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En
la antigüedad, el naoeher o nauclero era el que mandaba la
maniobra en los barcos de vela de poco porte. A finales del
siglo XV va desapareciendo la figura del naoeher, dejando paso a
la del piloto. Otro técnico de la navegación de aquellos tiempos
era el cómitre, que aparece en los primeros siglos de la Edad
Media como capitán de mar, a cuyo cargo estaba el mando marinero
del buque y su rumbo. En las galeras era el cómitre el oficial
de mar encargado de mantener el orden e imponer castigo a los
forzados.
El gobierno de las naves militares lo ejercía el capitán de
guerra como mando supremo, coexistiendo con él el capitán de
mar, perito en navegación que no siempre era piloto.
Posteriormente los cargos se unieron y el mando lo desempeñaba
el capitán de mar y guerra, en virtud de las Ordenanzas de 24 de
enero de 1633. En 1508 se crea el cargo de piloto mayor. El
primero parece que fue Américo Vespucio (de 1508 a 1512). A su
muerte le sustituyó Díaz de Solís (1512-1516), y a la muerte de
éste en el Río de la Plata asumió el cargo Sebastián Caboto.
Inferiores en categoría eran los pilotos reales que suplían al
mayor durante su ausencia y formaban el consejo marítimo para
examinar a los pilotos de Indias.
En 1527 se ordenó «no se expidiese carta de pilotaje ni de
marear a ningún extranjero, ni escritura para las Indias, ni que
por otro alguno le fuese dada ni vendida sin expresa licencia
del rey». El que desease ser piloto tenía que acreditar haber
navegado seis años a las Indias, haber estado en Tierra Firme,
Nueva España, las islas españolas y Cuba.
Se disponía en las Ordenanzas aprobadas por Real Cédula de 17 de
enero de 1591 que el gobierno de las naos almirante lo
desempeñara un piloto mayor. El mismo título se daba en la Casa
de Contratación al examinador de pilotos. Asimismo era piloto
mayor el responsable de la derrota en una división o escuadra,
en los galeones de la carrera de Indias y en las flotas de Nueva
España.
La Casa de Contratación de Sevilla -que expidió nombramientos
hasta 1607- daba enseñanza a los alumnos de pilotaje. A partir
de dicho año se abrió en la citada capital un colegio para
huérfanos de marinos, donde se impartían las disciplinas de
náutica. En 1629 ya hay una universidad autorizada para estas
materias. En la primera mitad del siglo XVII se padeció gran
escasez de capitanes de mar y pilotos. Las Ordenanzas de 24 de
enero de 1633 detallaban las obligaciones de los capitanes,
pilotos, maestres, contramaestres y guardianes de los galeones
de la Armada. Debido a la falta mencionada de oficiales de mar,
las citadas Ordenanzas decían: «que no se les despidiera en
ningún tiempo si no fuera por causas justas». La escasez se
agudizó en el desastre de Guetaria, de 1638, contratándose a
pilotos extranjeros para traer unos galeones de Flandes. En 1569
se constituye en Sevilla la Universidad de Mareantes. A
propuesta de ésta y de la Casa de Contratación, Carlos II
autoriza por Real Cédula de 17 de junio de 1681 la apertura de
un colegio llamado de San Telmo, que sería administrado por la
citada universidad. Se construyó al efecto un edificio en la
calle Betis, del barrio de Triana, con capacidad para doscientos
colegiales, llegándose en 1699 a doscientos setenta.
Tenían un promedio de doce a quince años de edad y cursaban
cuatro de estudios. De este Centro salían pilotos para dotar las
naves de las carreras de Indias. Contiguo al colegio se hallaba
el hospital o iglesia de Nuestra Señora del Buen Aire, a cuya
advocación se acogió. No obstante, como el colegio resultó
insuficiente, se adquirió el llamado Palacio de San Telmo.
situado en la hoy avenida de Roma y cercano a la Puerta de
Jerez. Las obras de construcción duraron casi medio siglo
-finales del siglo XVII y principios del XVIII-, y en 1754 se
adscribió para colegio de náutica. En 6 de noviembre de 1786 se
le dio nueva ordenanza separándose de la Universidad de
Mareantes y pasando a depender de Marina. Por ley de 16 de junio
de 1849 se autorizó su enajenación a los duques de Montpensier
(En 1879 el Palacio de San Telmo seria dedicado a Seminario
metropolitano y Universidad Pontificia). Las clases pasaron al
colegio de San Diego, sito en el antiguo convento de este nombre
en la calle de las Armas, hoy Alfonso XII.
Este centro fue fundado en 1853 para estudios de segunda
enseñanza. Por ser insuficiente para el elevado número de
alumnos. se amplió adquiriéndose para ello casas inmediatas.
Entre su profesorado contaba con el sacerdote y eminente
matemático don Alberto Lista, que había sido profesor del
Colegio Real de San Telmo en 1796, y que después de su exilio en
París y Londres había vuelto a España y fijado nuevamente su
residencia en Sevilla en 1840. Algunos de sus directores fueron
marinos, como el capitán de fragata don Adrián García de Castro.
La mayor parte de los alumnos del Real Colegio de San Telmo eran
huérfanos de marinos indigentes. Cursaban matemáticas,
navegación, maniobra, artillería, cosmografía, economía
política, comercio, geografía comercial, francés, inglés y
dibujo.
Los exámenes eran públicos y los asistentes podían preguntar a
los examinandos. La creación de este Colegio fue muy
conveniente, pues por la escasez de pilotos se contrataba a
extranjeros, a los que se les pagaban sueldos muy elevados que
solían exceder del que se satisfacía a los españoles. Podían
pasar a servir tanto en la Marina de Guerra como en la Mercante.
Una Real Orden de 20 de febrero de 1791 estableció bases para la
admisión de pensionistas nobles.
En tiempos de Carlos III resurge la Marina Mercante, cuyo
personal escaseaba. En los últimos tiempos del reinado de los
Austria, en la costa de Levante, no se impartían enseñanzas
náuticas, y por falta de barcos nacionales efectuaban el
comercio de cabotaje buques holandeses. El gobierno marinero de
los buques y el diario de navegación estaba a cargo de los
pilotos formados en los colegios de San Telmo de Sevilla y
Málaga -éste último tenía capacidad para 150 alumnos y también,
al igual que el de Sevilla, tuvo algunos directores marinos de
guerra, como capitán de navío graduado don José de Montemayor-.
Ambos centros los costeaba Marina y tenían como jueces
conservadores a los respectivos comandantes de Marina de la
Provincia. Existía además el Real Instituto Asturiano de Gijón y
las Escuelas Náuticas, que bajo la inspección de la Armada,
sostenían los Consulados -hoy Cámaras de Comercio, Industria y
Navegación- y los Ayuntamientos en diferentes puntos del Reino.
La primera escuela de náutica creada fue la de Bilbao.
En 1717 pasaron a Cádiz los tribunales de la Casa de
Contratación y el Consulado de Sevilla. Con esta medida Cádiz
fue el único puerto para el comercio con las Indias.
En 16 de junio de 1717 se dictan las ordenanzas e instrucciones
para la Armada. Compuesta de veinticinco capítulos, el número
doce trataba de los pilotos. Estas ordenanzas variaron
totalmente la organización marítima, comprendiendo a la vez
todos los progresos que exigían los adelantos de la náutica y de
la milicia. Eran fruto de la fecunda labor de Patiño en pro de
nuestra Armada. Así, pues, los pilotos que salían de los centros
mencionados -pilotos particulares- para embarcar en los buques
de la Marina comercial nutrieron también hasta 1748 las unidades
de la Armada. Sin embargo, con posterioridad a esta fecha, como
veremos después, estos profesionales podían, previo ciertos
requisitos y condiciones, pasar a la Marina de Guerra,
coexistiendo en el servicio con los formados en las academias de
pilotos de los departamentos. En este año se proyectó la
apertura de un Colegio de San Telmo en Puerto de Santa María.
Creación y academias.
A mediados del siglo XVIII, al incrementarse las fuerzas navales
y el comercio marítimo, Fernando VI, para mayor seguridad,
prosperidad y mutua unión de las posesiones ultramarinas, crea
el Cuerpo de Pilotos de la Armada, bajo el gobierno, régimen y
estatutos prescritos en la Ordenanza Naval de 1748. El Cuerpo
tenía consideración y derechos militares. Ejercían sus funciones
en los bajeles de guerra, bajo las órdenes de los comandantes y
oficiales respectivos. En tierra ocupaban sus componentes
destinos de vigía y otros propios de la profesión, destacándose
muchos en trabajos hidrográficos y de cartografía. Decían las
citadas ordenanzas: «El gobierno y dirección del Cuerpo de
Pilotos de la Armada estará a cargo del oficial que yo nombrase
por piloto mayor, el que a las órdenes del capitán general y de
los comandantes generales de los departamentos, ejercerá sus
funciones en observancia de lo que previenen estas Ordenanzas».
En cada departamento había un jefe de la Armada como comandante
de pilotos. El de Cádiz era piloto mayor, y desde el 15 de julio
de 1755 era comandante en jefe del Cuerpo -categoría de
brigadier o capitán de navío-, con mando de jefe de escuadra.
Dependía del director general de la Armada. En Cádiz se enseñaba
la navegación desde tiempos muy antiguos. (No olvidemos el
Colegio de Pilotos Vizcaínos cuyas ordenanzas confirmaron los
Reyes Católicos por Real Cédula de 18 de marzo de 1500.)
El Cuerpo de Pilotos adquirió gran importancia en el siglo XVIII
con ocasión de los descubrimientos científicos. Muchos de sus
componentes colaboraron con competencia en los trabajos
hidrográficos de América. En los tres departamentos marítimos
fueron creadas academias del Cuerpo, con tres maestros en cada
una de ellas. Sufrieron vicisitudes análogas a las compañías de
guardias marinas y en ocasiones los alumnos de pilotos se
alojaron en los mismos edificios que aquellos. El ingreso lo
efectuaban como meritorios. Los exámenes de fin de carrera se
realizaban en los respectivos departamentos, con arreglo a un
plan de estudios, uno de los cuales fue proyectado por don
Gabriel Císcar. No he podido precisar el primitivo alojamiento
de los pilotos de Cádiz. Posiblemente estuvo en el Castillo de
la Villa, con la Real Compañía de Guardias Marinas que mandó
Jorge Juan en 1751, y al disponerse el traslado del departamento
a la Isla de León en 11 de noviembre de 1768, pasaría también la
Academia de Pilotos a la «Casa del Sacramento». Al adquirirse
por Marina, en 7 de abril de 1775, los terrenos de los que
después se llamaría población de San Carlos, en la Isla de León,
se instalaron varias dependencias en el edificio destinado a
Casa de Intendencia y Contaduría Principal (hoy Escuela de
Suboficiales). Uno de los laterales del inmueble se dedicó a
cuartel y academia de pilotos. Posteriormente, en 1839, se
traslada al nuevo convento levantado en 1801 para la Orden
Franciscana y que habían dejado los religiosos al suspenderse su
actividad. Había allí instaladas varias dependencias de Marina,
entre ellas la Secretaría de la Capitanía General. Las clases
para los pilotos se daban en lo que en otro tiempo fue
refectorio.
Ordinariamente esta academia solía contar con doble número de
alumnos que la de Ferrol y la de Cartagena.
La academia de Cartagena se alojó en una casa particular del
Arco de la Caridad, y por hallarse en ruinas se trasladó, en
1827, a la compañía de guardias marinas, en el antiguo edificio
de la Intendencia y hoy de servicios generales. en la Muralla
del Mar.
La de Ferrol se instaló en La Graña. Al cabo de varios años se
pensó trasladarla a la ciudad departamental, no lográndose hasta
1765. La dificultad consistió en no hallarse local adecuado,
pues parece que por el elevado coste de los alquileres, los
propietarios no deseaban vender sus fincas. Se emplazó, por fin,
en el edificio construido en el antiguo Cuartel de Brigadas de
Artillería de Marina, en el Campo de San Roque -hoy parque
municipal «Eduardo Ballester»-, donde se alojó también la
compañía de guardias marinas (Ferrol viejo). (1)
Uno de los maestros de esta academia, el teniente de fragata
graduado don Dionisio Macarte Díaz, escribió en 1801 unas
«Lecciones de Navegación. Principios necesarios a la ciencia del
piloto». En 12 de julio de 1783 se había aprobado el sistema de
examen de los pilotos particulares que pasaban a servir en la
Armada. Por Real Orden de 26 de febrero de 1790 se dictaron
normas para el régimen de estudios de las tres academias y para
exámenes de los alumnos.
(1) Al construirse en el campo de Batallones el Cuartel de
Dolores -hoy de Infantería de Marina del Tercio Norte- se
alojaron en él. junto con los Batallones de Marina, las Brigadas
de Artillería.
(Continúa el próximo número)
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