Mi buen amigo, el comandante de Sanidad de la Armada retirado,
Antonio Romero Errea, me facilitó, hace algún tiempo, las
siguientes anécdotas vividas con el Dr. Eugenio Pérez Gener, de
tan grata memoria.
-Un día, fuimos a Cádiz Eugenio y yo. Íbamos por la calle San
Francisco, hacia Columela, cuando por nuestro lado pasó una
viejecita, bajita y vestida de negro, con velo y bolso del mismo
color. Seguimos adelante y, a los pocos metros, nos alcanzó una
señora de idénticas características que la anterior, y entonces
Eugenio me dijo: "Oye, Antonio, ¿tú no te has fijado que en
Cádiz hay muchas viejecitas repetidas?"
-Eran los tiempos de los llamados "lechuzos", unos inspectores
de Hacienda que de vez en cuando visitaban los domicilios de
algunos profesionales, especialmente a los médicos, y de cuya
visita casi siempre salía algún dinero a ingresar en el Fisco.
Trataban de identificar a un respetado inspector que venía de
Cádiz y que era más bien grueso y con unas típicas mejillas
brillantes y sonrosadas, y entonces, Eugenio, para aclarar el
asunto, dijo: "Sí, hombre, ese señor que tiene cara de pomada".
-Durante una época de su vida profesional, Eugenio fue, junto a
unos inolvidables médicos (los hermanos Aguinaga), médico de
guardia eventual del Hospital de Marina de San Carlos. Había, a
la sazón, un director que tenía una verdadera obsesión por las
visitas, con órdenes estrictas de que no pasara nadie sin el
correspondiente pase. Se presentó a Eugenio el portero,
nervioso, diciendo que había una familia que venía de Almonte y
quería ver a un familiar que estaba recién operado y,
naturalmente, carecía de pase. Entonces, Eugenio contestó al
portero: "¡Que pasen!, ¡con lo simpática que me cae a mí la
gente de Almonte!"
-Era Eugenio concejal Delegado del cementerio y el Administrador
era un muchacho muy inteligente, amigo de nosotros, pero que
estaba echado a perder por la bebida. Los otros concejales
apelaban a Eugenio para que le dijese al alcalde que aquel
hombre debía abandonar el cementerio y que habría que
sancionarlo. Tanto le asediaban que un día no tuvo más remedio
que dirigirse al alcalde y, ante el estupor, dijo: "Oye,
alcalde, es necesario que hagas algo por el administrador del
cementerio; el pobre está cargado de hijos y con muy poco
sueldo".
El Dr. Pérez Gener, académico de la Real de San Romualdo de
Ciencias, Letras y Artes, era una persona cordial y simpática,
que compaginaba su actividad profesional con vicisitudes
culturales y artísticas. Era cantante de tangos y admirador de
Carlos Gardel, y del famoso trío Irusta, Fagazof y Demare, como
recordé en "DIARIO DE CÁDIZ" con ocasión de la triste pérdida
del también académico Dr. Enrique de Benito Peláez, guitarrista
y colaborador con su compañero Pérez Gener en actuaciones de
resonancia en la Isla, donde se les recuerda con tanta simpatía,
cariño y admiración.