Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

D. Juan José Navarro, marqués de la VictoriaRecién tomado posesión de su cargo el capitán general del Departamento, D. Juan José Navarro, a petición del marqués de la Ensenada, le envió con fecha 13 de julio de 1750 un informe relativo a la elección definitiva del lugar donde había de ubicarse el nuevo Departamento y Arsenal. A la sazón reinaba en España Fernando VI.

El marqués de la Victoria se refería a la opción de trasladar la Marina a la Isla de León o a Puerto Real. Sus razones eran las siguientes:

1. La Carraca ofrece más comodidad.
2. Es más saludable el aire que el de Puerto Real.
3. La Isla puede proveer bien de agua a La Carraca por los pozos y norias y la derivable de la casa de Ricardo.
4. Tiene menos dificultades, si hubiera que traerla desde Paterna, el acercarla a la Isla que a Puerto Real.
5. La Isla, cantera de peña viva, puede proporcionar sólidos cimientos para las construcciones militares.
6. La comunicación de la Isla con La Carraca es sencilla, ya que puede bastar sólo el mantenimiento de dos barcos.
7. La Isla no necesita amurallamiento y Puerto Real sí. Ha de bastar en aquélla establecer en los caños que la aíslan servicio de vigilancia.
8. La Isla en sí es el más poderoso antemural de Cádiz; siempre se ha dicho que la mayor fortificación de Cádiz es la Isla, pues ni navíos, ni un ejército establecido en Conil, Chiclana, Medina Sidonia, Jerez, y aun en Puerto de Santa María, podrían adueñarse de la plaza. Con tropas en la Isla, Cádiz es inconquistable. Puerto Real, por el contrario, perjudicial para el arsenal, la Isla y Cádiz.
9. Puerto Real no puede socorrer a La Carraca, como aconteció en el pasado incendio, ni Chiclana tampoco; sólo la guarnición del Puente puede hacerlo.
10. En lo único que se asemejan Puerto Real y la Isla es en que en ambas hay que hacer fábricas permanentes.

Como vemos, el marqués de la Victoria se inclinaba por las ventajas de la Isla sobre Puerto Real. El conjunto naval a organizar, a su juicio, debería consistir, cuando menos, en cincuenta navíos, ciento cincuenta guardias marinas, mil artilleros y cuatro batallones, para los que debían construirse los alojamientos correspondientes, a más de la iglesia, dos hospitales y demás dependencias secundarias. En su mente nacía la que habría de ser en el norte isleño, contiguo a La Carraca, la nueva población de San Carlos.

En el cabildo general del 6 de agosto de 1750 del municipio gaditano, el procurador mayor, marqués de Carballo, expuso lo siguiente:

"Hacer presente a la ciudad que se había hecho notoria la resolución de S. M. sobre trasladar desde este puerto a la villa de la Isla de León el Real Cuerpo de Marina, en cuya execución comprendió seguirse perjuicios considerables ya respectivos al mismo cuerpo y ya a este pueblo, en que no dexeaba de conocerse alguno, tal vez transcendental, aún a la Real Corona, por lo cual entendía que a exemplo de otras ocasiones, en que se ha tenido igual traslación, devía este nobilísimo Ayuntamiento representar a S. M. lo que estimase oportuno, impetrando de su Real clemencia la suspensión de su Real determinación en el asunto. Y entendida esta exposición, tratado y conferido lo que se estime conveniente, la ciudad de conformidad acordó: Que el sábado 26 del corriente mes se tenga cabildo, en que únicamente, y por un sólo punto, se trate lo que al particular deba resolverse. Y a este efecto, y el de verificarlo con el mayor acierto, traiga el señor procurador mayor su exposición ampliada y fundamentada de las razones que actualmente median, para acreditar los perjuicios que puedan originarse en la práctica de la referida traslación."

Y, efectivamente, el cabildo, cumplimentando dicho acuerdo, se volvió a reunir el día 13 del mismo mes, confiriendo poder a los regidores don Alonso García y don Pedro Muñoz, para exponer sus razones, no sólo ante S. M. sino en sus tribunales, por ser beneficio para la ciudad.

El traslado no se llevó a efecto, pues el marqués de la Ensenada, que había de realizarlo, cesó en el cargo en julio de 1754. Quedaron paralizadas las gestiones, aunque la idea de mudar el Departamento seguía latente en la mente de los que pedían llevarla a cabo. Habían de transcurrir algo más de dieciocho años para desempolvar la cuestión. El sucesor de don Zenón de Somodevilla en la Secretaría de Despacho de Marina, don Julián de Arriaga y Rivera, sería el que la realizase cuando Carlos III, reinante desde 1759, se aliviaba del grave aprieto que le impuso Inglaterra al atacar sus territorios de La Habana y de Manila.

Proyecto de 1768.

La idea de trasladar el cuerpo de Marina, de Cádiz a la Isla de León, se fragua, en realidad, durante el reinado de Carlos III. La ciudad de Cádiz, como otras veces en pie de resistencia, iniciaría sus gestiones para obstaculizar o dilatar, en el peor de los casos, el acuerdo oficial. Los regidores no permanecieron impasibles ante la reanudación de las gestiones para el traslado, pero intuían que la batalla iba a ser más dura y difícil de librar que las anteriores.

De orden del monarca, el marqués de la Victoria designó una junta para tratar del problema de alojamiento en la Isla. La componían el teniente general don Andrés Reggio, el mayor general don Manuel Puisin y el intendente don Juan Gerbant.

En el cabildo, del miércoles 23 de noviembre de 1768, el procurador marques de Carballo manifestaba que se había hecho notorio el traslado del cuerpo de Marina. La ciudad designó a don Francisco Huarte y a don Jerónimo Navaschiera, asociados con los señores síndico, procurador mayor y personero del común, que debían dirigirse a la Real Persona.

En las actas capitulares constan todos los escritos que acusan la gran contrariedad experimentada por el nuevo intento de traslado. En la exposición, aparte de las razones expuestas en la ocasión anterior, se agregaban otras como «el haber extendido la población de Cádiz con costosas fábricas, no sólo para alojamiento de los vecinos y extranjeros que residen en la ciudad sino para comodidad de los numerosos cuerpos de la Armada que siempre han estado establecidos en ella, por lo que si ésta se traslada a la Isla quedarán muchos edificios vacíos y no podrán producir a sus dueños ni aun los moderados arrendamientos del tres por ciento que antes de esta novedad han dado escasamente. Al hacer casas en la Isla se necesitarán nuevos desembolsos. Siendo la Isla la única garganta de tierra por donde se conducen a esta plaza casi aislada ganados y víveres, es preciso que los que se consuman en la nueva población le hagan mucha falta y que cuando los temporales no permitan el tráfico de mar, falten los ganados y los alimentos que entonces se transportan por tierra, y que en tales días andan muy escasos, aun sin haber quién los necesita en el camino. La falta de dieciséis mil personas que saldrán minorarán considerablemente su vecindario, lo que perjudica a la ciudad, pues no habrá gente que aplicar a las armas en caso de necesidad. Por todo ello se impetra de la Real clemencia la supresión de la Real determinación.»

La opinión pública gaditana se centraba en aquellos días, como es natural, en el asunto del traslado de la Marina. Unos decían que no se la llevarían, dados los inconvenientes que presentaba la Isla, por lo que cobrarían más fuerza las razones aportadas por el municipio en intentos anteriores. Otros, por el contrario, de criterio más amplio, pensaban que si se volvía a tratar del tema sería porque existirían fundadas razones de conveniencia militar para llevarlo a cabo; por lo que en esta ocasión el traslado sería definitivo.

Don Diego Martínez marchó a la Corte y mantuvo conversaciones con los señores Arriaga, Marqués y Rosa, a los que dio a conocer el pliego de las razones alegadas por la ciudad. Pero los regidores y una buena parte de la opinión intuían esta vez que las negociaciones irían al fracaso. El bailío, don Julián Arriaga, secretario del Despacho de Marina, participaba a los regidores desde Aranjuez: «He hecho presente al rey la representación de V. S. sobre los perjuicios e inconvenientes que prevee consiguientes a la traslación de los cuerpos de Marina a la Isla de León, pero S. M. no ha hallado suficiente causa para variar su resolución, de la cual doy a V. S. aviso para su inteligencia. Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez, 14 de abril de 1769. Muy noble y leal ciudad de Cádiz.»


Cartas de despedida.

Los preparativos del traslado se efectuarían sin dilación alguna. El marqués de la Victoria, en carta al procurador mayor, manifestaba: «Mi próxima traslación a la Isla de León para establecerme en ella y el reconocimiento a los particulares honores que he devido a esta excelentísima ciudad, que miro con el amor y respeto de madre, por la gustosa residencia de tantos años que en ella he disfrutado, me han estimulado para noticiarlo a formar el adjunto aviso, que ruego a V. S., como su procurador mayor, tenga a bien presentarla en mi nombre, haciendo, al mismo tiempo, presente mi veneración y mi obsequio al noble complexo de circunstancias que la ilustran. Disimule V. S. esta molestia y mándeme en todas distancias, con el seguro de la inalterable buena voluntad a servirle, que conservaré, con lo que pido a Nuestro Señor guarde la vida de V. S. muchos años. B. L. M. de V. S., su mayor y más seguro servidor. El marqués de la Victoria.»

La despedida a la ciudad de Cádiz la manifestó don Juan José Navarro a la vez que la anterior, y decía: «Excelentísimo muy noble y leal cabildo de la ciudad de Cádiz. El asenso que profeso y la obligación con que vivo a los honores que en todos tiempos le he merecido son los estímulos que me inducen a dar cuenta de mi próxima traslación a la Isla de León para establecer mi residencia en ella, no sin el sentimiento de separarme de la que siempre he mirado como madre, por la gustosa existencia de tantos años que en ella he disfrutado; desde aquella distancia, como de cualquiera otra que se me pueda proporcionar, espero conseguirla para mi siempre deseados preceptos de V.E., para acreditarle en su gustoso desempeño lo sincero de la verdadera estimación que le dedico. El marques de la Victoria.»

Estas dos cartas, de puño y letra del marqués, figuran en el libro de cabildos del Ayuntamiento gaditano.


Datos complementarios.

La Capitanía General radicaba en una casa recién construida, en la que Marina ocupaba algunos locales formando parte del edificio, que se denominó de las cuatro torres por tener una torre gemela en cada esquina La construcción de dicha finca, finalizada en 1745, se debe a la iniciativa del comerciante armenio, avecindado en Cádiz, Juan Clat Fragela. Hoy está declarada monumento histórico-artístico. A la espalda de Capitanía, en la calle de los Doblones (actualmente Manuel Rancés), se hallaba la vivienda del capitán general y en la calle lateral, que unía ambos locales, se encontraban los servicios generales y cuerpo de guardia. Separados por la calle «Garita de la Escalerilla» se hallaba el Cuartel de Batallones de Marina, que también daba nombre a dicha calle. Cuando éste fue demolido, en su solar se construyeron las casas de las cinco torres, en lo que hoy linda con la plaza de España.

A principios de 1766 el marqués de la Victoria sufre la pérdida de su esposa, que se halla enterrada en el convento del Carmen de Cádiz. Al fallecer en la Isla, el marqués, gran devoto del Carmelo, fue su voluntad que sus restos reposaran en el convento carmelitano de aquella ciudad, donde quedarían hasta ser trasladados al Panteón de Marinos Ilustres.

A don Juan José Navarro sucedió accidentalmente en el cargo su yerno el jefe de escuadra don Gutierre de Hevia, marqués del Real Transporte, que sólo permaneció en el puesto veintiocho días, sucediéndole el teniente general don Andrés Reggio y Branciforte.

El cargo de director general de la Armada continuó anexo al de capitán general de Cádiz, hasta el 3 de enero de 1796 en que fue designado para ocuparlo el capitán general don Antonio de Arce, quien, ya como inspector general de la Armada, tuvo residencia en la Corte.

El 22 de noviembre de 1770 se acordó, en vista del aumento de la guarnición de Cádiz, dedicar casas vacías a cuarteles. Entre ellas, la que ocupó el capitán general en la calle de los Doblones, de mucha capacidad; el castillo en que residían los guardias marinas, que tenía cabida para trescientos hombres, y la casa que sirvió a aquéllos de academia. Sin embargo, el 22 de mayo de 1792, ante el intento de instalar la cárcel en el castillo, se prohibió dicho proyecto por ser monumento antiguo y no debía cambiársele de forma.

Se dijo, aunque no he logrado confirmar esta información, que más de dieciséis mil personas pasaron a la Isla con ocasión del traslado del Departamento. Años más tarde, por conveniencias del servicio, se fueron estableciendo en Cádiz algunas dependencias de Marina. Como es sabido, actualmente existen la Base de Puntales, en el antiguo astillero del mismo nombre, la Jefatura de Intendencia de la Zona del Departamento y el Instituto Hidrográfico.

Vargas Ponce, en su obra Vida de don Juan J. Navarrete, marqués de la Victoria, hace el siguiente comentario: El traslado del cuerpo de la Armada de las delicias de Cádiz a los arenales de la Isla, entonces aldea de corto caserío, hoy, aunque muy irregular en su construcción, de las villas más extensas del reino, suscitó vivas polémicas. Los sarcasmos, que con frecuencia manchan los papeles públicos, dijeron entonces que España para aumentar su Marina la había internado dos leguas tierra adentro. Esto fue acercarlas otras tantas a su primer arsenal, reconcentrando un cuerpo tan numeroso en rededor de sus jefes y cabezas.

No es necesario demostrar la visión de futuro de Carlos III y sus asesores navales al establecer el Departamento Marítimo en la que, años más tarde, sería ciudad de San Fernando. A la vista está cuán desacertadas eran aquellas opiniones contrarias al traslado, las que para apreciar debidamente habríamos de situarnos en aquella época y conocer las leyes que entonces regían, pero el tratar de ello sería trasladarnos a otra parte de la historia.







 

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