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Ya nos habían advertido los medios de comunicación que no
mirásemos directamente al sol, pero algunos de los chavales que
se encontraban en la Plaza del Rey el día del eclipse no se
habían enterado y contemplaban el fenómeno con unas simples
gafas de sol, mientras otros del grupo, que tampoco se
«enteraban», pasaban olímpicamente del tema. A los primeros les
comenté los daños que podrían sufrir y entre risas y bromas me
mandaron a contemplarlo desde el Observatorio.
Como
el tema y la ocasión eran propicios, me encaminé hacia dicho
centro y, aunque no pude contemplar el eclipse, sí pude admirar
el edificio, su biblioteca y recordar algo del porqué de sus
orígenes y su significación con y para esta ciudad.
Los avances técnicos que disfrutamos, quizás nos hagan ocultar
la dificultad que hace tan sólo 300 años se tenía en todo el
mundo para poder situar de una forma precisa la posición de un
barco en la mar. Este país, con territorios y posesiones
repartidos por todo el orbe con los que había que mantener
comunicación, y una Hacienda que dependía, casi de una forma
absoluta, del comercio marítimo, estaba obligado a hacerlo.
La situación de un punto en la tierra está determinada por su
longitud (distancia al meridiano de Greenwich) y su latitud
(distancia al Ecuador); para determinar la primera es preciso de
un reloj y para la segunda del sextante. Respecto al primero,
podríamos recordar que Felipe III en 1573 ofreció un premio de
6.000 ducados de renta perpetua, 2.000 de renta vitalicia y
1.000 de «ayuda a la construcción» para quien resolviese el
problema, concurso al que se presentó Galileo en 1612 y que
quedó desierto. Posteriormente, en 1714, la marina inglesa
ofrece un premio de 20.000 libras para quien diseñase un
cronómetro con un error máximo de 2 minutos a la hora, no
resolviéndose el problema hasta 1761 con el reloj de longitudes
«Timekeper» numero 4 que dio una precisión de cinco segundos en
161 días.
Por tales preocupaciones, y aunque existían academias y escuelas
en la que se estudiaba el «arte de navegar» auspiciada por la
Casa de Contratación y el Consulado de Indias, hay que esperar
hasta las celebres Ordenanzas de Patiño de 1717 para la creación
de las Academias de Guardiamarinas. Formando parte de este
cuerpo surge en 1729 la figura de Jorge Juan y Santacilia que,
aun siendo cadete, fue nombrado en 1734 profesor de la referida
Academia y elevado al cargo de Teniente de Navío el 3 de enero
de 1735, pocos meses antes de su marcha a América para la
medición del meridiano, creando en 1753 el primer observatorio
astronómico de la Armada dos años después de ser nombrado
Capitán de la referida Academia.
Con el traslado a la Isla de las dependencias de la Marina se
decide la construcción de un observatorio que pudiera albergar
con comodidad el creado por Jorge Juan en Cádiz, y para eso se
elige el paraje conocido como «pago de Torrealta», situado a
unas 500 varas castellanas de la población y sobre el cerro del
mismo nombre, el cual domina con su altura los diferentes
edificios de la ciudad. Los encargados de elegir el terreno,
propiedad de D. Gabriel José de Zuloaga, Conde de Torrealta,
fueron D. Vicente Tofiño y D. Gaspar de Molina y Saldívar,
Marqués de Ureña, los cuales presentaron sendos proyectos para
su construcción, resultando elegido el del Marqués, quien
colocaría su primera piedra el 3 de octubre de 1793.
El edificio, que tuvo como modelo al del observatorio de Oxford,
tenía planta cruciforme y se dividía en varios pisos; en la
primera planta se situaban los almacenes y la casa del portero,
en el entresuelo los dormitorios, en el segundo piso la
biblioteca y las salas de estudio y trabajo profesional,
albergando el tercer piso lo que propiamente era el
observatorio. La cúpula estaba situada en el centro del
edificio. Las obras terminaron el 26 de junio de 1797,
comenzando el traslado de los instrumentos y enseres del
observatorio de Cádiz en agosto de este mismo año; pero hubo que
esperar hasta el 4 de agosto de 1798 para poder verlo inaugurado
oficialmente. Posteriormente el edificio ha sufrido diversas
modificaciones y ampliaciones, siendo la más importante la
realizada en 1857, que modificó la estructura cruciforme
primitiva por la cuadrada actual. La fachada principal presenta
un pórtico de cuatro columnas que sostienen a un arquitrabe y
cornisa corrida adornados ambos por metopas.
En la actualidad el Observatorio trabaja en cuatro áreas de
investigación: Astronomía, Efemérides, Hora y Geofísica, siendo
este Centro destacado y reconocido mundialmente. Respecto a la
sección de Astronomía, su misión es la de establecer la posición
de los astros con la mayor precisión posible, utilizándose para
ello, entre otros instrumentos, los llamados círculos
meridianos, siendo poseedor nuestro Observatorio de uno de los
cuatro existentes en el mundo.
No se le puede restar mérito a la sección de Efemérides, que es
la encargada de editar los libros de «Efemérides Astronómicas» y
el «Almanaque Náutico», lo que viene realizando puntualmente
desde la ya lejana fecha de 1791 y que determina la posición de
los astros en el cielo hasta con 4 años de antelación. Conviene
recordar que sólo siete países en el mundo realizan tal trabajo.
La sección de Geofísica estudia los fenómenos relacionados con
el magnetismo terrestre y la sismología, siendo el primer centro
español que estudió en 1870 el campo magnético terrestre. En
cuanto a la detección y estudios de terremotos ya se realizaban
en 1898. Esta sección, con estudios de Geofísica, Geodesia,
Oceanografía y Glaciarismo, participa desde 1988 en las
investigaciones que se realizan en la Antártida desde la base
española «Juan Carlos I» y está integrada en una red mundial de
estaciones magnéticas.
Pero, quizás, por lo que se conozca más al Observatorio en los
círculos alejados de la investigación es por la misión de
establecer la hora oficial de España, lo que realiza por medio
de diez relojes atómicos que dan una precisión de un error de
menos de un segundo en cien mil siglos. De los diferentes
relojes se saca un promedio que es el que se trasmite por una
emisora y constituye la hora oficial de España.
Si importantes son los estudios, trabajos y publicaciones que se
realizan en el Observatorio, no quiero dejar pasar la ocasión
sin referirme a su biblioteca, con 45.000 volúmenes, revistas y
publicaciones de un valor científico y técnico incalculable, y a
la multitud de telescopios, teodolitos, relojes, cámara
fotográficas, y un largo etc., que forman un museo de alto
interés y muy digno de visitar, aunque las explicaciones sean
someras. Casi todos estos aparatos están en perfecto estado,
como un siderostato que tras estar muchos años desmontado fue
puesto en uso con motivo del 200 aniversario del Observatorio, y
que ha servido para la contemplación de unos pocos afortunados
del, para nosotros, último eclipse total del siglo.
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