Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces


He de confesar que, si hay algo que me conquista completa y tiernamente, ello es la música. Es más, creo que gran parte de lo que he logrado escribir se lo debo a ella. No sé qué clase de magia cautivadora es ésta, capaz de embriagarme y de hacer rescatar de mis adentros cuanto inconscientemente llevo. Me imagino que todo tiene mucho que ver con la sensibilidad, cuestión también difícil de analizar, pero que nos transporta al mundo de lo intangible e inmaterial.

Hay un poema precioso de Fray Luis de León que ilustra a la perfección lo que estoy diciendo: me refiero a la «Oda a Salinas» (*). En él, nuestro poeta describe minuciosamente la sublime sensación que sus sentidos experimentaron ante las notas del músico Salinas, notas que fueron incluso las causantes de que su alma se elevara desde el suelo hasta el cielo, hasta la misma morada del Creador, gozando así mejor de la belleza de la Creación entera.
 
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.

Grande es la experiencia de sentir esa «luz no usada» a la que se refiere Fray Luis en estos primeros versos de la composición. Luz no usada que tiene que ver sin duda con ese saber especial que da el conocimiento de la verdad. Y porque es grande la experiencia, nos dice más adelante:

¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás adormecidos!

Curioso es, por otra parte, el estudio de José Manuel Blecua sobre Juan Ramón Jiménez, en el que reflexiona sobre la influencia en el poeta de los pájaros y su canto. «El éxtasis de Juan Ramón Jiménez- dice Blecua- al ver el vuelo del pájaro o al oír su canto, no está lejos, por otra parte, del éxtasis del alma de nuestros místicos al unirse a Dios». Leamos sin más lo siguiente:
 
Soledad y calma;
silencio y grandeza.
La choza del alma se recoge y reza
De pronto, ¡oh belleza!,
canta el verderol.
Su canto enajena
-¿se ha parado el viento?-
El campo se llena
de su sentimiento.

Definitivamente, siempre permanecerá la esperanza mientras quede la música, y mientras ésta pueda hacer vibrar las cuerdas de nuestra alma. Al fin y al cabo, puede que todo sea música, en la tierra y en el cielo, en el hombre y en las estrellas. Y puede que nuestro único mérito esté en descubrirlo.



(*) Fray Luis de León dedicó este poema a Francisco Salinas, organista y teórico musical que, a pesar de ser ciego desde su infancia, estudió el órgano y humanidades en la Universidad de Salamanca., donde más tarde sería catedrático de música. (Nota del editor:)






 

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