Apenas regresó del baño, sin apenas terminar de secarse,
Alicia dejó la toalla sobre la cama y comenzó a contemplarse
ante el espejo del armario.
Lo primero que se le vino a la vista fueron los pechos. No dudó
de que eran excesivamente grandes y voluminosos, igual que las
caderas y las nalgas, íntimas zonas de su cuerpo que también
ponían chichas y gorduras donde no debía haber otra cosa que
estilizamiento y gracilidad. ¿Y la cara? Había que ver los
mofletes y la insinuante papada que cada día le convertían en un
martirio el rato que pasaba perfilándose los ojos y aplicando el
escaso carmín con que disimulaba el sincolor de sus labios.
Gorda, estaba gorda, excesivamente gorda... El último mes, entre
rellenar curriculums, las cuatro o cinco entrevistas concertadas
para tratar de conseguir trabajo y los mil problemas entre los
estudios y Enrique, se había descuidado en demasía. Había que
sacrificarse... A partir de mañana, una tostada para el desayuno
y una pera o manzana de almuerzo; de cena nada, y adiós a la
cervecita sin alcohol de los viernes. No había más remedio...
Con toda su voluntad puesta en la causa, pasados unos días el
espejo le devolvía una imagen algo más amable. Pero aún no se
veía bien. Seguía estando gorda...
Cuando ocho días más tarde la madre la encontró desmayada, caída
en mitad del pasillo, no perdió un instante en llamar al médico.
Éste, tras breve reconocimiento, le dijo que había que
trasladarla a Urgencias del Hospital.
Demasiado tarde... Alicia, dieciocho años de edad, uno setenta y
cinco de estatura, treinta y nueve quilos de peso...
Hasta hace muy poco la anorexia se describía como una falta de
apetito habitual o transitoria producida, generalmente, por
graves formas patológicas. También se contemplaba la anorexia
mental, forma grave de la misma, manifestada en mujeres jóvenes
y cuyas causas se debían, por lo general, a traumas emotivos y
afectivos.
Hoy en día, la descripción de la anorexia debe quedar más o
menos como sigue:
Enfermedad contagiosa producida por el virus de los intereses y
el mixovirus de la majadería. Ataca con casi total exclusividad
a jovencitas y adolescentes entre los catorce y veinte años. Es
de difícil diagnóstico y tratamiento y cursa con graves secuelas
psicosomáticas que suelen llevar hasta el exitus a las jóvenes y
sufridas pacientes. Se sabe que el principal agente trasmisor es
la televisión, si bien, son también grandes vehículos
trasmisores el cine y las revistas de colorines.
El padre de Alicia se pregunta quién mató a su hija. El padre de
Alicia no sabe cuánto hijodeputa con corbata pulula por los
escenarios, bastidores, páginas, despachos, púlpitos, estrados,
meollos y trastiendas de este puñetero mundo.