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Tengo delante las páginas del periódico correspondiente al
último día del año 1999. Esto quiere decir que aquí están las
noticias que cierran el pasado y nos coloca delante de ese
futuro maravilloso y equilibrado. El número dos seguido de tres
ceros, configuran la cifra ideal, la que nos trae el resumen de
muchos años de evolución y aprendizaje; en definitiva, la
culminación de un largo y tortuoso camino por el estado inmenso
de la ignorancia y el sufrimiento. Todo ha sido preparado con
sumo cuidado para que este momento histórico nos encuentre con
nuestras mejores galas, con esas noticias que dejen a las claras
la sabiduría y comprensión conseguidos durante este peregrinaje.
Sin embargo, ante la realidad de cada una de las informaciones
que ocupan los rotativos, nuevamente surge con una rotundidad
incuestionable la contradicción.
Observo cómo unas mujeres consuelan a una madre, en el funeral
de las dos hijas muertas en la guerra de Chechenia, al ser
atropelladas por un carro de combate ruso que era conducido por
soldados borrachos. Seguidamente, con solo pasar la página, el
agua y el lodo inundan las palabras que nos hablan de la
República Bolivariana de Venezuela, en donde la Naturaleza ha
devuelto a la tierra (bajo tierra) a miles de personas. Y, como
conducido por esas aguas universales, a continuación observo
cómo el río Sena, totalmente desbordado a su paso por París, da
a esta ciudad un aspecto desolador. Los vientos se citaron con
esas aguas para que, en su abrazo natural, dejara a media
Francia sin luz, teléfono y vías de comunicación. Una vez más la
mano misteriosa de la Naturaleza puede unir cualquier país,
desde el más pobre de América hasta uno de los más ricos de la
vieja Europa. Las catástrofes naturales siguen poniendo a la
opulencia y la mendicidad a la misma altura.
Pero mi aventura por estas noticias continúa y son ahora las
aguas de los mares las que se visten de tristeza, reduciéndose
sus mantos azules, verdes y multicolores a un negro oscuro como
la noche. El petrolero Erika ha colocado en las costas de
Bretaña un crespón de luto por toda la vida que agoniza en este
litoral maravilloso. Y de la mano quizás de esa globalización
misteriosa, otro petrolero, encallado en las costas del Mar de
Mármara, derrama sus condolencias en las orillas de la ciudad de
Estambul.
Para terminar, cuando parece que no es posible someter a más
catástrofes a esta atormentada Tierra y a sus desorientados
habitantes, me sorprende el resultado de un estudio informático
por el que se calcula el valor del patrimonio natural de una
provincia española. Así, de esta manera, resulta que el Parque
de las Bardénas Reales cuesta 15.271 millones, el Bosque de
Bertiz 6.000, y la Selva de Irati 8.158. Evidentemente, en la
lista de precios aparecerá el valor concreto de cada animal,
árbol y piedra, con posibles descuentos si el depredador es uno
de esos personajes que acostumbra a trabajar en las sombras.
Después de este repaso por lo que sucede en algunos rincones de
este Planeta Azul, a las puertas del siglo XXI, desde la ciudad
de Cádiz, recibiendo la luz de un sol radiante en la cara,
escuchando a Ángelo Branduardi y rodeado de esa seguridad que
cada día es más insegura, siento que un ejército de preguntas,
se aproximan al rico valle de las respuestas. Pero como casi
siempre ese valle se encuentre solitario. Todo el mundo parece
haberse marchado ante le inminente responsabilidad de tener que
afrontar de forma individual o colectiva el reto de demostrar
con hechos el verdadero nivel de evolución en el que nos
encontramos. Por increíble que parezca, me pregunto cómo hemos
podido llegar a este situación, qué nos está pasando, por qué
actuemos así contra la naturaleza, qué nos quiere decir esa
Naturaleza cuando nos lleve con toda su fuerza por delante. Pero
creo que son demasiadas preguntas para tanta soledad y silencio
acumulado a través de los tiempos.
Aire, un poco de aire para acabar con este periódico.
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