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Ya pasamos febrero, febrerillo el loco», que responde a los
magníficos versos de mi buena y sensible amiga, la poetisa
Mercedes Chamorro, de Zaragoza:
El loco febrero
no sé de dónde llega...
Se detiene y se marcha,
se me escapa y me espera.
Hoy me tiende su mano
fría como la piedra.
Ayer me dio un beso
tibio de primavera...
¿Qué persigues, febrero,
en tu inconstancia ciega.
En fin, que tenemos que aprovechar este buen tiempo que empieza
y en el que gozaremos de la alegría de los árboles que ya se
llenan de flores blancas, rosas, violetas y azules, y de rosas
llenando de perfume el aire viciado por el frío triste del
invierno que se marcha para dejar sitio a la primavera con la
alegría de sus soles y sus cielos azules, llenos de nubes
blancas y redondas, que corren con el viento, llevando el
mensaje de sus alburas brillantes llenas de felicidad y salud
con el agua («hermana agua») que acariciará nuestros campos
sedientos llenándolos de verdor y de la alegría de esas buenas
cosechas que temíamos perder.
Saliendo a los espacios abiertos encontraremos la necesidad,
cada vez mayor, de que se suelten como golondrinas locas y
alegres, a correr, saltar y gozar sin límites, nuestros hijos y
todos los niños de nuestro mundo. Entraremos en esa preparación
para la vida que son los juegos y los juguetes de los niños, y
tendremos que aceptarlos como algo muy serio e importante en la
vida pueril y hermosa de todos los niños.
Entrarán en los principales peligros de la vida infantil, que
son tres: el peligro congénito, el alimenticio y el infeccioso,
a los que tendremos que añadir el peligro de los accidentes,
cada vez más importante, así como el peligro del medio externo
agresivo; los espectáculos y el impacto de la mala vida, la
agresividad y los malos ejemplos de violencia tan frecuente, por
desgracia, en nuestra tan prodigada y manejada la televisión. Y
en la vida cotidiana, calle, bares, centros de reunión y hasta
parlamentos y centros de ejemplaridad, tan mal llevada por
muchos adultos que no creen, por lo visto, en la paz.
Hasta en los centros educativos de gimnasia y formación física,
con disciplinas como el kárate, la lucha libre, el judo, que se
enseñan para luchar, cuando lo que se debería enseñar a los
niños son las buenas maneras, por aquello que nos decía
Shakespeare de que más poder tiene la sonrisa que la espada; y
tan opuestos a esos ejemplos de pacificidad y buenas maneras de
Ghandi y otros muchos, ejemplos maravillosos de cómo se puede
lograr y conseguir con la sonrisa mejor que con las armas y la
guerra, sin esa violencia terrible de tirar sillas, mesas y
hasta botellas a la cabeza del contrincante, en lugar de tratar
de convencerlo con buenos modos.
Los versos de Antonio Gil sobre los juegos de los niños, y su
sentido de la paz y del perdón, son tan expresivos que no
podemos por menos que traerlos al papel para aprender de ellos
que no debemos olvidar jamás qué es un niño y de cómo y hasta
donde llega su capacidad de perdón.
«Se encontraron en la plaza
por primera vez, y ya,
como viejos conocidos
comenzaron a jugar,
mas por una bagatela
se pegaron sin piedad.
Terminada la contienda
cada cual se fue a su hogar,
incubando la venganza
más terrible y ejemplar;
y al hallarse, al otro día,
se pusieron ...a jugar.
¡Cuánto tenemos que aprender de este sentido y ejemplo de la
falta de rencor que tienen los niños, Dios mío! ¡Cuánto!
Cada vez son mas frecuentes los accidentes de la infancia, sobre
todo los de circulación y esto es importantísimo. Siendo más
frecuentes en los párvulos y preescolares que en la edad
escolar, exige un mayor sacrificio de vigilancia y control de
estos niños. Los padres no deben fiarse y dejarles solos a estas
edades.
Y es que, a medida que el niño se independiza de la madre, los
accidentes aumentan. Golpes, traumatismo y hasta envenenamiento
son usuales en muchos niños. A este propósito nos acordamos de
aquella madre -¿quizás demasiado joven?- que nos llamaba cada 15
días, por la ingestión tóxica de los medicamentos que dejaba al
alcance de sus hijos; así hasta que nos cansamos -más que nada
nos asustamos- de tanta llamada en este sentido. Tuve que darle
el alto diciéndole que ya no le trataría más su descuido, sino
que la próxima vez que nos llamara por este tipo de accidente
daríamos cuenta a la comisaría y tendría que resolver su
problema yendo a declarar ante el Juez. Fue la única forma de
conseguir que no ocurriera nunca más semejante desastre. A
partir de entonces puso las debida atención en su forma de
guardar los medicamentos y otros tóxicos. Gracias a Dios, nunca
más tuvimos que tomar decisiones heroicas para atender, en
inminente urgencia y peligro, las intoxicaciones de sus hijicos.
Así es que mereció la pena el amenazarla con la intervención del
Juez por sus descuidos hogareños. Ella sabrá lo que hizo para
que la cosa ya no volviera a ocurrir más.
Hay otro punto que también quisiéramos advertir por ser más
frecuente de lo que pudiéramos pensar, y es el peligro de
descuido de las armas. Cada cierto tiempo se llenan las páginas
de prensa con noticias desagradables y fatales debidas a
descuidos en la guarda y tenencia de armas. Naturalmente esto ha
dado lugar (incluso entre nuestros monarcas españoles) a muertes
fatales y terribles en los niños.
Por otro lado el descuidar las vacunaciones puede llevar a que
las heridas infantiles vayan acompañadas de complicaciones
infecciosas, así como contraer, un tétanos, enfermedad incurable
y fatal por heridas sucias con astillas, metales portadores del
vibrión tetánico, etc., que también puede aparecer por la
mordedura de un can o de otro animal que también lleve en su
saliva el vibrión terrible de esta enfermedad incurable. Ahora,
con la vacuna triple (diftérica, tetánica y antitosferina),
hemos conseguido que estas enfermedades, que antes eran las
culpables de casi todas las estadísticas de mortalidad infantil,
haya desaparecido casi por completo.
Como colofón, diremos que los juegos son importantísimos en los
niños, como está demostrado. Por una parte para su educación y
el conocimiento del entorno que les rodea, de su perimundo y
naturalmente de su vida entera. Todos sabemos, y no se hace
necesario recalcar más esto, que un niño puede recuperarse con
un juguete cuando está enfermo. Se transforma su rostro con la
mejor prueba de agradecimiento: una ancha y preciosa sonrisa.
Tiene tanto valor como muchas medicinas la llegada del juguete
preferido: Recordamos a este propósito a nuestra hijica -ahora
de treinta y tantos años-, que tenia una parotiditis (paperas),
con su cara de luna llena, grande y redonda, que apenas si la
dejaba hablar bien por la dificultad que tenía de abrir bien la
boca. En estas circunstancias ocurrieron dos cosas, una de ellas
fue que se le cayó el primer diente, y la otra, que acababan de
regalarnos -uno de nuestros clientes agradecidos- una hermosa
muñeca; entonces el regalo nos vino que ni pintado para cumplir
una tradición tan hermosa y llena de ilusiones como era la
llegada del ratoncito Pérez a traerle la sorpresa propia del
diente caído de su boca. Nos las arreglamos de forma que nuestra
hijica encontró en el embozo de su cama la hermosa muñeca, el
mejor regalo que ella quería en esos momentos. Fue algo
estupendo la cara que puso y cómo evolucionó, ya que apenas si
sentía, desde entonces, el desagradable dolor.
Para terminar, recogemos las palabras de un insigne pediatra, el
doctor Blanco Otero, de Madrid, antiguo amigo fallecido hace
años y que decía: «Tenemos que decir que el juego es vida y la
vida es salud; debemos proporcionar a nuestros hijos, con la
BONDAD, la VERDAD y la BELLEZA -en lo espiritual-, la salud, el
juego y la vida en lo corporal.»
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