El berilo incendiado
de la puesta violenta
del existir adormecido
se incrustó en sus sienes
y le dejó la mórbida herida
de una nostalgia en gris.
Fue desgarrando sus pupilas
y ciegas las dejó
con la aguda arista
que blandió en su yerta mano
el desengaño.
Edipo revivido,
camina desde entonces
por los hondos senderos
-surcos que son dolencia-
de su existir desesperado.
EL HUMO Y EL TÚNEL
Negro túnel mordido por un humo ausente
que dejaron los trenes centenarios.
Negro túnel -remedo de La Muerte-
por el que al caminar contemplo
tramos oscuros por lejanos
que fueron recorridos en la vida,
que fueron ecos ya perdidos
sin posible retorno.
Avisan sus silbidos que otro tren
-acuciante impaciente-
lleva la misma ruta
y que en su derrotero,
ha de dejar también unos recuerdos
que morirán en humo
lo mismo que los otros,
simbólicos anuncios del ayer.