En una petición de gozo relucen cabujones carneolados
brotados desafiantes en una densa presencia de hurí
con libertina complicidad los senos erguidos,
y yo tu licencioso gozador en cadente oxidación.
El abismo placentero sobre columnas glamourosas
en el derrite forzoso por muslos bailarines
como un poema claroscuro a la voz secreta,
soy corcel brioso a tus riendas pulso a pulso
encadenado a la guarida, en el pórtico me yergo.
Por el deleite sabroso del sexo inmaculado e impúber
me rocío en bamboleo informal y rubrico fantasía
con tu hoja salvaje pubiana de sudor interno,
cual elixir de hombre lobo, desato apetito animal.
Eres mi Nefertiti adolescente y terapéutica
porque me dicta éxtasis portátil sin precio
amparado al frenesí nocturno de contrabando,
que jadea encendido el filamento de la lujuria.
Insaciables amantes tras intactas copas
a destiempo poseídos y amodorrados
parecemos vencidos por anunciada batalla
sin darnos cuenta, deshojando rosas nevadas
tejiendo un presente impuntual, febril y traidor.
La explosión sensual inundó el nexo oculto
y quedó temblando el deseo -piercing provocador-,
observando acercarse velozmente un tiempo resbaladizo
e intentando permanecer al filo del séptimo cielo.
Nuestra fricción amorosa nula de artimañas
tensa el eter que Príapo engoma a tu talle
sigilándonos en la orilla donde se empapó pasiones,
amarres de una simbiosis lastrada sin dosis.
¡ Agítate bandolera! pues deshago cálida fuerza
cada vez que te destruyes en mí -voluptuosa, natural-
besando sicalíptica, las ansias sordas hechas hábito.
Somos dos audaces en una agridulce ruta encuadrada
y oímos las voces mudas volar por los giros amatorios.