![]() |
Portada gral. | Staff | Números anteriores | Índice total 2000 | ¿Qué es Arena y Cal? | Suscripción | Enlaces |
Tras unos minutos ante las pasmadas e interrogantes miradas
de aquellos señores, Pilar comenzó el relato de lo sucedido.
-Eran las siete de la tarde cuando empezó a llover. ¡Con qué
fuerza caía el agua. Parecía que el techo se nos caía encima!
Fíjense ustedes que mi Ramón no es un tío cariñoso, pero esa
noche se acurrucó conmigo como un niño...
Ya mi hermano me decía que habían querido hacer unifamiliares
para los pobres, pero con materiales de mala calidad y a las
afueras de la ciudad... -En ese momento comenzó a temblar Pilar.
Esa noche nos asamos dos lenguados. A Ramón le gustaba mucho el
pescado; esa mañana cobró y fui corriendo al mercado para darle
una sorpresa. Cuando los saqué para cocinarlos se burló diciendo
que si los echaba a la calle salían nadando. Además de por lo
fresco que estaban, lo dijo por el torrente de agua y lodo que
desfilaba por la pendiente de la calleja.
Mi hermana no quiso que ese día fuera por la niña al colegio
para llevármela a casa, porque ya por la mañana caían unas
cuantas gotas. -Los sollozos de la joven se repetían
intermitentemente cada cuatro o cinco palabras. Tenía la mirada
perdida y era incapaz de entrelazar las ideas que le venían a la
cabeza-. ¡Cómo nos quiere esa chiquilla! A mi Ramón se le caen
las babas con la niña. Desde pequeña lo llama «tato Amón»...
Lo que no tuve para cenar fue ese yogur grande que siempre nos
tomamos de postre, pero con lo que caía era imposible ir a la
tienda de la esquina. ¡Qué barbaridad! Se veía pasar calle abajo
todos los desperdicios de la carpintería de arriba. Yo decía que
a la mañana siguiente estaría todo «la mar» de limpio...
A las once y media se fue la luz. Claro, con lo que estaba
cayendo, ¡sabrá Dios el «traquío» que tuvieron que dar los
cables! Yo, como me da mucho miedo la luz de los relámpagos
entrando por el ventanuco de mi salón, dije enseguida que me iba
a la cama. El no esperó a que me levantara, apagó la televisión
por si volvía la luz y salió corriendo para nuestra habitación,
asustándome con las sombras de los rayos sobre la pared. -Pilar
cayó en un fuerte llanto y permaneció unos minutos sin poder
articular palabra. Quizás buscando desahogar su corazón, sin
abandonar sus temblores y jadeos, continuó-.
Apretaditos en la cama soñábamos con un domingo soleado para ir
a trabajar al campo de su padrastro. Siempre decía que como no
hacía deporte, allí por lo menos quemaba calorías. Estos últimos
domingos hacía frío, pero tras media hora con el azadón se ponía
con el torso desnudo como un Tarzán... Se lo decía yo en plan de
coña, que era mi Tarzán. Allí hemos pasados muy buenos ratos los
domingos...
Pensándolo bien, no me acuerdo si se acostó en el lado derecho o
izquierdo de la cama. ¡Me traía mareada! A mí esa cosas me dan
igual, pero él era de antojos. Decía que su cuerpo le pedía cada
día dormir de un determinado lado.
El caso es que se quedó dormido enseguida. Dormía como un bebé,
porque nunca dio el más leve ronquido. Mi hermana dice que mi
cuñado parece un asno. Mi Ramón si acaso lo que hacía era mover
la boquita, él decía que buscando la mía...
Yo no podía dormir. Con lo dura que soy yo para coger el sueño,
¡cualquiera pegaba ojo con ese chaparrón! De repente oí una
pequeña explosión y, en unos segundos, el agua arrancó el
portón, las ventanas y hasta trozos de tabique. Por un momento
pensé en un terremoto, porque la cama se movía con un rápido
zig-zag. No sé cómo ocurrió, me vi saltando hacia la ventana del
salón con la mano de Ramón empujándome por la espalda. El agua
casi nos tapaba, por los cristales rotos de la ventana nos
aventuramos a salir sin saber del torrente de agua que nos
esperaba en la calle. Yo me corté aquí, en el muslo.
Empezamos a marchar con la fuerza del agua y nos agarrábamos uno
a otro como dos lapas. ¿Dios mío!, vimos pasar al zapatero
viejecito que vive tres casas más arriba muerto y flotando sobre
el agua. Una viga se interpuso en mi camino, pero Razón me
hundió bajo el agua y me hizo salvar la barrera. ¡Ay! Ya el agua
nos arrastraba a una velocidad vertiginosa, llevaba coches,
muertos, basura y todo tipo de cosas. Vi un poste de
electricidad tumbado que se aguantaba inclinado en la cima de la
carretera, alcé el brazo y mi marido me levantó por detrás,
pero, en un instante, sentí su mano agarrotada que se llevaba la
espalda de mi pijama. ¡Y yo sin poder hacer nada! Ni siquiera lo
intenté... Pensé que podría salir más adelante...
Uno de los psiquiatras intentaba inútilmente consolar los
sollozos de Pilar.
-Venga, mujer, usted no pudo hacer nada.
-Sí, yo pude haberme ido con él. Dicen que el instinto de
supervivencia es ciego y animal. Desde luego, porque yo me
agarré como una perra al madero.
-Usted no pudo hacer nada, me oye, no pudo hacer nada.
-Sí, debí haberme ido con él. Ahora no me dejan llegar al agua.
Tras casi un mes gritando, ladrando como una perra, los
psiquiatras se felicitaron porque la paciente ese día había
salido hablando y contó lo sucedido con relativa facilidad.
Restaba la difícil tarea de romper ese complejo de culpabilidad
que en algunos casos no se conseguía vencer. Ante los fuertes
lamentos y quejas de Pilar, de nuevo tuvo que ser fuertemente
sedada, y otra vez y luego otra. En el psiquiátrico provincial
pasan los meses y ella mira al techo emitiendo continuos
ladridos mientras añade en un tono desafiante: ¡perra, perra!
Pulse la tecla F11 para ver a pantalla completa