ojos que perciben algo más de lo que ven.
Es como si se entrase de nuevo en una dimensión olvidada por el
pasar de los tiempos, perdida entre la niebla del recuerdo, pero
rescatada a la comprensión del presente. Comienzas a descubrir
que, de la mano de la Magia, lentamente, todo a tu alrededor
parece ocupar su verdadero espacio, su real tiempo.
Y ese orden exterior se convierte en todo un descubrimiento
personal e intimo, volviendo a recordarte que es desde esa
profunda y luminosa Serenidad, donde comienza el primer paso,
desde donde continuarán tus pasos.
Y, ahora, descubierto los paisajes inmensos que existen en
nosotros, comprendidas las Historias de tus raíces, mirar al
Cielo se hace tan natural como mirar a lugares conocidos,
contemplar las estrellas, como esas señales luminosas que nos
indican caminos recorridos y caminos por recorrer.
Y es, por fin, ahora, cuando nos situamos todos en ese verdadero
lugar donde no existen ni Culturas ni Religiones, tampoco
Idiomas ni fronteras, acabamos de despedirnos de un equipaje
innecesario para regresar al espacio.
Volvemos a ser parte de esas señales luminosas de la noche,
somos señales luminosas en la Luz del día también.