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Recién tomado posesión de su cargo el capitán general del
Departamento, D. Juan José Navarro, a petición del marqués de la
Ensenada, le envió con fecha 13 de julio de 1750 un informe
relativo a la elección definitiva del lugar donde había de
ubicarse el nuevo Departamento y Arsenal. A la sazón reinaba en
España Fernando VI.
El marqués de la Victoria se refería a la opción de trasladar la
Marina a la Isla de León o a Puerto Real. Sus razones eran las
siguientes:
1. La Carraca ofrece más comodidad.
2. Es más saludable el aire que el de Puerto Real.
3. La Isla puede proveer bien de agua a La Carraca por los pozos
y norias y la derivable de la casa de Ricardo.
4. Tiene menos dificultades, si hubiera que traerla desde
Paterna, el acercarla a la Isla que a Puerto Real.
5. La Isla, cantera de peña viva, puede proporcionar sólidos
cimientos para las construcciones militares.
6. La comunicación de la Isla con La Carraca es sencilla, ya que
puede bastar sólo el mantenimiento de dos barcos.
7. La Isla no necesita amurallamiento y Puerto Real sí. Ha de
bastar en aquélla establecer en los caños que la aíslan servicio
de vigilancia.
8. La Isla en sí es el más poderoso antemural de Cádiz; siempre
se ha dicho que la mayor fortificación de Cádiz es la Isla, pues
ni navíos, ni un ejército establecido en Conil, Chiclana, Medina
Sidonia, Jerez, y aun en Puerto de Santa María, podrían
adueñarse de la plaza. Con tropas en la Isla, Cádiz es
inconquistable. Puerto Real, por el contrario, perjudicial para
el arsenal, la Isla y Cádiz.
9. Puerto Real no puede socorrer a La Carraca, como aconteció en
el pasado incendio, ni Chiclana tampoco; sólo la guarnición del
Puente puede hacerlo.
10. En lo único que se asemejan Puerto Real y la Isla es en que
en ambas hay que hacer fábricas permanentes.
Como vemos, el marqués de la Victoria se inclinaba por las
ventajas de la Isla sobre Puerto Real. El conjunto naval a
organizar, a su juicio, debería consistir, cuando menos, en
cincuenta navíos, ciento cincuenta guardias marinas, mil
artilleros y cuatro batallones, para los que debían construirse
los alojamientos correspondientes, a más de la iglesia, dos
hospitales y demás dependencias secundarias. En su mente nacía
la que habría de ser en el norte isleño, contiguo a La Carraca,
la nueva población de San Carlos.
En el cabildo general del 6 de agosto de 1750 del municipio
gaditano, el procurador mayor, marqués de Carballo, expuso lo
siguiente:
"Hacer presente a la ciudad que se había hecho notoria la
resolución de S. M. sobre trasladar desde este puerto a la villa
de la Isla de León el Real Cuerpo de Marina, en cuya execución
comprendió seguirse perjuicios considerables ya respectivos al
mismo cuerpo y ya a este pueblo, en que no dexeaba de conocerse
alguno, tal vez transcendental, aún a la Real Corona, por lo
cual entendía que a exemplo de otras ocasiones, en que se ha
tenido igual traslación, devía este nobilísimo Ayuntamiento
representar a S. M. lo que estimase oportuno, impetrando de su
Real clemencia la suspensión de su Real determinación en el
asunto. Y entendida esta exposición, tratado y conferido lo que
se estime conveniente, la ciudad de conformidad acordó: Que el
sábado 26 del corriente mes se tenga cabildo, en que únicamente,
y por un sólo punto, se trate lo que al particular deba
resolverse. Y a este efecto, y el de verificarlo con el mayor
acierto, traiga el señor procurador mayor su exposición ampliada
y fundamentada de las razones que actualmente median, para
acreditar los perjuicios que puedan originarse en la práctica de
la referida traslación."
Y, efectivamente, el cabildo, cumplimentando dicho acuerdo, se
volvió a reunir el día 13 del mismo mes, confiriendo poder a los
regidores don Alonso García y don Pedro Muñoz, para exponer sus
razones, no sólo ante S. M. sino en sus tribunales, por ser
beneficio para la ciudad.
El traslado no se llevó a efecto, pues el marqués de la
Ensenada, que había de realizarlo, cesó en el cargo en julio de
1754. Quedaron paralizadas las gestiones, aunque la idea de
mudar el Departamento seguía latente en la mente de los que
pedían llevarla a cabo. Habían de transcurrir algo más de
dieciocho años para desempolvar la cuestión. El sucesor de don
Zenón de Somodevilla en la Secretaría de Despacho de Marina, don
Julián de Arriaga y Rivera, sería el que la realizase cuando
Carlos III, reinante desde 1759, se aliviaba del grave aprieto
que le impuso Inglaterra al atacar sus territorios de La Habana
y de Manila.
Proyecto de 1768.
La idea de trasladar el cuerpo de Marina, de Cádiz a la Isla de
León, se fragua, en realidad, durante el reinado de Carlos III.
La ciudad de Cádiz, como otras veces en pie de resistencia,
iniciaría sus gestiones para obstaculizar o dilatar, en el peor
de los casos, el acuerdo oficial. Los regidores no permanecieron
impasibles ante la reanudación de las gestiones para el
traslado, pero intuían que la batalla iba a ser más dura y
difícil de librar que las anteriores.
De orden del monarca, el marqués de la Victoria designó una
junta para tratar del problema de alojamiento en la Isla. La
componían el teniente general don Andrés Reggio, el mayor
general don Manuel Puisin y el intendente don Juan Gerbant.
En el cabildo, del miércoles 23 de noviembre de 1768, el
procurador marques de Carballo manifestaba que se había hecho
notorio el traslado del cuerpo de Marina. La ciudad designó a
don Francisco Huarte y a don Jerónimo Navaschiera, asociados con
los señores síndico, procurador mayor y personero del común, que
debían dirigirse a la Real Persona.
En las actas capitulares constan todos los escritos que acusan
la gran contrariedad experimentada por el nuevo intento de
traslado. En la exposición, aparte de las razones expuestas en
la ocasión anterior, se agregaban otras como «el haber extendido
la población de Cádiz con costosas fábricas, no sólo para
alojamiento de los vecinos y extranjeros que residen en la
ciudad sino para comodidad de los numerosos cuerpos de la Armada
que siempre han estado establecidos en ella, por lo que si ésta
se traslada a la Isla quedarán muchos edificios vacíos y no
podrán producir a sus dueños ni aun los moderados arrendamientos
del tres por ciento que antes de esta novedad han dado
escasamente. Al hacer casas en la Isla se necesitarán nuevos
desembolsos. Siendo la Isla la única garganta de tierra por
donde se conducen a esta plaza casi aislada ganados y víveres,
es preciso que los que se consuman en la nueva población le
hagan mucha falta y que cuando los temporales no permitan el
tráfico de mar, falten los ganados y los alimentos que entonces
se transportan por tierra, y que en tales días andan muy
escasos, aun sin haber quién los necesita en el camino. La falta
de dieciséis mil personas que saldrán minorarán
considerablemente su vecindario, lo que perjudica a la ciudad,
pues no habrá gente que aplicar a las armas en caso de
necesidad. Por todo ello se impetra de la Real clemencia la
supresión de la Real determinación.»
La opinión pública gaditana se centraba en aquellos días, como
es natural, en el asunto del traslado de la Marina. Unos decían
que no se la llevarían, dados los inconvenientes que presentaba
la Isla, por lo que cobrarían más fuerza las razones aportadas
por el municipio en intentos anteriores. Otros, por el
contrario, de criterio más amplio, pensaban que si se volvía a
tratar del tema sería porque existirían fundadas razones de
conveniencia militar para llevarlo a cabo; por lo que en esta
ocasión el traslado sería definitivo.
Don Diego Martínez marchó a la Corte y mantuvo conversaciones
con los señores Arriaga, Marqués y Rosa, a los que dio a conocer
el pliego de las razones alegadas por la ciudad. Pero los
regidores y una buena parte de la opinión intuían esta vez que
las negociaciones irían al fracaso. El bailío, don Julián
Arriaga, secretario del Despacho de Marina, participaba a los
regidores desde Aranjuez: «He hecho presente al rey la
representación de V. S. sobre los perjuicios e inconvenientes
que prevee consiguientes a la traslación de los cuerpos de
Marina a la Isla de León, pero S. M. no ha hallado suficiente
causa para variar su resolución, de la cual doy a V. S. aviso
para su inteligencia. Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez,
14 de abril de 1769. Muy noble y leal ciudad de Cádiz.»
Cartas de despedida.
Los preparativos del traslado se efectuarían sin dilación
alguna. El marqués de la Victoria, en carta al procurador mayor,
manifestaba: «Mi próxima traslación a la Isla de León para
establecerme en ella y el reconocimiento a los particulares
honores que he devido a esta excelentísima ciudad, que miro con
el amor y respeto de madre, por la gustosa residencia de tantos
años que en ella he disfrutado, me han estimulado para
noticiarlo a formar el adjunto aviso, que ruego a V. S., como su
procurador mayor, tenga a bien presentarla en mi nombre,
haciendo, al mismo tiempo, presente mi veneración y mi obsequio
al noble complexo de circunstancias que la ilustran. Disimule V.
S. esta molestia y mándeme en todas distancias, con el seguro de
la inalterable buena voluntad a servirle, que conservaré, con lo
que pido a Nuestro Señor guarde la vida de V. S. muchos años. B.
L. M. de V. S., su mayor y más seguro servidor. El marqués de la
Victoria.»
La despedida a la ciudad de Cádiz la manifestó don Juan José
Navarro a la vez que la anterior, y decía: «Excelentísimo muy
noble y leal cabildo de la ciudad de Cádiz. El asenso que
profeso y la obligación con que vivo a los honores que en todos
tiempos le he merecido son los estímulos que me inducen a dar
cuenta de mi próxima traslación a la Isla de León para
establecer mi residencia en ella, no sin el sentimiento de
separarme de la que siempre he mirado como madre, por la gustosa
existencia de tantos años que en ella he disfrutado; desde
aquella distancia, como de cualquiera otra que se me pueda
proporcionar, espero conseguirla para mi siempre deseados
preceptos de V.E., para acreditarle en su gustoso desempeño lo
sincero de la verdadera estimación que le dedico. El marques de
la Victoria.»
Estas dos cartas, de puño y letra del marqués, figuran en el
libro de cabildos del Ayuntamiento gaditano.
Datos complementarios.
La Capitanía General radicaba en una casa recién construida, en
la que Marina ocupaba algunos locales formando parte del
edificio, que se denominó de las cuatro torres por tener una
torre gemela en cada esquina La construcción de dicha finca,
finalizada en 1745, se debe a la iniciativa del comerciante
armenio, avecindado en Cádiz, Juan Clat Fragela. Hoy está
declarada monumento histórico-artístico. A la espalda de
Capitanía, en la calle de los Doblones (actualmente Manuel
Rancés), se hallaba la vivienda del capitán general y en la
calle lateral, que unía ambos locales, se encontraban los
servicios generales y cuerpo de guardia. Separados por la calle
«Garita de la Escalerilla» se hallaba el Cuartel de Batallones
de Marina, que también daba nombre a dicha calle. Cuando éste
fue demolido, en su solar se construyeron las casas de las cinco
torres, en lo que hoy linda con la plaza de España.
A principios de 1766 el marqués de la Victoria sufre la pérdida
de su esposa, que se halla enterrada en el convento del Carmen
de Cádiz. Al fallecer en la Isla, el marqués, gran devoto del
Carmelo, fue su voluntad que sus restos reposaran en el convento
carmelitano de aquella ciudad, donde quedarían hasta ser
trasladados al Panteón de Marinos Ilustres.
A don Juan José Navarro sucedió accidentalmente en el cargo su
yerno el jefe de escuadra don Gutierre de Hevia, marqués del
Real Transporte, que sólo permaneció en el puesto veintiocho
días, sucediéndole el teniente general don Andrés Reggio y
Branciforte.
El cargo de director general de la Armada continuó anexo al de
capitán general de Cádiz, hasta el 3 de enero de 1796 en que fue
designado para ocuparlo el capitán general don Antonio de Arce,
quien, ya como inspector general de la Armada, tuvo residencia
en la Corte.
El 22 de noviembre de 1770 se acordó, en vista del aumento de la
guarnición de Cádiz, dedicar casas vacías a cuarteles. Entre
ellas, la que ocupó el capitán general en la calle de los
Doblones, de mucha capacidad; el castillo en que residían los
guardias marinas, que tenía cabida para trescientos hombres, y
la casa que sirvió a aquéllos de academia. Sin embargo, el 22 de
mayo de 1792, ante el intento de instalar la cárcel en el
castillo, se prohibió dicho proyecto por ser monumento antiguo y
no debía cambiársele de forma.
Se dijo, aunque no he logrado confirmar esta información, que
más de dieciséis mil personas pasaron a la Isla con ocasión del
traslado del Departamento. Años más tarde, por conveniencias del
servicio, se fueron estableciendo en Cádiz algunas dependencias
de Marina. Como es sabido, actualmente existen la Base de
Puntales, en el antiguo astillero del mismo nombre, la Jefatura
de Intendencia de la Zona del Departamento y el Instituto
Hidrográfico.
Vargas Ponce, en su obra Vida de don Juan J. Navarrete, marqués
de la Victoria, hace el siguiente comentario: El traslado del
cuerpo de la Armada de las delicias de Cádiz a los arenales de
la Isla, entonces aldea de corto caserío, hoy, aunque muy
irregular en su construcción, de las villas más extensas del
reino, suscitó vivas polémicas. Los sarcasmos, que con
frecuencia manchan los papeles públicos, dijeron entonces que
España para aumentar su Marina la había internado dos leguas
tierra adentro. Esto fue acercarlas otras tantas a su primer
arsenal, reconcentrando un cuerpo tan numeroso en rededor de sus
jefes y cabezas.
No es necesario demostrar la visión de futuro de Carlos III y
sus asesores navales al establecer el Departamento Marítimo en
la que, años más tarde, sería ciudad de San Fernando. A la vista
está cuán desacertadas eran aquellas opiniones contrarias al
traslado, las que para apreciar debidamente habríamos de
situarnos en aquella época y conocer las leyes que entonces
regían, pero el tratar de ello sería trasladarnos a otra parte
de la historia.
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