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LA VOZ MARINERA |
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"Nací a la sombra de las barcas de la Bahía de Cádiz -nos
contaba Rafael- cuando -1902- las gentes campesinas de toda
Andalucía se agitaban hambrientas. Los primeros blancos que
aclararon mis ojos fueron los de la sal de las salinas, las
velas y las alas tendidas de las gaviotas".
Es tan clara y simple la melodía de este mar -claro mar de
Alberti- que difícilmente pudiera avenirse con la elocuencia de
los grandes mitos. En el mar de Alberti se juega a sirenas y a
marinerillos. También se juega a piratas, con naves corsarias y
todo. Valerosa expedición esta que cruza el mar a todo vapor, a
todo color, a todo rumor.
Rafael Alberti, último mito viviente de la Generación del 27,
murió en la madrugada del 28 de octubre de 1999 en su casa Ora
Marítima de El Puerto de Santa María. Tenía 96 años. Poeta
jondo, dramaturgo comprometido, pintor sensible y hombre de paz,
la voz de Alberti ha sonado con potencia enorme por todos los
mares a lo largo de este siglo. Sus cenizas fueron esparcidas en
la Bahía de Cádiz, el mar de su infancia.
El poeta gaditano, andaluz y universal Rafael Alberti nació el
16 de diciembre de 1902 en El Puerto de Santa María. En 1913,
Alberti ingresaba en el Colegio de San Luis Gonzaga, regentado
por los jesuitas. Empezó por entonces a despertarse en el joven
Rafael la vocación de pintor. En mayo de 1917, la familia
Alberti decide trasladarse a Madrid. Alberti pasa muchas horas
en el Museo del Prado estudiando y observando a los copistas. Su
vuelta al Mediterráneo, le recuerda su niñez atlántica; Málaga
va a constituir un sustituto de los días pasados junto al otro
mar.
Alberti escribe su primer poema la noche en que su padre muere
en 1920. Es en 1923, recién estrenada la dictadura del general
Primo de Rivera cuando nuestro poeta comienza a trabajar en los
primeros poemas de lo que luego será su primer libro Marinero en
tierra, lleno de versos «que iba sacándome de mis nostalgias del
mar de Cádiz, de sus esteros, sus barcos y sus salinas...» Estos
poemas, escritos a la sombra de Gil Vicente y de los cancioneros
musicales de los siglos XV y XVI, los escribe en la sierra de
Guadarrama donde se encuentra descansando, víctima de una
enfermedad de pulmón. Los días que baja a Madrid los pasa con
sus nuevos amigos de la Residencia de Estudiantes de la
Institución Libre de Enseñanza: García Lorca, Salvador Dalí,
Luis Buñuel y Moreno Villa. También entra en relación por
aquellos días con Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo
Diego y Pedro Salinas.
En 1925 aparece Marinero en tierra que pocos meses antes ha dado
a su autor, al alimón con Gerardo Diego, el Premio Nacional de
Literatura. Traba conocimiento con su admirado Juan Ramón
Jiménez, quien comienza a aconsejarle y establece amistad con
José Bergamín.
El claro mar de Alberti tiene también su marina, traspasada de
inequívoca luz andaluza. «El marinerito de mi carta de 1925
creció muy pronto -nos dijo Juan Ramón Jiménez-. Su marinera
preciosa de mis calles del mar se la quedó tan en hilo, que al
poeta le daba vergüenza salir a la calle de Madrid con tanta
carne fuera (...). Rafael Alberti le va a decir a lo mirado una
gran cosa del tamaño por lo menos del mar de Cádiz, el más bello
mar, para mí, del mundo, el golfo más rico de poesía sudoeste
que yo conozco».
Entre Marinero en tierra y los primeros poemas de la guerra
civil española. Alberti crea una obra que le asegura un puesto
notable en la lírica española. En la misma línea de su primer
libro están La amante y El alba de alhelí. Con motivo del tercer
centenario de la muerte de Góngora (1927) escribe la prodigiosa
arquitectura de Cal y canto. Sobre los ángeles, es uno de los
hitos fundamentales en la lírica española moderna, y supone una
doble ruptura: de forma, en su tendencia hacia el simbolismo, y
de fondo, por la aparición de un cultivo más intenso de la
intimidad.
Su compromiso político se produce al final de los años veinte, y
en 1933, siendo ya miembro del partido comunista, funda con
María Teresa León, la compañera de su vida, la revista
revolucionaria Octubre; a partir de ese momento su postura se
hace cada vez más comprometida con el Frente Popular, posición
que se acentúa, una vez estallada la guerra civil, como
secretario de la Alianza de Escritores Antifascistas. Son
características a este respecto, Capital de la gloria y El poeta
en la calle. Rafael Alberti, el indiscutible iniciador de la
poesía revolucionaria en España, tiene sobre Emilio Prados -que
tal vez cronológicamente se le adelanta en alguna composición-
la ventaja de haberse convertido desde el primer momento en jefe
visible de esta nueva orientación de las letras. Alberti está
convencido de consagrar su inspiración a una causa noble. El
compromiso con la sociedad es llevado a cabo con todas sus
consecuencias a pesar de las reacciones que llega a provocar.
Esta «poesía de urgencia» ha invertido el ideal lírico de años
atrás. La ética por encima de la estética.
En 1939 llegó ese día sin alba. Una avioneta llevó a Alberti y a
María Teresa a Orán. Luego; París, Buenos Aires, Roma... Viajero
universal. Alberti se convirtió en uno de los símbolos más
representativos de la otra España.
Con posterioridad a la guerra publica un buen número de libros
que han acrecentado su reputación como uno de los más
importantes poetas contemporáneos. Son de destacar: Entre el
clavel y la espada, Coplas de Juan Panadero, A la pintura,
Retornos de lo vivo lejano, Ora marítima, Roma, peligro para
caminantes, Los ocho nombres de Picasso... De su producción
teatral merecen citarse los siguientes títulos: Fermín Galán, El
hombre deshabitado, El adefesio, para muchos su pieza teatral
más lograda, y Noche en el Museo del Prado. Es asimismo autor de
una serie de semblanzas de escritores reunidas en Imagen primera
de..., y de las memorias recogidas en La arboleda perdida. La
antología Sólo la mar (1994), ilustrada por el autor y preparada
por María Asunción Mateo, recoge los temas fundamentales de la
poética albertiana: el amor, el exilio, la libertad, la
mitología y el mar.
Tuvo que esperar la muerte de Franco y aún tardó en volver. El
27 de abril de 1977 llegó a Barajas con María Teresa y su hija.
El canto de La Internacional le humedeció los ojos. «Me fui de
España con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal
de concordia». Aceptó ser candidato al Congreso por el partido
comunista.. También tuvo el reconocimiento absoluto en su país:
Premio Nacional de Teatro (1981), Cervantes (1983) y Premio
Andalucía de las Letras (1993).
«Su poesía tiene -decía Pablo Neruda- un aroma enlutado de
Gustavo Adolfo Bécquer». Alberti sacó de Andalucía el
escandinavismo de Bécquer y el lunatismo de Juan Ramón. Pero
también sacó el surismo espléndido de litoral: la sensibilidad
exacta de la mejor Andalucía; de Andalucía atemporal e
inesperada.
Hay en la poesía de Rafael Alberti -limpieza, pureza- segura,
firme, dura, duradera: de cal y canto. Sus ángeles -o su ángel
andaluz- le construyeron esta pared andaluza. De cal y canto, la
poesía de Alberti se alza y se afirma, vertical, pisando tierra,
mirando al mar, entre dos cielos. Parte y define la luz misma
como el muro encalado de un patio andaluz de tradición romana.
Cádiz, los puertos, Bécquer y, además, el llamarse Alberti. Y en
consecuencia, ¡a qué distancia de todo el romanticismo o
costumbrismo, sucio-pintoresco! La poesía de Rafael Alberti con
sus resonancias (Italia, renacimiento, cancioneros, idealismo,
andaluz...) es ante todo, como El Puerto de Santa María, como
Cádiz, limpieza, belleza, pulcritud. En Andalucía antes de saber
lo que es bello, se sabe lo que es limpio. Y todo es -lo que es-
limpio o bello: pulcro.
El juego, limpio, de torear -nacido en Ronda y Cádiz, renacido
en Chiclana- tiene su imperativo estético y moral en la
pulcritud (limpieza, belleza). El torero luminoso con el toro
sombrío, por la suerte, establecen ese principio de limpieza que
condiciona el juego (su moral, su belleza): perfección de
razonamiento matemático, identificación del espacio real y el
geométrico; la exactitud hasta la crueldad. Esa suma de
exactitudes, de claridad, de nitidez, crueles, es andaluza
típica -característica de la obra y, sobre todo, de la
personalidad poética de Rafael Alberti, como de otros tres
andaluces universales: Lorca, Falla y Picasso.
El canto poético de Alberti empezaba por ser canción, por ser
canto rodado en el ímpetu de la corriente lírica, hasta hacerse
más plano cada vez, más pleno; hasta ahondarse más, limpio y
liso, lisa y llanamente: más llano, más simple, más puro, en el
sentir, fluir poético del pensamiento. La poesía de Alberti ha
sumado tradiciones y se ha parado en seco de pronto. Así Rafael
Alberti hizo su poesía: porque le dio y como le dio la realísima
gana. Del modo más perfecto, o del único modo perfecto: el
poético puro.
La poesía de Alberti adquiere sitio excepcional y distinto en la
lengua española. De tal modo la voz marinera de Alberti ha
logrado una poesía la mar de clara. Y aquel marinero en tierra
se fue al mar. Y como dijo el poeta: «Ya está flotando el cuerpo
de la aurora / en la bandeja azul del océano».
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