La antigua Villa de la Real Isla de León siempre tuvo
limpiabotas populares que, por circunstancias de la nueva
técnica, han ido desapareciendo. En nuestra ciudad sólo queda
una "vieja gloria", que se resiste al declive, viéndosele con su
típica caja alrededor de la Plaza de la Iglesia.
En
el lejano año de 1927 ya "brujuleaba" por dicha plaza un niño
sordomudo, listo como una ardilla, que comenzaba su profesión de
limpiabotas. Era protegido y discípulo de aquellos famosos en el
mismo quehacer, conocidos con los apelativos de "Caracol" y
"Gorrión", vinculado este último, en los años 1930-31, a las
filas de servidores del entonces aspirante de Marina de la
Escuela Naval Militar, el infante don Juan de Borbón, a quien
limpiaba los zapatos en el popular café "La Mallorquina".
Después se hizo también famoso "El Mutilado" (antiguo sargento
del Ejército que gozaba de una pensión por heridas sufridas en
la guerra civil), que instaló su taburete en la acera de la
calle Real, frente a la Plaza del Rey.
Quien esto escribe conocía desde el año 1933 a Dionisio Serrano,
que entonces era un chavalete. Cuando volví a verlo diez años
después, "El mudo" se expresó en grandes demostraciones de
asombro, negándose en redondo a cobrarse el importe de la
limpieza del calzado. Cierto que nunca quiso cobrarme, y lo
mismo hacía con otros de su amistad; pero en definitiva salía
mejor recompensado con regalos recibidos. Por el año de 1980,
poco antes de su muerte, llegó al extremo de regalar un décimo
de lotería al secretario general de Previsión Universitaria, que
en unión de su esposa pasó unos días en San Fernando y que eran
mis amigos. Según dio a entender, por medio de gestos muy
comprensibles, lo hizo por la simpatía que le habían merecido
los madrileños, y en atención a cumplir sus cincuenta años en la
industria betunera.
Conozco otros casos parecidos en este desprendimiento de "El
mudo", con ocasión de tan feliz efemérides. Aquel simpático
cañaílla que fue Serrano Díaz, se señalaba a sí mismo, con su
índice en alto, como el número uno de su profesión, no sólo en
la Isla sino en el mundo entero, y expresaba muy gráficamente
que él no era betunero como tantos que se limitaban a embadurnar
los zapatos, sino limpiabotas en su más alta representación: un
verdadero artista...
En el año de 1969, en mis funciones de corresponsal de "Diario
de Cádiz", hice una entrevista a Serrano Díaz en el momento que
lustraba los zapatos al inolvidable don Gervasio Urréjola
Gutiérrez, fallecido también hace mucho tiempo. Fueron unos
momentos que recuerdo con gran simpatía, por los gestos
singulares que hacía "El Mudo" para que le comprendiese. Tenía
entonces 45 años y desde los 10 se hallaba dedicado a la
industria betunera para ayudar a su madre, viuda, y poder
tomarse él sus buenos "chicotazos", llamados también "bulipepes",
en el bar de la esquina de la entonces calle Muñoz Torrero, hoy
General García de la Herrán, conocida popularmente como "Calle
de los muertos" por su orientación hacia el Camposanto de San
Fernando. En una de sus expresiones, "El Mudo" quiso demostrar
su gratitud al periódico gaditano, formando en el vacío, con sus
brazos, una especie de página grande (la de su edición anterior)
y llevando después a sus labios los dedos unidos de su mano
derecha para indicar que el DIARIO era cosa buena, recordando
que ya otras veces le había dedicado su atención.
¡Descanse en paz tan singular "limpia" de la Isla!