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Al
final del Imperio Nuevo la grandeza de Egipto declinó y las
revoluciones que trastornaron el país, hasta su incorporación al
Imperio romano, repercutieron en la Religión. Bajo la XXVI
dinastía, la espada victoriosa de Psammético restableció por
algún tiempo la unidad política. Los artistas y los sacerdotes
quisieron hacer revivir las antiguas instituciones, pero el
nivel de las ideas había bajado y las prácticas religiosas
degeneraron en la zoolatría. Los animales subieron a los
altares.
Serpientes, cocodrilos, aves, gatos y carneros sagrados eran más
respetados que las estatuas de Amón-Ra o de Osiris, No hay
exageración en lo que refiere Herodoto sobre este particular,
pues es incalculable el número de animales sagrados hallados en
sepulturas, tan lujosas que solamente los más ricos personajes
las hubieran podido costear. Inmensos cementerios de animales se
hallan al lado de las antiguas necrópolis de señores y de reyes;
gatos momificados, cocodrilos, ibis, gavilanes, incluso peces se
han descubierto en los cántaros hallados entre los escombros.
Los hombres de aquellas generaciones, víctimas de la más extraña
aberración del espíritu, pusieron más solicitud en la sepultura
de un gato que en la de sus mismos padres.
Esta decadencia se precipitó bajo los Tolomeo, pues los nuevos
soberanos de Egipto comprendieron la fuerza que podían hallar en
la religión nacional para afianzar su poder y le concedieron
plena libertad. Respetaron las prerrogativas de la clase
sacerdotal, tomaron parte en las procesiones y ritos sagrados,
restauraron los templos y los enriquecieron con decoraciones
suntuosísimas.
Sin embargo, estas manifestaciones no llegaron a renovar una
religión que moría falta de sinceridad. Egipto entero se
sumergía más y más en el culto zoolátrico. Por un extraño cambio
de papeles el hombre se había convertido en servidor del animal.
Era mejor dejarse morder por las serpientes o devorar por los
cocodrilos que causarles el menor daño.
Diodoro cuenta de un romano a quien el pueblo condenó a muerte
por haber matado a un gato. Los habitantes del nomo cinopolita
del Egipto Medio, se comieron un pez venerado por los habitantes
del nomo vecino de Oxyrrinchus. Estos les declararon la guerra,
y como venganza se apoderaron del perro adorado por los
cinopolitas y lo degollaron -según cuenta Plutarco-. Estrabón
relata los dispendios ocasionados por la alimentación de los
cocodrilos en los lagos sagrados.
Tal era la religión del pueblo, mas en Alejandría y otras
poblaciones, donde dominaba el elemento griego, se desprendieron
de las antiguas creencias y los dioses del Olimpo entraron en la
sociedad de los dioses egipcios. Zeus tuvo su trono en los
templos al lado de Osiris y de Amón; Afrodita, junto a Isis,
etc. En el primer siglo de nuestra Era la religión egipcia era
una mezcla incoherente de elementos griegos e indígenas. En el
siglo III, la mayor parte de la población egipcia era ya
cristiana.
Los egipcios fueron bondadosos por temperamento, juiciosos,
rectos y muy sufridos, dotados de una imaginación soñadora,
incitada por el espectáculo de su cielo, siempre azul, y por una
vida pacífica y serena. Se elevaron al conocimiento de Dios y en
algún momento se formaron de El un concepto bastante justo.
Tuvieron conciencia de la existencia del alma y del juicio final
ante un juez incorruptible, de otra vida donde merecerían premio
o sanción, pero no supieron alcanzar la idea definitiva de un
Ser Supremo y cayeron, como casi todos los pueblos de la
Antigüedad, en el politeísmo y en la idolatría.
A pesar de sus notas negativas, maravilla reconsiderar, al
hablar de Egipto, no sólo la religión sino toda su cultura, en
muchos aspectos notablemente avanzada, habida cuenta la época en
que experimentó su máximo desarrollo.
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