Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 1999 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

La Selectividad -esa abstracción- es un trauma académico, un miedo escénico ante la futura posibilidad de ser o no ser algo en los pasillos universitarios, en los entresijos del saber social, en los decadentes campus por donde deambulan los futuros filósofos al lado de los trepanadores sanitarios que velarán con escalpelo la sombra de nuestros tumores.

La selectividad -como redundancia- selecciona a los alumnos, criba a las alumnas, separa los garbanzos negros, limpia la paja de las lentejas y señala con nota severa quiénes serán elegidos para ocupar la facultad, el laboratorio y el expediente. No hay títulos para todos/todas. Hay masificación en las aulas lo mismo que la hay para correr el maratón de Madrid. Todo se hace a escala mogollón en esta sociedad ansiosa. Con la selectividad -tras la selectividad- comienza un verano de litrona y desparpajo para tantos jóvenes, que desnudarán un frenesí mediático por piscinas y bares de copas para celebrar el éxito o emborrachar el fracaso. La selectividad no indica nada; sólo es un tamiz de nombres colocados por orden alfabético. Es un (mal) trago que debe pasar por el gaznate orgánico/psíquico de los/las que aceptan la gris y empapelada ortodoxia del éxito social; esto es, la que pesa la posición convencional según el número de diplomas. Es más, según el dinero que un diploma/titulo sea capaz de generar en su dimensión profesional.

Quiere decirse que la selectividad es una angostura en el camino hacia el teórico triunfo, una vez asumida la universidad como una fábrica de licenciaturas, como una factoría de economistas, psicólogos y veterinarios. Se sobrepasa como se sobrepasa un documento «sine qua non» o una oficina siniestra para tramitar el carné de identidad. La selectividad es una gestión, cuando el hecho estudiantil -teóricamente vocacional- se ha convertido en una gestión, una mera agencia de colocación, una enseñanza profesional para dejar de sumar con los dedos y aprender a ordenar más hábilmente los papeles.

La selectividad, entonces, da paso a otra cosa, otra etapa, otro recodo, el derecho a un curso universitario, un horario de clase y una silla de pala para tomar apuntes y ver pasar el tiempo, con sus largas mañanas de lluvia y tedio y sus inmensas tardes de tubo de ensayo y modorra. Muchos estudiantes -incluso- harán/sobrepasarán la selectividad porque no conciben otra manera de seguir adelante en busca del futuro o el octubre próximo.

Mientras tanto, pasa el verano de calima existencial, a la luz dorada del calimocho.





 

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