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Si vimos en el capitulo anterior los grandes cambios que
experimentó el libro durante el siglo XIX, en éste veremos que
han sido aún mayores en el XX. Se ha producido una mayor
mecanización en todos los procesos de fabricación y por tanto se
han abaratado los costes y el producto. También ha habido un
aumento desorbitante del número de títulos publicados y del de
ejemplares de las tiradas, y han aparecido nuevas formas de
comercialización buscando llegar a los cada vez más numerosos
lectores. Además, han surgido nuevos soportes de la información,
junto a los impresos, que gozan de gran popularidad como son los
medios audiovisuales, elementos reprográficos tales como la
microfotografía y la fotocopia -que está teniendo efectos
perniciosos en la edición de los libros al ser más barata- y los
ordenadores o computadoras.
Con
el avance del siglo la electrónica va desplazando a la mecánica
y la tipografía tradicional va siendo sustituida por nuevos
procedimientos como el heliograbado, el huecograbado y el
offset. En la operación de la composición ha surgido la
fotocomponedora con la que el texto mecanografiado se graba a
través de una luz proyectada en él y que pasa la imagen a una
película sensible.
La utilización del ordenador en la corrección de libros es
grande gracias a las posibilidades de composición de textos que
ofrece los word processors, pero mayormente por los sistemas de
tratamiento electrónico de la comunicación que han ofrecido
nuevas técnicas en el almacenamiento, búsqueda y difusión de la
información. Estas son algunas de las respuestas al crecimiento
desmesurado de la información en este siglo.
Las instituciones tradicionales de la difusión del libro:
editorial, librería y biblioteca, se ven sustituidas por un
ordenador con una terminal de entrada de datos y una memoria
para guardarlos, un terminal de salida o visualizador y una
línea transmisora entre ambos que puede ser el teléfono, un
cable espacial, ondas magnéticas o satélites.
Entre los medios audiovisuales que tienen un puesto similar al
del libro tenemos el cine, creado por los hermanos Lumiere, la
radiodifusión, más rival de la prensa que del libro, y,
competencia de ambos, la televisión, que ha ejercido una enorme
atracción sobre la gente.
El gran desarrollo de la lectura ha sido favorecido por una
serie de factores como la mayor renta de las personas o la
tendencia de la población a concentrarse en las urbes, donde la
gente tiene posibilidades de mejorar la calidad de vida.
Resultado de ésto fue el desarrollo de la enseñanza, decisivo
para la creación de lectores teóricos.
Los gobiernos de los países desarrollados también han dedicado
gastos o inversiones para fomentar la educación y la cultura. En
los países que no lo están esta tarea ha sido promovida por
organismos internacionales, entre los que destaca la Unesco. En
España la campaña contra el analfabetismo se inició en la década
de los cincuenta y colaboraron la Dirección General de Enseñanza
Primaria, la Comisaría de Extensión Cultural y el Ejército.
La Unesco es una institución de la ONU creada en 1946 para
contribuir por medio de la educación, la ciencia y la cultura a
asegurar la paz y el respeto universal a la justicia, a la ley y
a los derechos y libertades fundamentales. Da orientaciones
técnicas a los países, proporciona especialistas para crear
bibliotecas, procura la libre circulación del libro y ha
favorecido el surgimiento de editoriales. Así, el año 1972 fue
declarado Año Internacional del Libro para convencer de los
beneficios de la lectura y de la libertad de expresión. A pesar
de esta política educativa el índice de analfabetismo en el
mundo sigue siendo alto, Entre los últimos proyectos de la
Unesco está la UNISIST para que todos compartan los
conocimientos científicos y técnicos.
La producción mundial de libros ha crecido continuamente, pero
también está desigualmente repartida. En la distribución por
continentes, a Europa le corresponde un 55,1%, siendo Alemania e
Inglaterra los países con mayor producción, a América un 21,3%
(del cual el 16% es para Norteamérica), a Asia un 19,6% (siendo
un 1% para los países árabes), a Oceanía un 1,5% y a África
(excluidos los países árabes) un 1,9%.
Tenemos que hacer mención de las nuevas modalidades de
producción y venta del libro que han aparecido durante este
siglo. Son el libro de bolsillo, de pequeño formato y reducido
precio por su fabricación mecanizada, con el que se han
identificado los jóvenes lectores; el club del libro, nacido en
los años veinte en EE.UU., en el que el editor se relaciona
directamente con el lector por correo, y la simple venta por
correo de objetos anunciados normalmente en la prensa.
España.
La industria editorial española ha adquirido un fuerte
desarrollo a lo largo del siglo XX. Esto ha sido debido a la
iniciativa de editores emprendedores y a una correcta política
del libro. Entre los editores más significativos de la primera
década, tenemos al escritor cubano Eduardo Zamacois que se
inició con el editor catalán Ramón Sopena y que tuvo mucho éxito
con sus colecciones El Cuento Semanal, a 30 céntimos, y Los
Contemporáneos. La Biblioteca Renacimiento, fundada en 1910 por
Victorino Prieto prestó un gran servicio a la literatura
española. En 1916 aparecía la editorial Calpe que en 1925 se
fundió con la catalana Hijos de José Espasa y adquirieron La
Lectura.
José Ortega y Gasset fue un personaje preocupado por la
educación y cultura de los españoles y, además de sus artículos
y libros, creó en los años veinte la revista y editorial La
Revista de Occidente. Los hermanos Baner fundaron la CIAP,
Compañía Ibero Americana de Publicaciones, de la que pusieron al
frente a Pedro Sáinz Rodríguez, catedrático de bibliología.
Manuel Aguilar creó las colecciones Obras eternas, Joya y
Crisol. Al acabar la dictadura de Primo de Rivera, a finales de
los treinta, inician su actividad varias editoriales con
inquietudes políticas: Ediciones Oriente, Historia Nueva,
Ediciones Ulises, Editorial España y Cenit; surgió la editorial
Labor.
Tras la guerra civil, en los años cuarenta, nació la BAC,
Biblioteca de Autores Cristianos, de la Editorial Católica. Se
inició la Editorial Gredos, en Barcelona Ediciones Destino, José
Janés se hizo cargo de la Editorial Plaza y tomó Plaza y Janés,
Luis de Caralt, Juventud, Noguer y Planeta. Luego nacieron Seix
Barral, Anaya y Santillana, Cátedra y Pirámides, Tecnos, Taurus,
Alfaguara, Alianza Editorial...
La política del libro se inició en los años veinte con la
creación de la Primera Cámara del libro en Barcelona. La
República creó en 1935 el Instituto del Libro Español ante la
crisis que atravesaba el libro en España. Tras la guerra, en
1939, se crea el Instituto Nacional del Libro, que se volvió a
crear por Decreto, dos años más tarde, en 1941 como Instituto
Nacional del Libro Español (INLE). Tras pasar por varias
delegaciones, el recién nombrado Ministerio de Cultura (1977) la
integró en la Dirección General del Libro. Organiza ferias y
exposiciones, publica la revista El libro español, que informa
de las novedades mensuales, favorece el comercio del libro y
hace por acercar el libro a los españoles.
La rápida fabricación del libro conseguida con las máquinas
automáticas y el prodigioso progreso científico y técnico han
acrecentado enormemente los fondos de las bibliotecas y han
transformado su organización. Ha dejado de ser un mero
almacenamiento de tesoros bibliográficos y libros para eruditos
y ha sido necesario inventar clasificaciones bibliográficas
universales para dividir y subdividir las ramas del saber y
facilitar el trabajo a los estudiosos. También se han
diversificado los tipos de bibliotecas. La cantidad de
información ha provocado la existencia de la actividad de la
Documentación, junto a la Bibliografía, que selecciona y
sistematiza los escritos sobre una materia. La automatización es
la ayuda que posibilita esta ingente labor.
Ante el desarrollo de las nuevas técnicas, al libro se le
critica de ser un medio lento en su aparición y difusión y de
ocupar demasiado espacio. Algunos auguran que la tipografía de
Gutenberg se encuentra en su fase crepuscular.
Nosotros hemos querido ofrecerles esta pequeña Historia del
Libro, que llega ya a su final, para que comprobemos el largo
caminar de este instrumento tan consustancial al ser humano y
para que no dejemos de entregarnos a la grata y reconfortante
labor de leer un buen libro.
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