Amada, que la muerte nos rodea
por todas partes. Ronda de enemigo
nos hace día y noche, y se pasea
por entre nuestras voces. No consigo
eliminarla, y cómo se recrea
en nuestra finitud. Estoy contigo
y no estoy, que mi alma se alabea
hacia la tierra de esa muerte. Sigo
amándote, no obstante. No hay manera
de hacerme claudicar: cuanto más mire
nuestra felicidad, más serás mía;
y seré tuyo como quien no espera
más muerte que este beso cuando expire.
Para seguir con otro la agonía.
APENAS UN BARRUNTO ESTREMECIDO...
Apenas el barrunto estremecido
de un nuevo ser destella sus señales
y anuncia bajo gozos conyugales
la promesa de un mundo concebido,
la madre, que es ternura hasta el sentido
y sueña entre blanduras de pañales,
convoca, alumbra un orden de pañales
que va del alborozo hasta el gemido.
Alba carnal del hombre, puerta umbría
y tobogán de amor: alegoría
de la niebla del mundo que le espera.
Amorosa materia ennoblecida
que después es semilla y primavera
y eslabón de cadena de la vida.