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Trataré en este trabajo sobre los distintos capitanes generales
que desempeñaron el mando del Departamento gaditano cuando
residía en la capital de la provincia, así como la natural
reacción desfavorable del Ayuntamiento de la ciudad ante el
hecho de trasladar el cuerpo de Marina -como se le llamaba
entonces, varias de cuyas dependencias radicaban en Cádiz desde
antes de constituirse los departamentos marítimos- a la villa de
la Real Isla de León.
La actitud del municipio se manifestó en varias actas y escritos
en los que se exponían minuciosamente las razones por las que no
debía trasladarse la Marina, y se designaron apoderados para que
fuesen oídas en la Corte las alegaciones que sobre el particular
se habían adoptado en cabildo.
Los datos que aporto proceden de referencias escasas y dispersas
en lo relativo a la capitalidad del Departamento. Por el
contrario, existen varios antecedentes de algunos
establecimientos navales, como Academia de Guardias Marinas,
Hospital Real y Colegio de Cirugía de la Armada.
Las actas capitulares del Ayuntamiento de Cádiz son, en cambio,
ricas en datos referentes a la permanencia de la Marina en dicha
ciudad, así como de las visitas de ilustres personalidades. En
11 de febrero de 1717 llega Patiño de la Corte, siendo recibido
por los regidores don Juan Tavira y don Pedro Villalta. Más
tarde, siendo secretario de despacho de Marina, Patiño visitó
Cádiz en repetidas ocasiones.
Inspeccionaría el astillero de Puntales, así como las iniciadas
obras del nuevo y extenso Arsenal de La Carraca, a donde se
había trasladado el astillero de Zuazo o Real Carenero de la
Puente, en 1724. También revistaría la compañía de guardias
marinas, los batallones y las brigadas de artillería.
El día 30 de enero de 1717 se felicitó al ilustre marino
gaditano don Andrés de Pes por su nombramiento como gobernador
del Consejo de Indias. El 26 de diciembre de 1720 se designa una
legacía para visitar a don Pedro de los Ríos, gobernador general
de la Real Armada; en agosto de 1723 se visita al teniente
general don Carlos Grillo, que asumió el mando de los galeones;
en varías ocasiones estuvo en la ciudad el teniente general don
Antonio Gaztañeta, experto en la dirección de construcción de
naves. Hubo regidores que pertenecieron a la Marina, como don
Manuel Pérez de Alderete, marqués de Casina, capitán de navío,
que desempeñó el puesto de procurador mayor. Era hijo del jefe
de escuadra don Gabriel, que fue el tercer capitán general del
Departamento de Cádiz, en 1762.
Por su situación geográfica, Cádiz fue desde muy antiguo base de
escuadras y establecimientos navales, por lo que altos cargos de
las distintas armadas residieron en la ciudad.
Al advenimiento de la Casa de Borbón, Felipe V y sus ministros
asumieron la tarea de unificar en una sola las distintas armadas
que con tribunales independientes y denominaciones distintas
habían existido hasta entonces, lo que dispuso por una Real
Cédula de 21 de febrero de 1714. Sólo se conservó por algún
tiempo la escuadra de galeras en el Mediterráneo, regida por un
reglamento de 12 de junio de 1728, hasta que fue suprimida por
Real Orden de 28 de noviembre de 1748.
Patiño distribuyó la jurisdicción de Marina en los tres
Departamentos existentes en la actualidad, contando cada uno con
un tercio naval dividido en provincias, partidos y trozos. Los
tercios eran considerados como regimientos de milicias navales;
los partidos como batallones y como compañías los trozos. Según
las Ordenanzas de 1793, cada Departamento estaba regido por un
capitán general o comandante general. Si el mando era
desempeñado en propiedad por un teniente general llevaba anexo
el título y dignidad de capitán general de Departamento. Si no
se ejerciese en propiedad o no se ostentase el grado de teniente
general, el mando era desempeñado con la denominación de
comandante general de Departamento, al que ya hacían referencia
las Ordenanzas de 1748.
Capitanes generales.
Seis prestigiosos generales desempeñaron el mando del
Departamento mientras éste permaneció en Cádiz, desde 1732 a
1770. Durante este período de tiempo, los tres primeros lo
ejercieron durante seis años. El cuarto estuvo diez. El quinto,
que no llegó a tomar posesión, solamente lo desempeño durante
seis meses, y el último, casi veintidós años. Algunos fueron
designados durante cierto tiempo con carácter interino, y en
propiedad, durante el resto de su mandato.
Veamos cuáles fueron estos capitanes generales: El primero fue
el teniente general don Esteban Mary, marqués de Mary, de origen
genovés, que ostentaba el mando de la comandancia de guardias
marinas. El puesto de capitán general en Cádiz llevaba anexo el
de director general de la Real Armada.
El 6 de junio de 1734 es relevado por el ilustre teniente
general don Blas de Lezo Santisteban, a quien se le concedió el
título de marqués de la Real Defensa por sus hazañas en
Cartagena de Indias.
El 26 de junio de 1735 ocupa el mando del Departamento, con
carácter interino, el jefe de escuadra don Gabriel Pérez de
Alderete, marqués de Casinas, que lo desempeña hasta el 4 de
noviembre de 1738, en que es sustituido por don Manuel López
Pintado, marqués de Torre Blanca, quien, sin cesar en el puesto,
asumió el mando de una escuadra, compuesta de cinco navíos y
cuatro fragatas, para llevar a cabo una misión reservada,
finalizada la cual fondeó en Ferrol el 30 de mayo de 1740, desde
donde, tras entregar el mando, regresó a Cádiz para reintegrarse
a su cargo.
En 5 de agosto de 1749 es designado para dicho puesto el
teniente general don Jacinto Ferrero Saboya, conde de Bena de
Masserano, quien se hallaba de ministro plenipotenciario en
Rusia, donde por su carácter se había ganado grandes simpatías,
por lo cual se estimó conveniente no cesara en el cargo, por lo
que no llegó a tomar posesión del mando del Departamento. Al
morir en San Petersburgo, es nombrado para reemplazarle el que
fue su compañero en la expedición de Orán, teniente general don
Juan José Navarro de Viana y Búfalo, marqués de la Victoria,
quien, a la sazón, desempeñaba igual cargo en Cartagena. Tomó
posesión el 15 de marzo de 1750.
Aunque estos seis capitanes generales contaron con una brillante
hoja de servicios que dieron honor a la Marina, por no hacer
demasiado extenso este trabajo, sólo me detendré en exponer,
sucintamente, la del marqués de la Victoria, pues, aparte de
ocupar su cargo durante más tiempo que los anteriores, fue
durante su mandato cuando se efectuó el traslado del
Departamento a la Isla de León.
Era don Juan José Navarro hombre de vasta cultura, inclusive en
materia eclesiástica. Consumado matemático, poseía gran
erudición y dominaba varios idiomas. Incansable escritor,
durante su permanencia en Cádiz aumentó el caudal de sus obras
con muchos informes técnicos y literarios.
El 6 de junio de 1750, el Ayuntamiento de Cádiz acordó enviarle
una legacía, compuesta por los regidores marqués de Cassatabanes,
don Juan Montalbo y el contador don Diego Martínez, para
cumplimentarle con ocasión de haber asumido el mando del
Departamento.
El 29 de noviembre de 1756 es confirmado en propiedad en el
gobierno supremo de la Armada, cargo que hasta entonces
desempeñaba interinamente por ser el más antiguo en la escala de
tenientes generales.
El 29 de agosto de 1759, sin cesar en el mando del Departamento
y arbolando su insignia en el navío de ochenta cañones Fénix,
que mandaba su yerno don Gutierre de Hevia, toma el mando de una
escuadra compuesta de diez navíos de setenta cañones, dos
fragatas de veintiséis y dos tartanas, zarpando rumbo a Nápoles,
donde arriba el 28 de septiembre para recoger al rey Carlos III,
al que desembarca en Barcelona el 16 de octubre siguiente. Con
idéntico fin había zarpado de Cartagena otra flota el 19 de
agosto, al mando del teniente general don Pedro Stuart, que
arbolaba su insignia en el navío de setenta cañones Galicia. Es
de notar que para esta embajada se le habían presentado al
marqués dificultades por razón de su edad -contaba setenta y dos
años-, dificultades que superó su prestigio. Por este hecho se
le concedió el Gran Cordón de la Orden de San Genaro y el
ascenso a capitán general el 13 de diciembre, siendo el primer
empleo de esta clase conferido en la Armada.
Por considerarla de interés transcribo la comunicación que
dirigió el marqués al municipio gaditano sobre este particular:
«Señor don Juan Luis de Orta. Muy señor mío: Entre las varias
honras que he debido a la piedad durante su feliz transporte a
estos reinos que ha concedido a mi cargo, se ha dignado S. M.
conferirme la del Cordón de la insigne Orden de San Genaro y
promoverme a capitán general de la Armada, concediéndome los
honores anexos a esta graduación en mar y tierra; y como concibo
que para el gustoso honor de tal dignidad me faltaría alguna
circunstancia si no lo participo a esta excelentísima ciudad,
que mimo con el amor y respeto de madre por la gustosa
residencia de tantos años que en ella he disfrutado, por lo que
he dispuesto para notificársela el adjunto aviso, que hago a V.
S., y tenga a bien presentárselo en mi nombre, al mismo tiempo
de hacer patente mi veneración y mi obsequio al noble complejo
de circunstancias que la ilustran. Disimúleme V. S. esta
molestia y mándeme con el seguro de la inalterable buena
voluntad de servirle que conservo con la que pido a N. S. guarde
la vida de V.S. B. L. M. de V. S., su mayor y más afectuoso
seguro servidor. El marqués de la Victoria.»
Por considerarla una curiosidad de indudable interés histórico,
a continuación transcribo, casi en su integridad -pese a su
denso contenido-, la exposición de las razones alegadas por el
municipio gaditano para tratar de impedir el traslado de la
Marina a la Isla. Expondré sucintamente los proyectos que no
prosperaron, y para mayor claridad los clasificaremos en tres
etapas: antes de 1750, de 1750 y de 1768, fechas en que se
realizó dicho traslado.
Proyectos anteriores a 1750
El primero lo rechazó Felipe IV por Real Cédula de 22 de
septiembre de 1651, que decía: no se favricasen en la Isla casas
ni habitaciones algunas. La cuestión volvió a surgir en 1695,
negándola Carlos II por despacho de 2 de septiembre,
confirmatorio del anterior.
En 11 de abril de 1731, Patiño comunicaría a los regidores de
Cádiz que Felipe V había resuelto la improcedencia de un nuevo
intento de traslado del cuerpo de Marina de la ciudad. Con
idéntico resultado se desestimó un cuarto proyecto por Felipe V
en 3 de septiembre de 1743, siendo ministro de Marina el marqués
de la Ensenada.
En todos estos casos la decisión real imponía severas penas de
perdimentos de casas a sus dueños y galeras a los alarifes que
las fabricasen.
Ni que decir tiene que en todas estas gestiones el Ayuntamiento
de Cádiz había, previamente, informado sobre los inconvenientes
del traslado, entre los que se destacaba el elevado coste que
supondría para el erario público.
(Continúa el próximo número)
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